Debatir transiciones hacia nuevos socialismos
Por: Javier Biardeau R
Fecha de publicación: 26/09/09
Las corrientes que son favorables a una revolución democrática y
socialista en Venezuela comienzan a debatir internamente, no sin
mostrar los bloqueos e inercias derivados de las supersticiones
ideológicas de la izquierda despótica del siglo XX.
Las “transiciones al socialismo” requieren no solo de consignas, sino
de auténtico estudio histórico, de sensibilidad y reflexión crítica,
sobre todo si consideramos las condiciones de los países periféricos,
sus graves desequilibrios y heterogeneidades estructurales, producto
de sistemas económicos altamente vulnerables y dependientes de los
vaivenes en los precios de materias primas, de las corrientes
financieras, comerciales o de inversión cada vez más
internacionalizadas . El Imperialismo clásico ha devenido Imperio
Global del Capital.
Las transiciones al socialismo en las condiciones de la periferia no
se asemejan en nada a las previsiones marxianas, y no pueden ser
objeto para decisiones e ideas temerarias hacia “modelos de
socialismo”, que terminan siendo “calcos y copias” de las experiencias
del socialismo burocrático.
No es lo mismo audacia que temeridad. Desde una agenda que repita bajo
el esquema de propaganda analizado por Tchakhotine (“La violación de
las multitudes”), un consignismo propio de las escuelas de agitación y
propaganda estalinista, no hay futuro alguno para la reinvención
socialista; y lo menos malo en estas circunstancias, es cualificar un
“programa mínimo de conquistas sociales” propio de un avanzado “Estado
Democrático y Social”, análogo a los países con “alto desarrollo
humano”.
Otro camino, sería facilitar lo peor, hacer realidad las distopias del
imaginario orwelliano, mejor retratada por la novela “Nosotros” de
Yevgeni Zamiatin. Los tiempos de la transición son tiempos de
aprendizaje, maduración y de construcción de viabilidades. No hay
necesidad de indigestiones doctrinarias, ni de sacar esta o aquella
receta de baúles enmohecidos.
Hay que aligerar la carga de los sectarismos, para enfrentar los retos
civilizatorios del siglo XXI: la cuestión ecológica, puesta en
evidencia en los recientes informes internacionales sobre el
desarrollo, advertida por comunidades intelectuales de pensamiento
crítico y movimientos sociales desde décadas atrás; la cuestión del
desarrollo a escala humana, pues no hay alternativa post-capitalista
sin “desarrollo humano sostenible”, superando la exclusión, la
terrible desigualdad, la miseria y privaciones que restringen
capacidades y opciones de vida para millones de “condenados de la
tierra”; la cuestión democrática como asunto de participación y
empoderamiento popular, sin la cuál la democracia termina siendo un
“teatro de sombras” manejado por “elites de poder”; la cuestión
intercultural para el diálogo de civilizaciones, culturas y naciones;
y la cuestión socioeconómica, por modelos de economía social y humana,
dejando atrás falsos dilemas entre planificación centralizada y
mercado, entre monopolio estatal o supremacía de las corporaciones
privadas de los recursos productivos, entre la falacia desarrollista,
su imaginario de opulencia, y quienes son aprendices del Ministerio
orwelliano de la Abundancia (Minindacia) , encargado de que la gente
viva en escasez, al borde de la subsistencia, presionados por la
clientelizació n de sus necesidades fundamentales.
El asunto de la transición no remite a debates estériles entre
sectarismos trotskistas, estalinistas, leninistas, maoístas,
guevaristas, y demás variantes derivadas de la revolución teórica
marxiana. El asunto es la reinvención del patrimonio crítico del
ideario socialista, democrático y libertario en su conjunto. Para
provocar no solo un movimiento de “aceleración evolutiva” en los
términos de Darcy Ribeiro, sino un salto civilizatorio frente a la
barbarie, que se ha instalado imperceptiblemente y a cámara lenta
desde tiempo atrás.
El balance de inventario sugiere la necesidad de la articulación de
“capacidades políticas, científicas, técnicas y humanísticas”, del
acuerdo de actores, movimientos y fuerzas sociales mostrando
disposición al aprendizaje, a la creación, a la crítica. La existencia
de premisas políticas e institucionales para abordar el debate
socialista es solo un diminuto eslabón de esfuerzos más amplios, para
ampliar los espacios de libertad, de cara a principios y valores
irrenunciables presentes en la Constitución de 1999.
El eslabón clave de este proceso no es el adoctrinamiento
difusionista, ni el monopolio estatal de medios de producción, ni la
degradación de la esfera pública y del espacio político a simple
politiquería de ventajas tácticas y cortoplacismo. Las ideas para una
democracia socialista son eslabones claves de la transición. No es lo
mismo un proceso popular constituyente, participativo y protagónico,
que la “acción de gobierno”, pues los limites del aparato
administrativo (incluso funcionando como una aceitada burocracia
weberiana) no pueden sustituir jamás la construcción de una voluntad
colectiva nacional-popular para el cambio.
Sin la superación del imaginario del colectivismo burocrático,
despótico, oligárquico, retratada en el 1984 de Orwell, o en el
originario “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, cualquier transición
socialista no deja de ser una simple impostura.
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