24/6/10

DICCIONARIO CHAVISTA

I

Como nos estamos enfrentado a un modelo inédito de totalitarismo eleccionario, que usa términos populares o de intención popular, con el propósito de generar el afecto acrítico del pueblo, sometido a una aduldolescencia provocada por el asistencialismo estatal a través de operativos organizados que sustituyen la formalidad institucional de la república, llamados con el término cuartelario de “misiones”, es imprescindible conocer a profundidad el significado chavista de las voces sociopolíticas que usan en su discurso demagógico y compararlo con su definición real, para no incurrir en la confusión de suponernos identificados de alguna manera con este régimen antidemocrático, excluyente, fascista, oligarca y antinacional.

Pueblo

Cuando Chávez, o el chavismo, dice “pueblo” ¿a qué se refiere? ¿Al pueblo venezolano como unidad sociocultural sujeto de idénticos derechos y deberes? ¿Al segmento general más empobrecido de la población con prescindencia del resto? ¿Exclusivamente a la masa aclamacionista integrada por sus seguidores? ¿Al pueblo cubano y cubanófilo? Desde su primer discurso político Hugo Chávez ha estimulado el odio de una parte de la población contra la otra generando una división que alcanzado niveles irreconciliables, colocando a la nación en el borde de una guerra civil.

En su desconocimiento de la urdimbre social del pueblo venezolano, creyó que esta división sería horizontal, a la mejor usanza de pobres contra ricos, pero la realidad lo ha colocado en un proceso revisionista que preocupa al radicalismo de su proyecto hegemónico. La división fue vertical. En cada lado hay pobres, clase media y ricos. Analfabetas, semi cultos y profesionales. Mujeres y hombres de todas las edades. Rurales y urbanos. Capitalinos y provincianos.

Solamente entre los intelectuales existe una unidad opositora que no ha podido quebrantar el chavismo, salvo por microscópicas disidencias resentidas que aprovechan la confusión para pescar en río revuelto y hacerse de ambicionadas atalayas de venganza personal, lo que en realidad las aleja de la definición intelectual.

La irrefutable prueba de este aserto la tenemos con el caso de los damnificados del último atentado de la naturaleza, devastador por la ineficiencia del gobierno, cuando se “pasaba” por la lista fascista de Luis Tascón, las cédulas de los desgraciados antes de darle la limosna, que había enviado el pueblo venezolano, si la cédula aparecía entre los firmantes se le negaba el auxilio. Despreciable práctica propia de degenerados. Esta división excluye, entonces, a las dos primeras interrogantes.

Para Chávez “pueblo” no es la nación ni todo el segmento depauperado. Por lo tanto solo se refiere a sus aclamacionistas cubanófilos desclasados, que le permiten envolver en masa popular su entreguismo al régimen de Fidel Castro. Debemos estar claros, por lo tanto, que para nosotros, los opositores del régimen, “pueblo” significa nación venezolana única e indivisible. Incluyendo chavistas. Todos los chavistas.

Magnicidio

Según el Drae “magnicidio” es “muerte violenta dada a una persona muy importante por su cargo o poder”. Cuando los chavistas, y Chávez, hablan de “magnicidio”, y dada la circunstancia de que en toda la historia republicana de Venezuela que data de 1830 a la fecha, solamente ha ocurrido un magnicidio, de una torpeza inédita, hace 50 años, y un solo atentado contra un jefe de Estado, hace 40, ¿a qué se refieren? ¿A que Chávez es una persona muy importante dotada de poder? ¿A una infalible fórmula emocional para exacerbar los ánimos de sus seguidores y mantenerlos estimulados en la lid callejera “patria o muerte”? ¿Para distraer a la oposición y a la opinión pública nacional e internacional de los graves problemas que la ineptitud y corrupción del régimen han agravado en seis años de gobierno? ¿Para incitar a sus extremistas a asesinar opositores sospechosos de magnicidas, o sea, a todos? La respuesta a estas interrogantes la chismeó Rodríguez Araque ante la OEA.

