24/1/10

Chávez marxista

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.- Groucho Marx

Es sorprendente la revelación del presidente venezolano de declararse marxista y de reconocer que nunca leyó a Karl Marx, ni menos, obviamente “Das capital” el libro fundamental. Pero, al mismo tiempo, se declaró cristiano (en contradicción a Marx quien era judío) y no sería raro que ni siquiera haya leído el catecismo. Esto, sin duda, lo hace ignaro tanto en la filosofía humanista de Marx como en la moral cristiana del evangelio.

Se dice que, en especial en América Latina, existen muchos marxistas que o no leen a Marx por flojera mental, o porque el C. I. es muy bajo para entenderlo. El afán de penetrar, de poseer, un marco teórico para el accionar político hace que muchos de estos individuos, como Chávez, recurran a “manuales” conceptuales como los de Marta Harnecker o Heinz Dieterich (2009), para decir a los cuatro vientos soy marxista, enredándose en una verborrea que finalmente no les permite entender que el método marxista consiste en considerar el materialismo histórico y la dialéctica como las herramientas filosóficas que permiten al marxista entender la realidad actual, no la de ayer, en especial en términos de crisis de funcionamiento del capitalismo.

Para entender “Das Capital” hay que adentrarse profundamente en la teoría de la Plusvalía (y de paso leer a Ludovico Silva, quien trabajó con la “Plusvalía Ideológica”, cuestión que tan bien maneja Chávez pero, sin saber por qué). Lo que es cierto es que “la teoría la plusvalía, dado su carácter central, elimina toda pretensión científica de centralizació n y de dominio concebida desde el interior de la teoría del valor. Es así que la teoría de la plusvalía multiplica el antagonismo en el terreno de la microfísica del poder. Y, que la teoría de la composición de clase refunda el problema del poder en una perspectiva que no es la de la unidad, sino la de la multiplicidad, la de las necesidades, la de la libertad” (Guerrero, p. 13; 2009), cuestión que Chávez rechaza de plano y, además, parece no entender, así como no lo entienden sus supuestos asesores si es que los tiene, entre ellos, a algún marxista.

Marx define el concepto Mercancía, algo central a su trabajo pues de allí sale el concepto de plusvalor, como el cúmulo de bienes que crean la riqueza. La naturaleza de la mercancía, según Marx es bifacética; es decir, Marx señala como en la mercancía están contenidos dos tipos o formas del valor, el valor de cambio y el valor de uso, el trabajo que produce una mercancía también contiene dos facetas diferentes, dos “caras de la misma moneda”. Una, como trabajo concreto o trabajo útil, creador de valores de uso, y otra, como trabajo abstracto, creador de valores de cambio.

“Todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en un sentido fisiológico, y es en esta condición de trabajo humano igual, o de trabajo abstractamente humano, como constituye el valor de la mercancía. Todo trabajo, por otra parte, es gasto de fuerza humana de trabajo en una forma particular y orientada a un fin, y en esta condición de trabajo útil concreto produce valores de uso [...]” (El Capital, p. 43, 2000)

En este punto, solo debemos decir que Marx ni siquiera vislumbró el trabajo de la robótica que existe en la actualidad, incluso en las industrias que Chávez se está encargando de cerrar o expropiar según sea el caso y según sean sus designios.

Marx continúa, al respecto, diciendo que:

“ En un comienzo, la mercancía se nos puso de manifiesto como algo bifacético, como valor de uso y valor de cambio. Vimos a continuación que el trabajo, al estar expresado en el valor, no poseía ya los mismos rasgos característicos que lo distinguían como generador de valores de uso. He sido el primero en exponer críticamente esa naturaleza bifacética del trabajo contenido en la mercancía [...] este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política” (El Capital, p. 43, 2000);

Lamentablemente, y a confesión de partes, relevo de pruebas, Chávez ha confesado no haber leído a Marx ni haber leído siquiera el Catecismo, de allí podemos desprender, sin duda, sus aberradas decisiones económicas que no entienden el principal concepto mercancías, referente a cosas, bienes, y producción y menos entiende el concepto cristiano de la caridad.

