9/3/10

Condiciones para aceptar racionamientos

Por: Alejandro Peña Esclusa

La crisis eléctrica que vive Venezuela es responsabilidad únicamente del gobierno, que dilapidó nuestros recursos en su absurda revolución socialista, en lugar de invertir en plantas termoeléctricas.


No nos queda otro remedio que colaborar para evitar el colapso del sistema eléctrico nacional, porque, de materializarse, traería consecuencias similares a un terremoto, afectándonos a todos por igual.


Sin embargo, no debemos aceptar los racionamientos mansamente, como si no existiera un culpable. Por eso, cada vez que podamos, debemos expresar nuestro descontento, exigiendo en voz alta algunas condiciones, como las siguientes:

Primero. El gobierno debe dejar de mentir y debe asumir su responsabilidad. La crisis eléctrica no es culpa de El Niño, sino de la corrupción, la ineptitud, y la falta de inversión.

Segundo. El esquema de multas y de castigos para quienes no reduzcan el consumo eléctrico es cínico e inmoral. El gobierno castiga a los inocentes, que nada tuvieron que ver con las crisis, mientras evade su propia culpa.

Tercero. Esta crisis demuestra que el oficialismo no tiene autoridad moral para seguir gobernando. La enmienda constitucional que permite la reelección de Chávez es inaceptable. No puede seguir gobernando quien nos ha sumido en la barbarie.

Cuarto. Si el gobierno quiere la colaboración de los venezolanos en la crisis, debe abandonar su proyecto socialista, soltar a los presos políticos, y dejar de perseguir a los medios y a quienes piensan diferente.

Quinto. Para resolver esta crisis, el gobierno debe abandonar su soberbia, pidiendo ayuda a los expertos venezolanos que saben del tema, y solicitando apoyo a los países civilizados, en lugar de acudir a los gobiernos comunistas o forajidos. En este sentido, es inaceptable la designación del general cubano Ramiro Valdez como gestor de la crisis.

Sexto. Chávez debe romper de inmediato sus relaciones con grupos terroristas y con el fundamentalismo islámico, dedicando lo que queda de su gobierno a resolver los problemas nacionales, y no a exportar su revolución.

Estas sencillas recomendaciones a mis compatriotas no buscan una respuesta razonable por parte del gobierno; es obvio que a Chávez no le interesa nuestra opinión. Sin embargo, es absurdo que nos obliguen a vivir como en la época de las cavernas, sin que haya un reclamo de nuestra parte.


Tarde o temprano el descontento colectivo expresado abiertamente y a viva voz, obligará al gobierno a retroceder en su proyecto. El silencio es la peor opción.

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