¡Y hágase su voluntad!
No hay que engañarse respecto del propósito destructivo del régimen. Para Chávez es más fácil resurgir de la ruina que está soliviantando y luego exhibirse como redentor de los pecados cometidos por "los otros" que estimular el trabajo productivo. Piensa que partiendo de la devastación, por cierto iniciada hace diez años, puede implantar una sociedad oscura e intervenida como la de Cuba. Su prioridad no es otra que lograr el poder político suficiente para exhibirse como el inequívoco sucesor de Fidel. Para los dictadores el progreso colectivo y el bienestar personal no son cuestiones prioritarias. Señalaba Saddam Hussein que siempre había que someter al pueblo a "un poquito de hambre" pues la saciedad plena era peligrosa para la estabilidad del régimen.
¿Qué tiene que ver el párrafo anterior con la Ley de Educación?. Cualquier análisis de la sociedad en su conjunto tiene su epicentro en el sistema educativo. Si bien es cierto que nuestros jóvenes y adultos entienden las virtudes de la libertad porque, con todos sus defectos, la han vivido, también lo es que el plan marxista del gobierno está pensado para implementarse a largo plazo. Chávez demostró que sabe esperar. Conspiró en la Academia Militar durante 20 años buscando el momento oportuno. Que muchos, ahora arrepentidos, cifraran sus esperanzas en un militar golpista es otro asunto. Ciertamente con la promulgación de esta ley de educación se demuestra una vez más que luego de años de espera ¡se hizo su voluntad!.
En artículo publicado en este diario el 6 de julio de 2006, el cual se reproduce a continuación, me había referido a la inexorable conexión de todo el ámbito social con el sistema educativo.
CONTRACORRIENTE EDUCATIVA
El ejercicio de la educación pública y privada en el país había sido hasta hoy relativamente democrático. Ahora fuerzas extrañas teñidas de revolución intentan implantar cambios de envergadura en la intendencia y control de todo lo relacionado a la enseñanza. Esa ocurrencia, subproducto de la prepotencia irracional del poder sustentado por los petro-millones, nos lleva al ostracismo más craso mientras las naciones avanzadas, en concertación con la familia, propenden la autonomía educativa como única vía para optimizar el progreso y la libertad. La calidad de la producción del conocimiento constituye en esos países más del 50% del producto bruto y su tasa de crecimiento es casi tres veces más que la de otros bienes y servicios. Daniel Bell define al conocimiento como el recurso estratégico más límpido al alcance de todos para propiciar la libertad efectiva. El régimen, por contrario, ansía monopolizar su adjudicación y uso como avío para controlar mentes y voluntades.
Este enfoque autocrático impide a los burócratas del proceso visualizar la ineludible correlatividad entre educación y trabajo. La naturaleza de cualquier economía se refleja en la labor que ejecuta la gente de acuerdo al carácter formativo que ha elegido y en los bienes y servicios que produce. En los países libres no existen comités de cultura encargados de redactar instructivos ocultos para el adoctrinamiento y simbolización de las masas. La campaña desplegada por Chávez en 1998 suministró algunas vislumbres de lo que era de esperar en materia de empaquetamiento de conciencias. Sólo los incautos desestimaron que el control mediante la persuasión tarifada pudiera llegar a tal punto.
Se pretende sustituir nuestra tradición educativa por un modelo rancio e invasivo. El rígido control encarnado por el nazismo y el fascismo representado por el establishment militar de entonces es lo más parecido a esta pretensión. La doctrina beligerante del proceso, alejada del universo de las luces, se esmera por glorificar la violencia. Uniformidad de los atuendos, consonancia de las palabras, mímicas fanáticas, consolidados por la promesa presidencial de entregar 15.000 fusiles rusos a jóvenes sin formación conclusa, procuran acabar con 150 años de práctica docente civilizada. El aparato militar bolivariano, contrario a épocas de paz, entrena personal por decenas de miles para consignarlos a destinos penosos. Entretanto asimilamos con normalidad que grupos armados ocasionen la muerte de miles de almas inocentes al año.
Miguel Bahachille M.
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