UNASUR: Gritos y susurros
Agosto 29, 2009
¡Alcahuetes y cómplices! Ni de la OEA ni de UNASUR: nada pueden esperar los demócratas de la región de esta camada castrista. Llegó la hora del relevo. Dios quiera apurarla, para contar con auténticos estadistas, no con los esperpentos que jugaron una vez más a escamotear sus obligaciones constitucionales.
Se escuchó casi en un susurro, dicho por la voz rezagada y temblorosa del presidente Álvaro Uribe. Una acusación del tamaño de una catedral, dicha como al desgaire, que ninguno de los presentes dio por escuchada, a saber: que en Venezuela están instalados Timochenko e Iván Márquez. Una insignificancia: son los líderes fundamentales de las FARC. Dicho así al pasar, mientras esa corte de la mediocridad y la farsantería que con muy escasas excepciones - Alan García, del Perú, y en parte, muy en parte, Michelle Bachelet, de Chile y tras de ellos Lula, el presidente honorario del Foro de Sao Paulo - planteaba algo sensato, contribuían a escamotear el único tema que debió haber estado en la agenda de UNASUR y que sombreó sobre toda la jornada: el asalto a la democracia, que todos ellos en un rasgo de siniestra hipocresía juran representar, y que es perpetrado desde el corazón de Colombia por las FARC con la ayuda y la injerencia de Hugo Chávez y sus aliados del ALBA.
Como unas serviciales marionetas todos los presentes, con la ya dicha excepción del Perú y en parte de Chile y la discreta complicidad de Lula da Silva, le hincaron los dientes al hueso de Álvaro Uribe. Que por razones inexplicables dejó en el tintero las razones de Estado de su alianza estratégica con los Estados Unidos, todas ellas reveladas hasta la saciedad en los documentos de Raúl Reyes. La razón de esa necesaria alianza estaba allí a la vista de todos, corporizada en cada uno de los presidentes presentes y sobre todo de la amable anfitriona, en un papel muy cercano al de una burdeliana administradora: porque salvo los Estados Unidos de Norteamérica ninguna de las naciones de la región están dispuestas a contribuir a la lucha contra las narcoguerrillas colombianas. Ni muchísimo menos a ponerle atajo a la voracidad dictatorial de Hugo Chávez y sus lacayos del ALBA. Tirada en un rincón, parienta pobre de la elegante cumbre de Bariloche, lugar de recreo invernal de la burguesía argentina: los pueblos de América y su doliente deudora, la democracia.
Todos los presentes, salvo Uribe y Alan García, escamotearon el auténtico tema del debate: no la presencia militar de algunos cientos de soldados norteamericanos sino las democracias ensangrentadas por la ingerencia brutal del fascismo chavista, en cuyo proyecto estratégico se encuentra el derrocamiento de Álvaro Uribe y la entronización en Colombia de un gobierno títere que sirva al proyecto imperial del castro-comunismo chavista. En gran medida financiado por el narcotráfico, ante la pérdida de ingresos debido a la caída de los precios del crudo. ¿Por qué tanta preocupación de Chávez, de Correa y de Evo Morales por la presencia de aviones radares norteamericanos operando sobre territorio colombiano? ¿Por qué el horror a que sus conversaciones sean interceptadas? ¿Cuáles son las razones de Estado que hacen imprescindible impedir el espionaje electrónico en la región por parte de quienes espían hasta los suspiros de sus opositores? Por una razón de bulto, disfrazada de soberanismo: porque tales radares contribuirán de manera efectiva a ponerle coto a las FARC y demostrarán las rutas que sigue el narcotráfico desde sus fuentes de producción, procesamiento y distribución, de los cuales Bolivia y Venezuela son base territorial. ¿O vamos a olvidarnos del gremio al que pertenece Evo Morales, del que no oculta ni un ápice? Los cocaleros. Ningún alcance de nombres.
