Por: Freddy Núñez
Once años destruyendo al país comienzan a pasarle a Chávez una gorda factura. Los espacios para maniobrar que le quedan son los mismos, pero mas desgastados.Un discurso que atribuye al imperio la culpa hasta de la porqueriza en que se ha convertido Caracas, pasando por la delincuencia incontenible, y por convertirnos en un país risible cuando no despreciado en el plano internacional.
Tiene urgencia de inventar nuevas estrategias que impidan a como de lugar que se concrete lo que luce inevitable, que la oposición democrática gane la mayoría en la asamblea nacional y comience a reconstruir el país.
Intentó con fuerza la idea de una guerra con Colombia, creyendo que el pueblo se iba a sentir identificado con su disparate, e iba amalgamarse en torno suyo. Pero el pueblo vio claro la jugada y no contó con nadie para esa estúpida aventura.
Ahora cierra otra vez a Radio Caracas televisión, contando con que sectores desprevenidos de la oposición pisen esa otra concha de mango y salgan a loquear a la calle, a guarimbear.
Chávez necesita producir caos, que aparezca un muerto producto de la violencia irracional, para justificar alguna medida extraordinaria, hablar de conmoción nacional, de problemas de seguridad pública, de suspensión de garantías o quien sabe que, todo orientado a la posibilidad de impedir que se siga construyendo esa avalancha que lo arrollara en septiembre.
A Dios rogando y con el mazo dando. Hay que protestar nacionalmente, hay que actuar legalmente dentro y fuera del país, hay que organizar manifestaciones de diverso tipo para repudiar su ataque frontal contra los medios, contra las empresas, contra los venezolanos, pero ¡ojo!, teniendo claro que todo debe conducir a arrebatarle la asamblea nacional y a cambiar focas indignas por venezolanos que trabajen por todos
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