TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ 8 de marzo de 2013
Cuando
termine el período de luto por la muerte del presidente el país retomará el
debate arduo, sobre todo por la previsión de convocatoria a nuevas elecciones.
No se trata
de incurrir en citas constitucionales. El asunto no es para sesudos juristas ni
espléndidos exégetas de la Constitución. Funcionamos sobre los hechos que los
órganos del poder público convierten en Derecho o que los voceros del gobierno
atribuyen a la voluntad del presidente fallecido más que al cuerpo de normas
jurídicas de la república.
No podemos
asegurar que las elecciones se celebrarán en 30 días, aunque es obvio que la
prontitud del efecto emocional sobre los votos indique ese sentido. En
cualquier caso elecciones habrá y está claro que se enfrentarán Nicolás Maduro
y Henrique Capriles, con previsibles resultados a favor del primero.
Lo mediato
es otra cosa. Implica la sustitución de un liderazgo insustituible, el
mantenimiento de una política de asistencia social en difíciles condiciones
económicas y una mediocridad evidente en el discurso.
Chavismo sin
Chávez habrá. Será protagonista en la política nacional por mucho tiempo. Eso
no implica una estabilidad en el ejercicio del gobierno ni la imposibilidad en
una evolución del PSUV hacia formas más democráticas de comportamiento.
A mediano
plazo volveremos a estar en la disyuntiva marcada por el entendimiento o no de
modificación de un lenguaje amenazante y de pasos o no hacia la paz social.
También en la aparición de nuevas ofertas sustitutivas en detrimento del
fetiche de la “unidad” y de alternativas que convenzan a los venezolanos de la
posibilidad de incidir de manera mucho coherente en la inclusión social.
Entramos,
entonces, en lo inmediato, en una ratificación de la continuidad chavista en el
poder cuya estabilidad en funciones está por verse, lo que incluirá una
evolución en el seno mismo de las Fuerzas Armadas y de la paciencia popular. Lo
que quiero precisar es que el destino venezolano no está claro en lo inmediato
y muchísimo menos en lo mediato.
En política
se puede intuir, se puede llegar a una visión del futuro y hasta prever las
convulsiones del cuerpo social, pero jamás se puede olvidar eso que se llama
imprevisto.
Mucho más complejo
es determinar la evolución cultural de ese cuerpo social, uno que,
especialmente en su clase media, ha dado muestras de escasez. Las clases
populares tienen al respecto su propia versión, una de inclusión que jamás
abandonará, la cual, creemos, debe ser limpiada de populismo y llevada a los
parámetros que lo conceptual ya ha precisado con extrema claridad en sus modos
y formas de ejecución.
En
consecuencia, el futuro mediato de la república resulta una incógnita, una que
sólo la evolución de los acontecimientos nos irá señalando, unos sobre los
cuales habrá de ejercerse una acción concientizadora de alto vuelo y de
extraordinaria eficacia.
Frente a las
eventualidades del futuro cabe recordar nuestras fallas y omisiones, más que de
eso que podríamos llamar “institucionalidad política”, del cuerpo social mismo.
He recordado de manera insistente que es el cuerpo social el que produce sus
dirigentes y que en el siglo XXI es cada vez más obvia la asunción colectiva de
la responsabilidad y del destino.
Seguramente
la palabra apropiada es “transición”, porque después de la desaparición de un
líder fuerte y carismático como Hugo Chávez, y su sustitución por un liderazgo
colectivo y de poder compartido, debe evolucionarse hacia nuevas formas. No
obstante, los herederos parecen encerrados en fotocopiar y en repetir, lo que a
nuestro entender es una equivocación que incidirá de manera más que negativa en
cuanto a la estabilidad política y la paz social.
Es menester
una oferta de país, un mensaje de construcción de una república posible, uno
que exceda en materia de organización y diseño al mero rescate de los
planteamientos clásicos y básicos de la democracia representativa y hable de un
cuerpo social organizado sobre las bases del conocimiento y de un ejercicio consciente
de la ciudadanía. Es hora de ir hacia la edificación de una democracia del
siglo XXI.
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