L es garantizo que es más sencillo llevar electricidad a una ciudad que
educar a los niños y jóvenes de cualquier centro poblado del país. Quien
puede lo mucho, hace lo poco, dice el refrán. Por corolario, quien no hace
lo poco menos puede con lo mucho. Las ineficiencias del Gobierno en la
prestación de servicios públicos y la construcción de viviendas, es decir,
en la ejecución de políticas que por su naturaleza son mucho más
estandarizadas y con grados de incertidumbre mucho menores, evidencian que
si no pueden con esos, pues menos pueden en tratar de mejorar servicios tan
complejos como los educativos y de salud.
Las obras físicas e, incluso, el mundo de los negocios y la economía tiene
indicadores precisos desde los cuales orientar su acción. Saber cómo van las
cosas, cuántos metros de presa se han construido, cuántos kilovatios se
producen y trasmiten o cuánto fueron las ventas el mes anterior, es mucho
más sencillo de conocer que cuántos de los 500.000 niños que pasaron de
primero a segundo entienden lo que leen, o cuántas fueron las personas que
dejaron de fumar gracias a las campañas preventivas de salud.
El gerente social, llámese ministro o director de escuela, cuando no docente
de aula, debe construir sus indicadores de gestión e impacto para saber cómo
van las cosas.
Si no los produce o son engañosos porque tienen por fin dar la impresión de
que todo va bien, sencillamente, conduce aquello a ciegas, con todas las
ineficiencias y sorpresas que ello supone y, además, sólo se entera de que
las cosas van mal cuando los niños repiten o desertan, los pacientes se
enferman de cosas que se presumían controladas o superadas. Cuando no ocurre
algún escándalo público por una intoxicación colectiva en un preescolar, la
contaminación de pabellones, la muerte inexplicada de neonatos, o cualquiera
de las muchas noticias de este tipo que todo los días cubren las páginas de
los periódicos.
Si en los indicadores de gestión no se puede dar cuenta de buenas prácticas,
se debe recurrir a indicadores gruesos, de tendencias inerciales, de grandes
promedios que esconden las diferencias y las desigualdades territoriales,
para continuar montando cuadros de armonía.
Engañar u ocultar con cifras es de los deportes más utilizados por los
gobiernos. Tal insinceridad no importaría si por lo menos se contara con los
indicadores que sí les dan razón a las burocracias sociales de dónde están
las fallas para que, entonces, se corrijan. El problema no es que las cifras
se ocultan o maquillan, es que no se tienen.
¿Sabe el ministerio cuál ha sido el rendimiento de las distintas promociones
educativas? ¿Saben los gerentes del IVSS cuál es el nivel de sus pensionados
más allá de que se supone que cobran una pensión? ¿Saben los ministros de
Tecnología e Industria cuánta capacitación reciben los trabajadores en las
pocas empresas manufactureras, y los niveles de actualización tecnológica?
Y, además de saberlo, ¿alguien tiene por allí un plan que no sea intuitivo o
una simple ocurrencia de domingo al mediodía? La complejidad de las
mediciones, los indicadores y sus verdades, junto con los problemas para
programar o planificar planes atados a seguimientos, hacen que sea mucho más
difícil la gerencia en el área social que en cualquier otra.
Si hoy nos falta el agua, la electricidad y la basura nos traga, téngalo por
seguro que las escuelas, los liceos y el sistema de salud están mucho peor.
Todos los pueblos del mundo que han lidiado por la libertad,han exterminado
al fin a sus TIRANOS ". Simon Bolivar ...24 de marzo de 1814.
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