*** Hugo Chávez era una especie de serpiente que encantaba con su
carismática y particular personalidad. Ese don le permitió sembrar la
semilla de la insurrección dentro de la Fuerza Armada Nacional que ahora
sus jefes catalogan falsamente de chavista.
El pasado 5 de marzo murió “misteriosamente” el presidente electo
Hugo Rafael Chávez Frías. Los venezolanos no sabemos a ciencia cierta
dónde, cuándo y cómo entregó su vida al Creador. Como un compañero de
armas y habiendo sido su jefe, pido paz a sus restos, antes de rememorar
algunos detalles de esa tempestuosa relación. Dada su personalidad, con
él no había términos medios. O se le apreciaba o se le rechazaba. A fin
de hacer conocer detalles poco difundidos de su vida militar, esbozaré
algunas pinceladas que vienen al caso ahora que renacen los “comacates”
(comandantes, mayores, capitanes y tenientes que participaron en las
intentonas golpistas del 4 de Febrero y del 27 de Noviembre de 1992).
El 3 de julio de 1984 fui ascendido a general de brigada y cuatro
días más tarde fui designado Director de la Academia Militar de
Venezuela. Luego de la parada de rigor, fui invitado por el Director
saliente, general de división Heliodoro Guerrero Gómez, a un brindis en
el casino de oficiales. Allí conocí al capitán Hugo Chavez Frías, quien
fungió de maestro de ceremonias al tiempo que participaba como cantante y
declamador de un grupo de arpa cuatro y maracas que amenizaba el acto
de recepción al nuevo Director de la Academia –mi persona. En esos días
no era muy común ver a un oficial en servicio activo actuando en esos
menesteres. Antes de terminar su presentación, el capitán me dedicó el
popular poema Florentino y el Diablo, del barinés Alberto Arvelo
Torrealba. Este tipo de dedicatorias personales a los jefes tampoco se
acostumbra en el medio castrense. No es indebido, pero no es de estilo.
Al retirarse, Chávez pasó por mi mesa para saludar. Lo felicité por su
actuación. Intercambiamos breves palabras. Antes de retirarse le
pregunté cuanto tiempo tenía en la Academia y él me dijo “Cinco años, mi
general”. Cinco años consecutivos como oficial de planta no es normal
en la Academia Militar. Allí existía una política de rotación para dar a
los mejores oficiales oportunidad de que ocuparan esos honrosos cargos.
En ese momento pensé: “Este oficial debe tener algo especial para
permanecer tanto tiempo en el Alma Mater”. Seguramente durante su larga
permanencia con los cadetes habría conocido bien al “comacate” que me
interesaba.
La pregunta sobre su tiempo de servicio en el instituto no era baladí.
Un año antes, siendo coronel comandante del Regimiento de
Comunicaciones, fue detectado un subteniente recién graduado lanzando
hojas subversivas en los baños de tropa de esa unidad. Al ser
interrogado, reconoció pertenecer a la logia golpista de “Los
Comacates”. No dio más información sobre otros conspiradores, alegando
que trabajaban por células secretas y no los conocía. Como el
subteniente era un recién graduado tuve la corazonada que lo habían
captado en la Casa de los Sueños Azules.
Luego de un infructuoso interrogatorio notifique la novedad a mi
comandante, el general de división Simón Tagliaferro de Lima, quien era
Jefe del Comando Estratégico. Él me informo que una comisión de la DIM
pasaría a buscarlo y que quedaría detenido a la orden de ese organismo
de inteligencia. Días después, fui designado como cursante en el
Instituto de Altos Estudios para la Defensa Nacional (IAEDEN) y me
desligué del caso. Cuando fui nombrado Director de la Academia Militar
decidí investigar el asunto.
Luego del acto de bienvenida, tuve oportunidad de hablar en varias
oportunidades con Chávez. El era el comandante del 4º año y acostumbraba
a pasar frente a mi oficina con la evidente intención de buscar
conversación. Chávez me producía incomodidad por su forma de hablar
engolada y su forma teatral de actuar. Al preguntarle si conocía al
subteniente de los “comacates” detenido el año anterior, me dijo que no.
