Venezuela es una nación cuyos habitantes hemos tolerado la presencia de un Presidente incompetente por 10 años. Es algo increíble pero cierto.
La tolerancia de lo malo parece ser una característica común de los venezolanos. Así nos hemos conformado con: la instalación sistemática de gente sin techo en las ciudades del país y la invasión de espacios para el comercio ilícito; el gasto irresponsable y la sustracción de cuantiosos ingresos fiscales; la manipulación de los poderes públicos para ocultar graves delitos y proteger a quienes los han cometido; la destrucción de la empresa privada que ha dado paso a nuevos empresarios corruptos que poseen la desfachatez de ocupar cargos públicos y administrar empresas simultáneamente; la generación de cuerpos armados que matan en vez de proteger la vida de la gente; etc., etc.
Hemos increíblemente tolerado demasiadas anormalidades, incluso la pésima actuación de los llamados líderes de la oposición.
He llegado a la conclusión de que somos una población ingenua, tan llena de virtudes que somos capaces de acostumbrarnos a lo PÉSIMO y a lo MEDIOCRE.
He aprendido en estos 10 años que revolución significa eliminar lo “poco bueno” que hemos tenido y empeorar lo “medio malo” que teníamos, para instalar la mediocridad en “todo su esplendor”.
Algunos ejemplos de lo “poco bueno” que hubo antes de 1999: una industria petrolera de primera; el Metro de Caracas; pequeñas y medianas empresas en crecimiento; algunos pueblos y municipios en vías de desarrollo; imagen pública favorable a las FFAA; autopistas sin motorizados; comunicación respetuosa entre representantes del Estado y demás sectores; poderes públicos independientes; autonomía universitaria.
Y de lo “medio malo” antes de 1999: emisión de pasaportes, cédulas, licencias, placas, captura y reclusión de delincuentes, servicios eléctricos y telefónicos, abastecimiento, transporte aéreo, etc.
Prácticamente todo pasó a ser “malo” en 10 años. “La revolución es simplemente empeorar las cosas para que el pueblo paupérrimo viva a expensas del Estado, se conforme con lo pésimo y lo mediocre, y se obligue a mantener vitalicio en el poder al líder de la revolución” (Ref.: Castro/Guevara, 1958).
Es increíble la tolerancia de mis compatriotas, incluso de políticos de oposición quienes se conforman con seguirle el juego al régimen y realizar la acostumbrada rueda de prensa. Ninguno ha presentado públicamente un proyecto de nuevo país para desarrollar excelencia y calidad de vida. Salvo que sus candidatos a cualquier cargo público han prometido “remendar” algunos desatinos del régimen.
Es increíble pero cierto, los venezolanos estamos resignados a aceptar la mediocridad como forma de vida. Hemos perdido el sentido de búsqueda de la excelencia.
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