Mientras en UNASUR los presidentes de la región - con la excepción de Alan García todos crías de Castro llegados al Poder por el azar del juego generacional -, insistían en el tema de las bases militares con presencia norteamericana, el fantasma de todos los chovinismos izquierdistas de la región, en Venezuela se enviaba a once trabajadores de la perseguida Alcaldía Metropolitana a una cárcel de alta peligrosidad y se postergaba una vez más la apertura del proceso contra el prefecto de la misma alcaldía, Richard Blanco. Como en el famoso poema del chileno Carlos Pezoa Véliz: en Bariloche “tras la paletada nadie dijo nada, nadie dijo nada…”
Mientras todos los presentes armaban alharaca por la necesidad de constituir una comisión en visita para verificar in situ qué es lo que se traerá entre manos Álvaro Uribe con su alianza estratégica con los Estados Unidos, nadie insinuó siquiera la posibilidad de constituir una comisión de visita para inspeccionar in situ las reiteradas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos que se cometen a diario en Venezuela. Todos, esta vez sin excepción ninguna, hicieron como quien oye llover. Lo mismo que hacen sus embajadores en la OEA, justificando la razón esgrimida por Insulza para no tocar el tema de la dictadura chavista en Venezuela: Chávez no lo autorizaría. Santa palabra que todos los presidentes latinoamericanos obedecen como ley divina. Ni a Brasil, ni a Chile ni a Argentina - ¡incluso ni a Colombia y México, lo que ya es el colmo! - les interesa tratar en la OEA lo que los demócratas venezolanos reclaman a gritos. A los gobiernos latinoamericanos hoy regentes la democracia, de verdad, verdad, les interesa un pepino.
¡Alcahuetes y cómplices! Ni de la OEA ni de UNASUR: nada pueden esperar los demócratas de la región de esta camada castrista. Llegó la hora del relevo. Dios quiera apurarla, para contar con auténticos estadistas, no con los esperpentos que jugaron una vez más a escamotear sus obligaciones constitucionales.
Agosto 29, 2009
¡Alcahuetes y cómplices! Ni de la OEA ni de UNASUR: nada pueden esperar los demócratas de la región de esta camada castrista. Llegó la hora del relevo. Dios quiera apurarla, para contar con auténticos estadistas, no con los esperpentos que jugaron una vez más a escamotear sus obligaciones constitucionales.
Se escuchó casi en un susurro, dicho por la voz rezagada y temblorosa del presidente Álvaro Uribe. Una acusación del tamaño de una catedral, dicha como al desgaire, que ninguno de los presentes dio por escuchada, a saber: que en Venezuela están instalados Timochenko e Iván Márquez. Una insignificancia: son los líderes fundamentales de las FARC. Dicho así al pasar, mientras esa corte de la mediocridad y la farsantería que con muy escasas excepciones - Alan García, del Perú, y en parte, muy en parte, Michelle Bachelet, de Chile y tras de ellos Lula, el presidente honorario del Foro de Sao Paulo - planteaba algo sensato, contribuían a escamotear el único tema que debió haber estado en la agenda de UNASUR y que sombreó sobre toda la jornada: el asalto a la democracia, que todos ellos en un rasgo de siniestra hipocresía juran representar, y que es perpetrado desde el corazón de Colombia por las FARC con la ayuda y la injerencia de Hugo Chávez y sus aliados del ALBA.
Como unas serviciales marionetas todos los presentes, con la ya dicha excepción del Perú y en parte de Chile y la discreta complicidad de Lula da Silva, le hincaron los dientes al hueso de Álvaro Uribe. Que por razones inexplicables dejó en el tintero las razones de Estado de su alianza estratégica con los Estados Unidos, todas ellas reveladas hasta la saciedad en los documentos de Raúl Reyes. La razón de esa necesaria alianza estaba allí a la vista de todos, corporizada en cada uno de los presidentes presentes y sobre todo de la amable anfitriona, en un papel muy cercano al de una burdeliana administradora: porque salvo los Estados Unidos de Norteamérica ninguna de las naciones de la región están dispuestas a contribuir a la lucha contra las narcoguerrillas colombianas. Ni muchísimo menos a ponerle atajo a la voracidad dictatorial de Hugo Chávez y sus lacayos del ALBA. Tirada en un rincón, parienta pobre de la elegante cumbre de Bariloche, lugar de recreo invernal de la burguesía argentina: los pueblos de América y su doliente deudora, la democracia.