Luego de denunciar al Presidente de la primera potencia del mundo de intenciones magnicidas, sin presentar una sola prueba, y ante la estupefacción general, salió tranquilamente, no a romper relaciones con los Estados Unidos como hubiera hecho cualquier gobierno que se respete, sino a reunirse con los políticos de esa nación para convencerlos de que Venezuela es un suplidor petrolero confiable y sumiso y eximio pagador de la deuda externa.


¡Cosas veredes amigo Sancho! La oposición debe cesar de una vez por todas de cerrar filas frente a las provocaciones de Chávez. Cuando el horroroso homicidio de Danilo Anderson fui la única voz opositora que se opuso públicamente a la teoría del acto terrorista y dije que era un ajuste de cuentas.

Chávez necesita, como el oxígeno, como todo autócrata ineficiente, el escándalo, el conflicto, le denuncia temeraria, su pelea contra cualquier Goliat, así éste esté ocupado con su propio David. Nosotros, como cultura, no somos magnicidas. Y Chávez lo sabe a ciencia cierta. Así que para él “magnicidió” es el eficaz sustituto del grito “al ladrón, al ladrón”, que le permite al ladrón desviar la atención para poder escapar. Ni una embestida más a ese deslucido trapo rojo ¿o ya es rosado?

Bolivarianismo

Cuando Chávez o el tenebroso Mono Jojoy dicen “bolivarianismo” ¿a qué se refieren? ¿Al pensamiento liberal de Bolívar basado en la libertad, igualdad ante la ley y propiedad privada? Fidel Castro develó el misterio de manera contundente al expresar sin ambages: “Lo que ustedes llaman “bolivarianismo” nosotros lo llamamos socialismo”.

Y ya sabemos lo que socialismo significa en voz de Fidel, cuya última hazaña “socialista” ha sido prohibir, so pena de prisión, al pueblo cubano que hable con turistas. Para hacerlo debe pedir un permiso con 72 horas de antelación al CDR respectivo que presenciará la conversación. ¿Será la manera de impedir que sus mujeres practiquen la prostitución sin darle la parte del chulo? Bolívar, como icono popular de unidad nacional que solo puede querer el bien para su nación, ha sido usado por cualquier cantidad de inescrupulosos para cometer desafueros en su nombre.

Por ello el “bolivarianismo” es histórico, no político. La memoria de Bolívar debe ser asumida por la oposición democrática venezolana para rescatarla del contrasentido totalitario a la que la ha sometido el chavismo. La ideología de Bolívar solo puede relacionarse con la libertad. Ningún régimen dictatorial comunista o de derecha puede identificarse con su nombre. Bolívar es el símbolo de unidad de la nación venezolana, y no puede serlo, por lo tanto, de quienes nos han dividido.

Justicia Social

Insisto en que no estoy de acuerdo con la moda de adjetivar la justicia, por el peligro que entraña para las libertades públicas poner en manos de un tirano la posibilidad de justificar su represión con populismo.

La justicia, la libertad y la democracia carecen de adjetivos y de divisiones. Son entidades políticas transmutadas en Derechos Humanos inalienables. Todo ciudadano, por el hecho de nacer debe estar cobijado por esa trilogía indivisible.

Sin embargo, para el propósito que nos ocupa, hay que preguntar ¿qué es para el chavismo “justicia social”? Durante seis largos años hemos presenciado el populismo más degradante, inclusive delictual, bajo la consigna de la “justicia social”, reducida por el chavismo a la repartición irresponsable y dispendiosa de la riqueza rentista, sin crearla, lo que genera una masa de limosneros violentos que revertirá contra el chavismo en su momento, cuando deje de alcanzar la pitanza.

El espectáculo de largas colas de personas que amanecen en algunos bancos para cobrar mensualidades atrasadas de esta piñata petrolera, flanqueados por agresivos agentes del orden público, peinilla desenvainada en mano, es preludio de difíciles momentos para ellos.

