por: JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA
El Presidente de la República de Venezuela cayó desde hace años bajo el hechizo de Fidel Castro, por cuya adoración se ha extraído del alma todo sentimiento de respeto a la dignidad de los venezolanos. Convertido en un cubano chocante no oculta sino, por el contrario, hace alarde reiterado de su traición a la patria donde nació y de servilismo al gobierno de Cuba, su país adoptivo. En su caso el hechizo no se debe, como sucedió en España con el Rey Carlos El Hechizado, a una debilidad física y mental, lo que resulta evidente por su desarrollo corporal y psíquico. Es más bien un embrujamiento originado en la empatía ideológica, que ha producido en él una especie de regresión inconsciente a la etapa de la vida en que el niño depende fundamentalmente del padre, de cuya mano va para sentirse seguro. Su identificació n y dependencia espiritual del padre lo ha llevado a mirar sólo por sus ojos, a seguir ciegamente sus consejos e instrucciones en política interior e internacional e incluso a imitarlo en todo: en el estilo de mando, en su sistema de vida, en su relación con las mujeres, en sus gestos corporales y hasta en el acento. A tanto ha llegado la compenetració n con el padre que no cuida las formas ni guarda la compostura exigida por el cargo que desempeña. Está entregado al padre proclamando sin reservas su sumisión filial. Por esta conducta suya seguramente pasará a la historia con el apodo de Hugo El Cubano, para que las futuras generaciones relacionen su gobierno con la etapa vergonzosa en que los venezolanos hemos sido humillados por el presidente cubano que se nos metió de contrabando, haciéndonos quedar en ridículo ante el mundo.
La última demostración por ahora de que merece ser llamado para siempre Hugo El Cubano ha sido el espectáculo ofensivo a la dignidad nacional representado en dos actos este mismo mes. Primero los ministros cubanos se trasladaron en pleno a Caracas para recabar personalmente los informes que le debieron rendir sus lacayos en Venezuela, a cargo de las extensiones del gobierno cubano que aquí llamamos ministerios. Días después se trasladó a Cuba el presidente cubano de Venezuela a recibir instrucciones de su padre Fidel, con quien, según sus propias palabras, pasó siete horas, nada menos, revisando distintos temas. Lo que no ha sucedido sólo esta vez, porque él mismo confiesa que lo hace con bastante frecuencia. Terminada la cuenta exhaustiva y ya de vuelta en el país expresó, para completar la humillación de los venezolanos, lo siguiente: “Fidel me dijo: Dile a Ahmadineyad que llegar a Venezuela es como llegar a Cuba.” Desde luego, porque para comenzar Cuba y Venezuela tienen presidentes cubanos. Y Venezuela está bajo el gobierno de una legión de cubanos indeseables que han sustituido a los venezolanos o los tienen en posición subalterna.
Tener un presidente cubano de Venezuela es ya un desafío a la hombría de los venezolanos. Que además el presidente cubano de Venezuela nos traiga una legión de cubanos indeseables para que gobiernen el país es una afrenta inaceptable. Pero si encima el presidente cubano de Venezuela barre el suelo con el honor de los venezolanos por su relación paterno-filial con Fidel Castro, dejándonos en ridículo ante el mundo entero, es ya una humillación imperdonable. Simplemente nos está escupiendo seguido en la cara para poner en evidencia que el venezolano de ahora no es un bravo pueblo, como proclama el himno nacional, sino una manada de cobardes, sin honor y sin vergüenza, comenzando por los militares. Y en verdad este es el concepto muy merecido que se tiene del pueblo venezolano en el extranjero.-
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