4/10/09

ASISTIMOS AL VELORIO DE UNA “REVOLUCION”

“Es característica del hombre que él solo tiene sentido del bien y del mal,
de lo justo y de lo injusto, y similares,
y la asociación de los seres vivientes que tienen este sentido
hacen una familia y un Estado.”

Aristóteles

Alberto Rodríguez Barrera
Las tentativas revolucionarias, en el sentido completo del término “revolución”, han fracasado en el mundo, sus victorias son raras. La Unión Soviética defraudó la idea de “un socialismo con rostro humano”; China batalla incorporando los principios del capitalismo para salir del persistente fracaso económico, evidenciando que el totalitarismo es cada vez menos excusable; Cuba es una lástima, hogar del oportunismo chulo y pordiosero. El común denominador de estos desperdicios ha sido la suspensión de la libertad, que justifican bajo supuestos imperativos de una disciplina de producción, que en la práctica no ha sido más que supercherías e improductividad, para decir lo menos. Lo que les ha “funcionado”, por el sadismo de la sumisión colectiva, ha sido la dictadura política, omnipotencia que se disfraza de propaganda infinita estilo “lavacerebros”, que se hace acompañar por un atajo de incapaces, insignificancias humanas que aplican un terrorismo moral, intelectual y físico, opresor y opresivo, chapoteando en una pobreza anárquica, tal como es la asesoría castrista importada degradantemente por el chavismo para la castración psico-física de los venezolanos.

Son hechos comprobados, no una cuestión de buena o mala voluntad, como bien puede confirmarse en vivo y en pleno desarrollo con el chavismo arremetiendo contra Venezuela y los venezolanos. Aquí, como allá, las mentes sanas a favor y en contra admiten el fracaso, desdeñan este “centralismo” exacerbado que osan llamar “democrático”. Es un conocimiento general que ninguna socialización progresa sin libertad, que sin libertad de expresión se aniquilan los procesos, porque conducen al peligro de la insensatez, además de desvirtuar los mismos fundamentos de cualquier ideología decente. No se le hace honor al término de socialismo cuando se aplica un “socialismo económico” sin democracia política, ya que se elimina el derecho de iniciativa, de control, de crítica, negándosele a los ciudadanos ingerencia en las decisiones y el poder, silenciando las grandes opciones –junto con los gigantescos errores- que determinan el destino de varias generaciones, prefiriendo regodearse en una egolatría que define e impone el absurdo del totalitarismo.

El dirigismo represivo genera más subdesarrollo. El chavismo está demostrando, una vez más, que no es posible instaurar un socialismo económico dentro de una dictadura política, y logran tan sólo llegar con rapidez a la caricatura y a la tragedia, volviéndose ineficaz y policial. La dura verdad es que el socialismo todavía no existe en ninguna parte; ni siquiera ha habido un modelo a seguir. Nunca fue verdad que el “imperialismo” fuera sólo capitalista; el comunismo soviético y chino también intentaron doblegar a pueblos débiles, para beneficios económicos y políticomilitares.

Los ciudadanos del mundo aun esperan una “revolución” que consista en la creación de una igualdad real entre los hombres y la invención de instrumentos políticos que permitan la orientación de su destino. Pero más claro aun resulta que la concentración de poderes –político, económico, militar, tecnológico, judicial, constituyente, cultural, informativo- en manos de una oligarquía o una monarquía (Stalin, Tito, Castro, Chávez) es el último de los medios susceptibles de producir una revolución. Este tipo de Poder –heroico o mediocre- no tiene las cualidades necesarias para resolver la problemática de las sociedades modernas. La línea política más clara para la crítica pertinaz es el resultado que ya refleja claramente el chavismo: una situación que anhela y se desvive por la concentración del Poder, asegurándolo de más en más y la aparición de menos en menos de las soluciones que la sociedad sigue esperando, ahora con más ahínco.

La autoridad sube, junto a la corrupción, y la competencia desciende, junto al dejo. Y todo se desliza hacia una sociedad más dominada y menos gobernada. No importa que uno u otro sistema social sea mejor sobre el papel o en la cotorra, pero otra cosa es que a quien le cortan brazos y piernas se le bautice como jugador de béisbol. El chavismo está lleno de atletas de esta naturaleza, con tribunas de “cheerleaders”, pero como la realidad social maneja otras consideraciones: no hay duda de ninguna especie que el chavismo no reúne los valores suficientes ni para la “revolución” que se propone ni para lo que Venezuela necesita, ahora más que ayer.

Venezuela posee un nivel envidiable aun y excelentes perspectivas de prosperidad, por más que el chavismo busque restringirla a una cajita personal. Pero tal prosperidad está condicionada dentro de un planeta acelerado en tecnología avanzada, donde hay una verdadera revolución en marcha. Los venezolanos debemos distinguir el futuro como matriz. Hay un denominador común poco visible y que no se limita a la tecnología, pero sin tecnología no se pueden aplicar las soluciones de cambio.

Todo el mundo busca el centro “donde están las cosas”. Esta sensación es un fenómeno capital. Sociedades hay donde impera la idea de que nada sucederá, porque suscitará el freno automático, pero tal idea también pasa imperceptible. El chavismo no está tomando buena nota de esta niebla impalpable, impresionista. Pero se perciben con claridad las diferencias de comportamiento entre los individuos, hojas cambiando de colores por el viento que sopla; en el seno de la movilidad puede su destino mejorar las cosas, aún dentro de la viscosidad, lo cual sucede deslizándose entre las cosas. Es un sentimiento que parte de ciertas causas (vetustez administrativa, privilegios económicos, deshonestidad política) y termina convertido en una causa que sostiene a las anteriores.

La resistencia al cambio ha disminuido considerablemente. Debemos ahora aplicar un modelo cuya concepción supera al chavismo.

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