En su oportunidad los adecos practicaron la misma forma de “justicia social” pero llenando a reventar de burócratas a la administración pública, sobre todo en el Ministerio de Educación porque la gente pedía “empléeme de lo que sea, así sea de maestro”.

La justicia, así sin adjetivos, para nosotros significa el progreso social nacional por el desarrollo integral de los individuos alcanzado por el goce efectivo de los derechos constitucionales, la igualdad de oportunidades para todos, pero cada cual según sus capacidades, con servicios públicos eficientes y dignos, educación de primera calidad, seguridad social y civil, paz y empleo equitativamente remunerado, en una palabra compromiso del Estado con el individuo y la sociedad.

Unidad

Muchos partidos de oposición se quejan de la imposibilidad de crear una unidad artificial para enfrentar la monolítica unidad chavista. Lo que no perciben estos amigos es que la disidencia ideológica y operativa es la síntesis de la democracia.

Para el chavismo “unidad” significa “pensamiento único” traducido en el chambonismo “aquí mando yo y al que no le guste que se vaya”. Pero ellos también tienen profundas disidencias, y no precisamente de orden ideológico. La silenciosa guerra de exterminio que diezma las entrañas del chavismo es más fuerte que las divergencias públicas de los líderes opositores, acostumbrados a dirimir sus conflictos en los medios de comunicación y a dividir sus partidos si así lo requiere el momento histórico.

La diferencia con nosotros es que ellos existen, son, están, figuran, comen y respiran porque Fidel piensa a través de Chávez. La paraplegia del aparato burocrático nacional, en manos chavistas en un 90 %, se debe a que nadie se atreve a actuar sin el asentimiento previo de Chávez, que ha llegado al colmo de exigir que todos los proyectos de todos los municipios del país le deben ser remitidos para revisarlos “uno por uno”.

Así que, mientras para el chavismo, repito, unidad es pensamiento único, o asqueante amalgama de codicias y ambiciones subalternas entrelazadas; para nosotros unidad es convergencia intelectual principista necesaria para lograr objetivos comunes en función del bienestar colectivo, respetando la disidencia y la individualidad.

¿Difícil verdad? Solamente quienes tengan tan definidos sus objetivos como para lograr convencer a la sociedad podrán liderar este proceso de unidad, que llegará. ¿De manos de los partidos? ¿De la sociedad civil organizada? Amanecerá y veremos.

Elecciones

Cuando defino al chavismo como un movimiento pre político, me refiero a sus características militaristas, golpistas y antidemocráticas, por lo tanto la voz “elecciones” no significan lo mismo para ellos que para nosotros.

Para el chavismo real, el que se beneficia ampliamente de esta coyuntura, no para el macilento chavista emocional que sufre los rigores de la ineptitud del régimen, las “elecciones” son un prescindible y fastidioso medio de conservar el poder sin perder la apariencia de legitimidad internacional. Pero no son sustantivas, y si no fuera por el empeño de Chávez de parecer demócrata, ya las hubieran eliminado.

Por ello han diseñado una estructura funcional que les permite ganar elecciones sin peligro, bajo sospecha de fraude, pero legales, y hasta con “observadores internacionales”.

Para nosotros, en cambio, las elecciones son uno de los tres elementos nucleares de la democracia, los otros dos son la alternabilidad constitucional y la separación y autonomía de los poderes. Por ello un demócrata siente la necesidad de ejercer su derecho a ejercer el sufragio para elegir a sus gobernantes, aun sabiendo que su voto puede ser viciado. Lo hace porque toda estructura humana es susceptible de fisuras que permean sus perversiones.

El voto no es necesario para los chavistas, de eso se encargan sus equipos electrónicos, para nosotros es una necesidad esencial de nuestra musculatura democrática. Además, el voto es un derecho constitucional y derecho que no se defiende o se ejerce se pierde. La abstención no es más que la renuncia a un derecho. Continuará...

