6/12/09

¡HEIL, LUISA ESTELA!

El 2 de diciembre del 2007 se le sorprendió votando NO ante el fraudulento plebiscito constitucional con el que el teniente coronel pretendió ahorcarnos con nuestra propia cuerda: liquidar la separación de poderes y convertir la presidencia en una dictadura vitalicia. Hasta ese día y a la hora de la fotografía que la mostrara en sus últimos resquicios de humanidad y decencia, la presidente del TSJ tenía archivada en su memoria las enseñanzas que le inculcaran en la escuela de derecho en que se licenciara en leyes. Y un elemental residuo de la tradición política de la democracia fundada el 23 de enero de 1958. Esa que permitiera el colmo del soberano ejercicio de la separación de poderes: enjuiciar a un presidente por una burusa, separarlo de la primera magistratura y encarcelarlo.

¿O es que la desmemoria de Luisa Estela Morales es de tan insólita envergadura que olvidó el país en que nació, se educó, obtuvo su título, hizo carrera, fundó su propia familia y continuó la tradición copeyana, caldereana y herrerista en que fuera criada en San Felipe, Estado Yaracuy? ¿O nos va a salir ahora con que se crió en la academia militar, abrevó en las fuentes del nazismo cuartelero venezolano, se educó en la escuela de la traición golpista y le ha vendido el alma al diablo totalitario por un plato de lentejas y ciento cincuenta mil asesinatos, como el déspota al que sirve por razones que sólo ella conocerá y que nosotros atribuimos a su descomunal oportunismo y a su carencia de ética y patriotismo?

Jamás hubieran imaginado Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba que en la república liberal democrática que fundaran, una mujer educada bajo sus predicamentos liberales y democráticos – que obtuviera el derecho a votar de Rómulo Betancourt en 1945, para que no lo olvide – desde el más alto solio de la jurisprudencia nacional abogaría por la anulación del poder soberano que en una justa separación de Poderes, propia de la tradición occidental desde Montesquieu, le corresponde a la Justicia, al Parlamento, al Ejecutivo y al llamado Cuarto Poder.

Que nada más y nada menos que una presidente de la Corte Suprema de Justicia se arrodillaría ante el Führer criollo y abogaría con todo desparpajo y sin que se le arrugue el semblante por un Estado totalitario en Venezuela. En el que la Justicia se convierta en hacienda exclusiva de un teniente coronel. Juez Supremo, Fiscal General, Asambleario omnipotente y Defensor del Pueblo, como sólo sucede en los estados totalitarios. Amén de propietario de la república y director general de los únicos medios en ejercicio.

La única explicación posible, amén de la debilidad moral de la susodicha, radica en el rumor que corre por tribunales desde hace algunos meses. Será defenestrada, así jure fidelidad eterna, el brazo en alto, ante el caudillo. Y su cargo pasará a manos de una jaladora planetaria, esa sí auténticamente profesional y descarada: la "revolucionaria" Cilia Flores.

Ay Dios: ¡qué bajo has caído, Venezuela!

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