Todos los presentes, salvo Uribe y Alan García, escamotearon el auténtico tema del debate: no la presencia militar de algunos cientos de soldados norteamericanos sino las democracias ensangrentadas por la ingerencia brutal del fascismo chavista, en cuyo proyecto estratégico se encuentra el derrocamiento de Álvaro Uribe y la entronización en Colombia de un gobierno títere que sirva al proyecto imperial del castro-comunismo chavista. En gran medida financiado por el narcotráfico, ante la pérdida de ingresos debido a la caída de los precios del crudo. ¿Por qué tanta preocupación de Chávez, de Correa y de Evo Morales por la presencia de aviones radares norteamericanos operando sobre territorio colombiano? ¿Por qué el horror a que sus conversaciones sean interceptadas? ¿Cuáles son las razones de Estado que hacen imprescindible impedir el espionaje electrónico en la región por parte de quienes espían hasta los suspiros de sus opositores? Por una razón de bulto, disfrazada de soberanismo: porque tales radares contribuirán de manera efectiva a ponerle coto a las FARC y demostrarán las rutas que sigue el narcotráfico desde sus fuentes de producción, procesamiento y distribución, de los cuales Bolivia y Venezuela son base territorial. ¿O vamos a olvidarnos del gremio al que pertenece Evo Morales, del que no oculta ni un ápice? Los cocaleros. Ningún alcance de nombres.
Mientras en UNASUR los presidentes de la región - con la excepción de Alan García todos crías de Castro llegados al Poder por el azar del juego generacional -, insistían en el tema de las bases militares con presencia norteamericana, el fantasma de todos los chovinismos izquierdistas de la región, en Venezuela se enviaba a once trabajadores de la perseguida Alcaldía Metropolitana a una cárcel de alta peligrosidad y se postergaba una vez más la apertura del proceso contra el prefecto de la misma alcaldía, Richard Blanco. Como en el famoso poema del chileno Carlos Pezoa Véliz: en Bariloche “tras la paletada nadie dijo nada, nadie dijo nada…”
Mientras todos los presentes armaban alharaca por la necesidad de constituir una comisión en visita para verificar in situ qué es lo que se traerá entre manos Álvaro Uribe con su alianza estratégica con los Estados Unidos, nadie insinuó siquiera la posibilidad de constituir una comisión de visita para inspeccionar in situ las reiteradas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos que se cometen a diario en Venezuela. Todos, esta vez sin excepción ninguna, hicieron como quien oye llover. Lo mismo que hacen sus embajadores en la OEA, justificando la razón esgrimida por Insulza para no tocar el tema de la dictadura chavista en Venezuela: Chávez no lo autorizaría. Santa palabra que todos los presidentes latinoamericanos obedecen como ley divina. Ni a Brasil, ni a Chile ni a Argentina - ¡incluso ni a Colombia y México, lo que ya es el colmo! - les interesa tratar en la OEA lo que los demócratas venezolanos reclaman a gritos. A los gobiernos latinoamericanos hoy regentes la democracia, de verdad, verdad, les interesa un pepino.
¡Alcahuetes y cómplices! Ni de la OEA ni de UNASUR: nada pueden esperar los demócratas de la región de esta camada castrista. Llegó la hora del relevo. Dios quiera apurarla, para contar con auténticos estadistas, no con los esperpentos que jugaron una vez más a escamotear sus obligaciones constitucionales.
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