II


Neoliberalismo

El neoliberalismo no existe. Se trata de una etiqueta negativa muy hábil, aunque falazmente construida. Es, citando a Carlos Alberto Montaner, “en la acepción que hoy tiene la palabreja en América Latina, un término de batalla creado por los populistas para descalificar sumariamente a sus enemigos políticos.

¿Quiénes son los populistas? Son la izquierda y la derecha estatistas, lo que traduce “intervensionistas”, y adversarias del mercado. El neoliberalismo, pues, es una demagógica invención de los enemigos de la libertad económica - y a veces de la política, como es el caso de Chávez-, representantes del trasnochado pensamiento estatista, con frecuencia llamado “revolucionario”, acuñada para poder desacreditar cómodamente a sus adversarios atribuyéndoles comportamientos canallescos, actitudes avariciosas y una total indiferencia ante la pobreza y el dolor ajenos.

Tan ofensiva ha llegado a ser la palabra, y tan rentable en el terreno de las querellas políticas, que cuando Chávez acusa a sus contrincantes de “neoliberales”, estos, en lugar de llamarle “fascista” o “gorila”, epítetos que se ganara a pulso con su sangrienta intentona cuartelera de 1992 (y con los crímenes del 11 de Abril y subsiguientes), responden diciéndole que el neoliberal es él”.

La pregunta que debemos hacernos los habitantes de estos países carcomidos por la miseria, es ¿por qué las naciones que practican el liberalismo económico, Japón, Francia, España, China, Alemania, Chile, Costa Rica, Colombia, etc., aunque en algunos casos específicos como Chile, hablen de “liberalismo socialista”, mantienen elevados niveles de vida para sus ciudadanos o están en vías de lograrlo, y en cambio los estatistas, intervensionistas, como Cuba, los países árabes o Venezuela, cada día empeoran la situación de sus pobladores.

Rusia, con 70 años de intervensionismo asfixiante, colapsó porque al final ya no podía dar de comer a su pueblo, y su enemigo jurado, los Estados Unidos, tuvo que enviar barcos de trigo para que no muriera de hambre ese supuesto poderoso país.

Lo que la gente como Chávez, que como astuto es muy diestro pero como inteligente es de lo más torpe que hemos tenido por estos lares, confunde con “neoliberalismo” es la especulación, que tiene aliados en el acaparamiento y en el control de la producción para mantener en alza la demanda, y no en el libre mercado que apunta a lo contrario. Y además el “neoliberalismo” más salvaje es la inflación, que es un impuesto perverso que solo pagan los pobres, y que en este gobierno ha sido una constante junto con la devaluación de la moneda que miserabiliza el salario de los trabajadores.

La reciente devaluación de la moneda, injustificable desde todo punto de vista por la elevada suma de ingresos que el Estado recibe por el alza del precio del petróleo y el cobro compulsivo de impuestos, y las reservas internacionales que sobrepasan el costo de las importaciones de todo un año, no es otra cosa que un acto especulativo que generará inflación. Un acto lesivo a los más pobres que enriquece aún más a los más ricos. Lo que devela el carácter farsante del discurso chavista que mantiene una ilusión de “igualdad” mientras practica su populismo discriminatorio, llevado al paroxismo con la lista fascista de esa macabra figura gris llamada Luis Tascón.

Socialismo

Para empezar, cuando Chávez decreta que su gobierno es “socialista”, está violando la Constitución Nacional que en su artículo 6, establece: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.

Sin embargo a Chávez hay que creerle porque ha materializado todo lo que ha dicho, y si ahora se le ocurrió que Venezuela será “socialista” lo será. Ya José Vicente Rangel declaró a un diario de Lima que Venezuela será socialista en el corto plazo, porque el capitalismo no ha logrado resolver el problema de la pobreza.

