26/2/10

CONMOCIÓN SOCIAL

Para los crédulos e incrédulos en este país pudiera ocurrir una conmoción social con perdidas de vidas incalculables. Ya ocurre en entregas por capítulos, cuando vemos o escuchamos en forma directa los testimonios sobre muertos y asaltados como resultado de la inseguridad. Ya van once años, como si en esta nación no existiera un gobierno, y en la cotidianidad se ha hecho común la inseguridad, la escasez de alimentos y productos de primera necesidad, la falta de limpieza y reparación de las vías, la precaria atención médica en ruta de extinción, los servicios públicos a punto de colapsar: Luz, agua, etc. Paremos de contar porque todo se está cayendo, o lo está derrumbando esta maligna “revolución”. El majestuoso puente sobre el lago serpentea por falta de mantenimiento, hasta el caraqueñísimo “Calvario” le cambiaron el nombre por fatuidades. Hay que tumbarlo todo, inexcusablemente así es la “revolución”. Qué carajo de revolución, sin ideas, ni proyectos, sin hombres y tampoco probidad. ¿Quién podrá creer en ella, acaso existe? Son once años más que perdidos, de deshonra, de mal vivir en un país dividido en dos pedazos, entre gente decente e indecente, que llegado el momento tendrán que dilucidar las cosas porque si esto colapsa la algarada social será inevitable.
Quién para a un pueblo sin comida, sin agua, sin luz y anarquizado, pues nadie. Cuando un gobierno no le garantiza al ciudadano nada, no es un gobierno; aunque hayan algunas formalidades que aducir, pero once años de inestabilidad es mucho para los disidentes y no disidentes. Es el desafío de vida lo que se plantea, la sobrevivencia cuando ya se han agotado todas las sendas posibles y no se vislumbra nada, ni hay un liderazgo oficial ni lo hay opositor con una inmensa disidencia buscando los resquicios que le permitan subsistir en este medio inhóspito. Los oficialistas siguen a su patrón preservando sus “trabajos” y la disidencia con resignación ocurre a la “dirigencia opositora”. Esa realidad no tiene parangones históricos, un caudillo con gente comprada y una oposición sin dirigencia, que se asoma únicamente para acudir a elecciones. Mientras tanto, el oficialismo sólo “cristaliza” fracasos en once años. Dos muertos que andan juntos y que constituyen una antinomia inevitable. Es la sociedad abstraída que piensa en soluciones mágicas, vengan de donde venga, la que pondrá el punto final a esta situación, cuando adviertan aun más mermadas sus posibilidades de súpervivencia, achicadas con una enorme crisis que desolaría a Venezuela. Si la disidencia y la no disidencia continúan permitiendo la fractura de las bases de esta sociedad nadie detendrá el acontecimiento.
El problema dejó de ser político, cuando ninguna de las parcialidades logra convencer a la población para reconstruir el país, es un problema de orden público y social como dijimos al comienzo, la gente decente sucumbirá sino le pone un parado a los que no los son. Si la inseguridad rebasó al gobierno porque no logró controlarla a lo largo de once años, indudablemente también hará sus estragos en sus estamentos más confiables. Todo está puesto para que ocurra una conmoción, si los venezolanos no conseguimos ponernos de acuerdo en las cuestiones básicas. Mientras más se atente contra la democracia menos probabilidades de continuar tendrá el ciudadano Presidente. Eso de andar dando malos ejemplos como mandando a lavarse el palto a quien le venga en ganas, será como fradarse su propio cuerpo, pero él no se da cuenta ni hay quien se lo diga entre sus camaradas. Es la lucha entre la barbarie y la civilización en expresión muy conocida pero suficientemente sustentada, sin que haya algunos arcanos capaces de ocultarnos la verdad. Buscarle una imagen en lenguaje traslaticio y lírico es casi imposible, solo con una expresión vulgar como se le ocurriría a nuestro propio “adalid”: Venezuela está como una sentina que después de once años de uso y acumulando las heces diariamente no ha sido bajada. Grotesco, espantoso así se vive en este país aunque se admiren sin embargo los lujos “burgueses” de la boliburguesía. Rodeados de muertos, en penumbras, con racionamientos y castigos, sin derecho a protestar y sin derecho a vivir quizá, hasta que los usuarios de esa sentina se les ocurra bajarla y entonces ¿Entonces qué? Vendrá lo imprevisible, y se dilucidará cuántos somos los decentes y los no decente de “oposición” u oficialistas de oficio. Y que el Señor sea quien diga la última palabra para bendecir estos propósitos.

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