26/2/10

Áxel Capriles M. // La implosión

Ni la sumisión cubana ni el desenlace democrático feliz
"¿Y tú qué crees que va a pasar?", tal vez sea la pregunta que más nos hacemos los venezolanos, hoy, los unos a los otros, una interrogante soltada, así, de buenas a primeras, como un buenos días, como si cada quien fuera un oráculo, como si un encuentro casual a las diez de la mañana pudiera dar la clave para saciar la ansiedad para entender el destino. Cada cual busca en la palabra del otro un mensaje, una brújula, la señal para resguardar a los hijos del crimen y huir del país en estampida, el signo para seguir luchando y conquistar decididamente la Asamblea. En el fondo, es un anhelo por descifrar las fuerzas ocultas tras la espiral del silencio, por descubrir los indicios de las rupturas latentes. Porque si de algo estamos seguros todos, es de que el final de este extraño período de nuestra historia no será convencional. Ni la sumisión cubana ni el desenlace democrático feliz. Todo pareciera apuntar, más bien, a cambios abruptos después de una implosión.

La imagen física de una onda expansiva que comprime el núcleo de la materia hasta que alcanza su estado crítico o que produce el colapso y desplome de una edificación que no tiene nada que la contenga por dentro, es mucho más sugerente que cualquier hipótesis económica o política. La parálisis precederá a la implosión. No se trata, sólo, del deterioro y de la incompetencia, de que Sidor haya pasado de producir 30 mil toneladas de cabillas mensuales a cinco mil, de que otras piezas de nuestra infraestructura básica dejarán de funcionar o de que el gasto público requerirá más de 18 mil millones de dólares para crear apenas un punto del PIB, sino que los procedimientos nos irán asfixiando en un demencial proceso kafkiano. Todo el país es una carpeta de solicitud de dólares de viajeros a Cadivi, un exceso burocrático que raya en el chiste, una hipérbole de actos inútiles que nos inmovilizan. Y amarrados por inverosímiles trabas propias del tiempo de los Habsburgo, nos exigen que nos movamos bajo amenaza y coacción.

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