17/2/10

ESTAMOS MUY MAL VAMOS MUY BIEN

Comenzó la bajadita. Y al final se amontona una horda de caníbales dispuestos a comérselo a dentelladas. Mientras más descienda, mayor será la horda. Menor el respaldo de sus fieles, que estarán palpándose el fundillo
Pedro Lastra

ESTAMOS MUY MAL
VAMOS MUY BIEN

Alguna vez le escuché decir a uno de los próceres del abstencionismo, el mismo que afirmó que no se trataba de tener elecciones para sacar a Chávez sino de sacar a Chávez para tener elecciones, que la oposición había progresado inmensamente después del desastre de las presidenciales en su tarea de acorralamiento al teniente coronel porque por fin se había decidido a hacer lo único que sabe hacer maravillosamente bien: no hacer nada.

Algo inmensamente difícil, pues requiere de una capacidad de contención y abstinencia verdaderamente brahmánica. Gracias a esa suerte de abstinencia política, aplicó casi intuitivamente la famosa y cacareada estrategia de Ezequiel Zamora en las vísperas de la batalla de Santa Inés, suerte alpargatúa y menesterosa de la aplicada contra Napoleón y Hitler por los generales rusos: no enfrentarlo, sino permitirle e incluso facilitarle que se hundiera en territorio enemigo hasta que estuviera enmierdado en su propia excrecencia. En nuestro caso, algo infinitamente más sencillo: permitirle que desplegara todas las artes de su infinita miseria intelectual, moral y política.

Que hiciera lo que le saliera del forro. Que se sintiera amo y señor indiscutido del país como si fuera su feudo. Hasta permitirle creerse tan absolutamente monárquico en su satrapía, como para intentar la última y más absurda y genial de sus paradas: arruinar a tope el país y regalarle los despojos a los cubanos, declarándose tan orondo, como su padrastro ideológico, que es tan marxista-leninista, e incluso más guevariano que él. Con razón mi amigo Jaime Bayly, en su programa por NTN24 (canal 725 por DirecTV), ha llegado a al extremo de considerarlo sencillamente un oligofrénico. Léase: débil mental.

Allí lo tienen: hecho una plasta de mierda. Sin que la oposición haya hecho absolutamente más nada que mantenerse firme en sus posiciones. Y dejarlo avanzar hasta acercarse a Santa Inés. Véanlo a punto de quedarse a oscuras, sin agua, sin plata como para mantenerse a flote, mirado de soslayo por los chulos que lo hundieran en la carraplana, insomne en noches blancas, como las de Dostoievsky, sin tener palo en que ahorcarse. Rodeado de coroneles cubanos, agentes del G-2, encapuchados y tirapiedras. Si hasta los asaltantes de bancos, como el ínclito José Vicente Rangel, le hacen el quite, así le juren fidelidad eterna por el pasquín del viejo García Ponce.

Está a las puertas de Santa Inés, acosado por los mismos que le hicieran la vida a cuadritos a Juan Vicente Gómez. La generación del 2008. Mirado con sorna por los mismos que acorralaran a Cipriano Castro. Quien lo dude que se lea los editoriales del Washington Post, voz oficial del Departamento de Estado. Está a punto de gritar: mi reino por un caballo. Capaz que le salga cojo.

Comenzó la bajadita. Y al final se amontona una horda de caníbales dispuestos a comérselo a dentelladas. Mientras más descienda, mayor será la horda. Menor el respaldo de sus fieles, que estarán palpándose el fundillo. Bien dice el refrán: no hay mal que dure cien años ni venezolano que lo resista.

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