Luis Manuel Esculpi 14 de enero de 2014
El desorden y la improvisación en el
gobierno no son sólo de Maduro, pero es cierto que en esos aspectos pareciera
competir para superar a su antecesor. Hace 15 años prometieron reducir la
burocracia y reducir sensiblemente el número de ministerios, muy por el
contrario los aumentaron significativamente y hoy hay 32 despachos
ministeriales, además ha proliferado la figura de los Viceministros donde hasta
ahora hay nada más y nada menos que 115. Imposible recordar la denominación de
todos, no se olvida aquel de la Suprema Felicidad y el recién creado para
atender las redes sociales.
Uno puede imaginar con la “metódica” y
el estilo de gobernar característico el inmenso congestionamiento en las sedes
de gobierno que ocasiona la existencia de ese singular número de Ministros y
Viceministros, como proliferarán las órdenes contradictorias y la proliferación
de memorandos dignos de Ripley, si su comparecencia ante los medios de
comunicación son un verdadero desbarajuste, ¿Cómo será la fisiología interna
gubernamental?
Las contradicciones en el seno del
gabinete no les permite abordar con pleno sentido de responsabilidad la
dimensión de la crisis económica y social que todos los expertos visualizan
para 2014, situación que se agudiza más aún con el fárrago con que operan.
Los recientes cambios o “enroques” no
anuncian una disposición distinta, bastaría el ejemplo del Ministerio de
Educación, donde se ha designado a un personaje que ha pasado por varias
carteras sin demostrar competencia en las funciones para las cuales fue
designado, o la del premio de consolación en el caso de Ministerio de Deportes.
El pasado fin de semana se celebró una
caimanera en el campo del Fuerte Tiuna, aparte de la notable presencia de
connotados “bates quebrados” el desorden y la “inventiva” del juego nos
presentó la imagen como, en “serio”, ya no en juego, asumen la conducción del
Gobierno. En la partida comentada hubo varios hechos originales: la presencia
del Alto Mando Militar en la tribuna presenciando la caimanera, y la merecida
condecoración a los Cabrera, tanto Miguel como Alex.
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