La mercancía es, por una parte, una cosa, y por otra parte una cosa que tiene precio. Ser cosa –o bien, u objeto exterior es lo mismo que tener “valor de uso”, es decir, consiste en su cualidad o conjunto de propiedades naturales que se manifiestan en su utilidad, aunque dichas propiedades “naturales” no dejen de estar determinadas históricamente. Por otra parte, su precio no es sino una forma de tener “valor de cambio”, algo que presenta una dimensión cuantitativa inmediata, que se puede y debe medir (aunque esas medidas se desarrollen también de forma históricamente cambiante; por ejemplo, en unos años más el valor del barril de petróleo será ínfimo por no tener uso. Y, si se perpetúa su extracción sería antinatural pues éste no serviría para sus propósitos que fundamentalmente es la energía).

Por su parte, el valor de cambio de la mercancía parece una contradicción (contradictio in adiecto, dice Marx en Das Kapital) pues la mercancía no tiene uno sino múltiples valores de cambio. En efecto, cuando se dice que una unidad de la mercancía X “equivale a una cantidad a de la mercancía Y, o a una cantidad b de la mercancía Z, etc., salta a la vista que todos estos valores de cambio no son sino “formas” de un contenido diferenciable, expresiones de un algo que es común, que es igual, algo de la misma magnitud presente a la vez en las dos cosas que se comparan en cada caso. Pero ese algo no puede ser una propiedad corpórea o sensible de la mercancía en cuanto cosa, porque todas las propiedades de este tipo que caracterizan a los distintos bienes sólo sirven para distinguirlos entre sí, no para igualarlos. Por consiguiente, si abstraemos de los diferentes valores de uso todas esas propiedades, y no dejamos ni un ápice o átomo del valor de uso, a las mercancías sólo les puede quedar una cosa en común: la propiedad de ser todas ellas producto del trabajo”.

Ahora bien, dice Marx, citado por Guerrero, (2009) el trabajo que es común a todas las mercancías es el trabajo humano indiferenciado, el trabajo abstractamente humano. Por tanto, la sustancia que se manifiesta en los valores de cambio es algo distinto del valor de cambio: es el valor de la mercancía. Y el valor de cada mercancía, este valor mercantil que subyace a los valores de cambio, es una sustancia social, la cristalizació n de esa sustancia social común. No es por tanto una sustancia natural sino supranatural, abstracta o suprasensible, y hace de cada mercancía no la mera cosa que es sino también una gelatina homogénea de trabajo, una crisálida social general con una objetividad espectral.

En definitiva, Marx plantea que el trabajo es, lo que finalmente, le da valor a la mercancía, tenga este uso o no. Así por ejemplo si un individuo se ocupa de fabricar vasos pero no les hace la boca por donde colocar el líquido y luego beber, nos encontraremos que en el proceso hubo varios trabajos, desde la extracción de la materia prima, pasando por su transformació n primaria, hasta llegar al vidrio que permite hacer el vaso. Seguramente Chávez, le pondría precio a ese vaso y, es más, se lo fijaría para “evitar la especulación” aunque nadie se lo compraría porque no tiene uso y por lo tanto su valor es cero desde ese punto de vista; en ese caso él podría calificarse de marxista aunque no haya leído a Marx.

Chávez, sin duda, no entenderá esto, y yo no me explayaré más porque necesitaría al menos 200 páginas para explicar este “pequeño” detalle del valor y, aún así, me costaría decirle: Comandante, no lea El Capital pues es más difícil que el diablo y es más contradictorio que usted en el Laberinto.

Referencias

Guerreo, D.; El Capital de Marx; p, 13

Marx, K; E l c a p i t a l; Libro primero, volumen 1, sección 1.

Harnecker, M. y Dieterich H.; Filósofos marxistas
Autor: Mario H. Concha Vergara

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