La respuesta me dio mala espina porque ya había verificado que había
estado bajo su mando. Ese subteniente en el ínterin habia pedido la baja
y se había perdido su pista.
Esos breves contactos indicaban que Chávez ocultaba algo. Esa sospecha
estimuló mi curiosidad y a partir de allí puse el foco sobre él. Poco
despues el padre de un cadete nuevo me dijo que el capitán Chavez les
estaba hablando “raro” a los reclutas. Al plantear mis sospechas a su
jefe directo, el Comandante del Cuerpo de Cadetes, coronel Pedro Remigio
Rangel Rojas, me manifestó que no creía esas versiones y que al
contrario lo consideraba uno de sus mejores oficiales. Silenciosamente
continué investigando hasta que lo dejé en evidencia y solicité,
mediante un informe al Comando del Ejército, abrirle una averiguación
sumarial conspirador. Mi propuesta fue aceptada pero se me encareció que
manejara el caso con prudencia porque no debería afectarse la carrera
de un oficial por simples sospechas.
Cuando me convencí que Chavez ocultaba algo pedi al Comandante
General del Ejército, el general de división José Antonio Olavarría, que
el sospechoso fuese sacado de la Academia para ser investigado
exhaustivamente. Posteriormente me enteré que no se había abierto
averiguación ni había sido detenido. Para colmo, al retirarse Olavarría,
el nuevo Comandante, el general de División José Humberto Vivas, lo
nombró comandante de una compañía aislada sin supervisión, en la
frontera de Apure en la población de Elorza.
En Elorza Chavez se hizo amigo del alma de Jesús Ramón Carmona un ex
mirista amigo de Fidel Castro, convertido en terrateniente local.
Carmona se consiguió mas tarde con Chavez en Miraflores siendo el
Ministro de la Secretaria de CAP. Sirviendo en Elorza Chavez ascendió de
primero en el orden de mérito al grado de mayor. Entretanto mi informe
había desaparecido de su expediente. Claramente, Chávez tenía
protectores de alto nivel. Cuando detuve a Chavez y otros 18 miembros de
la logia golpista en diciembre del 89 Carmona fue la pieza clave para
convencer a Chavez que habia que dejarlos en libertad.
Este extraño patrón de amparo velado se repitió varias veces a partir
de ese momento. No creo que todas las personas que he nombrado hayan
sido cómplices de encubrimiento, pero al menos si de ingenuidad o de
falta de malicia. Este astuto oficial golpista que acaba de morir tuvo
la capacidad de embelesar a algunos de sus jefes y de seducir a muchos
subalternos. Esta habilidad le permitió sobrevivir para ser un líder de
los “comacates”. Con esta experiencia le fue fácil luego embriagar a
media Venezuela. El éxtasis continúa despues de muerto como lo indica el
velorio.
Nunca entenderé como un oscuro golpista comunista cargado de odio y de
carisma, que fue descubierto en1984 pudo seguir conspirando hasta dar un
golpe el 4F 1992, ser electo en 1998 y finalmente ser enterrado como un
segundo Bolívar en 2013 e imponernos un nuevo presidente. No podemos
permitir que este Boves del siglo XXI veje a la patria. Al menos al
final le cerraremos el paso.
Después de muchos traspiés en la política, en una alianza no deseada
con los comunistas, los “comacates” están volviendo a aparecer en
escena, ahora con más experiencia. A los comacates ahora en posiciones
de poder no les atrae la idea de ser siquitrillados desde Cuba. Otros
detalles sobre este tema los publicaré más adelante en un nuevo libro
que estoy preparando para continuar mi primera obra “El imperio de
Fidel”. Mi primer libro esta a la venta en exclusiva en las librerías
Tecni-ciencia en todo el país. Les recomiendo leerlo para que se enteren
de detalles desconocidos de nuestra historia patria.
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