Todo parece indicar que tratarán de imponer, como una política de Estado, más limitaciones a la cultura. Con la destrucción de los valores tradicionales pretenden borrar la memoria histórica de este país. Comenzaron de manera supina a cambiar nombres. Así ocurrió, cuando modificaron la nominación a la autopista Rómulo Betancourt; el derribamiento sin sustituir de la estatua de Colón, el cambio de fecha de la fundación de Caracas y otros tantos actos de ese tipo. Considerados como hechos aislados y transitorios, hasta que apareció el “monumento” a Marulanda y emprendieron a declarar los representantes del Gobierno que, los libros de autoayuda no podrían ser importados porque estimulaban el individualismo, de la misma manera se tilda de capitalista, cualquier obra de la literatura universal. Hasta las películas “gringas” y “europeas piensan quitarlas de algunas carteleras. Venezuela estará peor que Cuba en cuanto a restricciones, de acuerdo a los propósitos de Chávez, con más severidad y oscurantismo que el mismo Fidel. Es el “Oscurantismo del siglo XXI” que emerge con vehemencia, cuando vemos la destrucción de la Biblioteca Chío Zubillaga en Lara, o la quema de los libros de Gallegos. Entretanto, el Estado estimula a través del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, el Premio Internacional que lleva su nombre. Son tan lerdos que hasta esos “detalles” se les pasan.
Hasta ahora, en Venezuela no ha habido un atisbo de revolución ni de redistribució n de ingresos, mejoras a las clases populares que vayan más allá de las canonjías eventuales. Las políticas de Chávez han sido ficticias e inconsistentes con fines publicitarios. De contenidos poco comprenden los “revolucionarios”, ideas no se ven, y originalidad mucho menos. Son loros o cotorras que repiten todo lo que dice Fidel Castro en Cuba. Ésa es la “revolución” que quieren venderle al mundo; de igual forma sucede con los payasos que acompañan ese “proyecto” llamado el ALBA. Es así, como Evo Morales copia a su émulo venezolano, igual que Correa en Ecuador y Ortega en Nicaragua. Los argentinos tienen sus características distintas, y se aprovechan también como Lula de las debilidades de nuestro Presidente, tan “generoso” que regala el patrimonio de los venezolanos, aunque tenga que empeñar los dineros de los ahorristas y endeudarnos a fondo.
Pero el “Oscurantismo del siglo XXI” es un hecho asaz preocupante, aunque difícilmente borrarán la historia de este país en las mentes de sus moradores, pero tristemente arrasarán con nuestro patrimonio cultural, y acabarán con la difusión de nuestra literatura y valores. La “revolución” de Chávez como ya dijimos es destrucción y a Venezuela le costará bastante recuperarse, pasarán años en reconstruirla, en devolverle la paz y buenas costumbres. Ocurrencias insólitas como la quema de libros no debemos consentirlas, serán irrecuperables esas obras. Incluso, tratándose de sucesos aislados, hay que salirle al paso a quienes quizá por su carga de brutalidad, hubiesen echando abajo la Capilla Sixtina , encarcelado a Lorenzo el Magnífico, y desaparecido cuanto vestigio de sabiduría existe del Renacimiento. Así son, y se comportan nuestros “revolucionarios”, constructores del mundo moderno sin poseer discernimiento para distinguir entre lo que es un clásico y un anodino libro del Che Guevara. De ellos se puede esperar cualquier cosa, por eso, quienes nos dedicamos a escribir, debemos cuanto antes pronunciarnos en forma contundente contra la barbarie, olvidándonos que la solución está en aislarse de esta realidad. Pasando agachados, o discurriendo que la cultura con este régimen tiene vida independiente. Aquí todo va con la política, con la libertad y las ideas, nada es separado, ni siquiera la música bonita que tocan las orquestas venezolanas financiadas por la “revolución”. Llegó la hora de fijar posición con dignidad frente al “Oscurantismo del siglo XXI”, que es la alternativa “revolucionaria” diseñada por nuestro “Comandante” para el futuro de la Patria.
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