Sin luz importada
Los venezolanos de buena fe nos vemos afectados por los problemas íntimos de los jefes bolivarianos, ya sea en el plano político, en sus actos de gobierno o, más desgraciadamente, en la esfera de sus padres y hermanos.
Pero nada de eso le interesa a la sociedad venezolana, que es amplia y comprobadamente abierta a todos los miembros de las clases sociales que luchan y trabajan para mejorar sus vidas. Claro que eso ha cambiado en la misma medida en que han llegado al poder una serie de resentidos sociales que claman por una venganza que a nadie interesa.
Gobernar no sólo es un acto colectivo sino en extremo bondadoso porque el mandatario tiene en sus manos todo el poder del mundo, pero no puede ejercerlo para dañar a la gente ni para dividirla en grupos antagónicos, y mucho menos para segregarla ante la ley y el derecho entre quienes lo siguen o quienes lo critican democráticamente.
Valga esta introducción para referirnos a la torpeza del vicepresidente Elías Jaua, quien ayer despreció la oferta del Gobierno colombiano de suministrar electricidad a Venezuela. No se trata de una oferta fácil y mucho menos mezquina, porque si los colombianos nos mandan más energía sería a costa de su racionamiento interno. El gesto, pues, tiene un sentido de solidaridad con los venezolanos y como tal debe ser agradecido.
Cuando comenzaron los cortes de electricidad a escala nacional y se lanzó el alerta sobre los efectos negativos del fenómeno climatológico El Niño en la generación hidroeléctrica con base en el río Caroní, las autoridades colombianas advirtieron a tiempo, a través de los canales oficiales y de la prensa, que llegaría una restricción temporal del suministro bilateral acordado años atrás. Incluso, nos dijeron sinceramente que, en la medida de lo posible, restablecerían el servicio a Venezuela. En un comunicado oficial hicieron hincapié en la posibilidad de que cualquier restricción nada tendría que ver con los choques presidenciales entre Uribe y Chávez.
La verdad está a la vista: hoy, luego de un largo periodo de racionamiento preparado y planificado con tiempo, Colombia tiene la capacidad de ofrecer a Venezuela un suministro de energía que, desde todo punto de vista, nos hace falta. ¿Y cuál es la respuesta del Gobierno venezolano? Pues un portazo en las narices y un rechazo, propio de un imberbe en la política y en el manejo de las cuestiones públicas.
Los venezolanos necesitamos de la ayuda de los vecinos, en especial cuando nuestras casas, calles, escuelas, liceos, universidades, fábricas, negocios, medios de comunicación y transportes públicos claman por un suministro racional de energía que no impida el funcionamiento de la vida pública y ciudadana.
Ahora resulta que el vicepresidente Jaua es el gran saboteador de una ayuda eléctrica que nadie nos regala, sino que cobran y podemos pagar.
Editorial de El Nacional
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