¿No lo ha resuelto en Alemania, Japón, Tokio, Estados Unidos, Italia o España? ¿No es capitalista China con su doble discurso político, miseria interna – opulencia externa? ¿No sobrevive Cuba gracias a los dólares del capitalismo?, porque los antiimperialistas odian a los Estados Unidos pero cómo aman sus dólares. Luego de once años en el poder y manejando los más ingentes recursos que recuerde la historia financiera del país, no es posible entender que alguien que ha gobernado con plenos poderes dictatoriales, hable como si estuviera recién llegado.

Chávez es comunista y comunistas son todos los que lo rodean, y los que no lo son, y están por estúpida codicia, pronto serán defenestrados. Si Chávez fuera Felipe González, Tony Blair, Miterrand, Lagos o Lula, socialistas de origen que mantienen esta adjetivación como un timbre electoral, pero que han impulsado el desarrollo de sus pueblos profundizando la propiedad privada y el libre mercado, no tendríamos porque preocuparnos, porque ellos han entendido que el liberalismo es la salida aun cuando lo adjetiven como socialista.

Pero Chávez es un embelesado cultor del mito Fidel Castro. Así que cuando Chávez dice “socialismo” lo que quiere decir, y tenemos que entender, es COMUNISMO FIDELISTA, es decir, absolutamente todo lo opuesto al liberalismo: liquidación de la propiedad privada, estatización de los medios de producción, es incierto que pasen a manos colectivas, y restricción de las libertades individuales, que en el caso del chavismo será, aunque ya es, a través del TSJ al servicio de la revolución, como en Cuba.

El programa económico de Chávez se reduce a la destrucción del aparato productivo empresarial interno para sustituirlo por transnacionales “que no se meten en política”, convirtiendo a la nación en mano de obra barata, como la de Cuba, la más barata del continente, todos empleados, niños incluidos, de las empresas extranjeras, como en Filipinas o Indonesia a cambio de salarios mínimos que no molesten la rentabilidad de las maquiladoras foráneas; y, como elemento propagandístico de “respeto y ampliación de la propiedad privada”, como dice Rangel, masificar la economía de subsistencia, conucos, gallineros verticales, bodegas, buhonerización colectiva.

Todo cobijado por un Estado paternalista, muy diferente al Estado Benefactor liberal de los ´80, que decide sobre la vida y obra de todos los ciudadanos. Aunque los “reproductores del CD de Chávez” andan como locos tratando de convencer al mundo de que el “socialismo a lo Chávez” no es “comunismo a lo Fidel” sino una “nueva versión a la venezolana ajustada al siglo XXI”, eso sí, bien alpargatizada y decorada a lo iraní, a quien hay que creerle es a Chávez que es comunista a lo Fidel y punto. Y COMUNISMO es esclavitud social. Sometimiento de la sociedad a la prepotencia del Estado. Y esa retrógrada aberración solo puede existir con un régimen militarista, represivo, imputador y criminal. Como el de Fidel.

Desarrollo endógeno

El llamado “desarrollo endógeno” enunciado por Chávez y repetido por sus coral polifónica de voces aluvionales, no es otra cosa que el fracasado programa de sustitución de importaciones que sucumbe por la limitación del mercado interno que impide el crecimiento competitivo y debe trasladar los cada vez más altos costos de producción al consumidor venezolano, mientras los productos de importación, aunque son más baratos, deben ser protegidos arancelariamente para impedir el colapso de la empresa nacional parasitaria y con productos de mala calidad.

Estamos condenados a comprar, por ejemplo, los vehículos más caros que en las islas del Caribe porque hay que blindar las ensambladoras criollas. Los bluyines que usa el pueblo tendrían un precio inferior si los importáramos de Asia. Pero el nacionalismo nos obliga a comprárselos bien caros a los industriales venezolanos, que como obtienen jugosas ganancias con poca producción no se preocupan por modernizar sus plantas ni ampliar sus mercados hacia el exterior.

Para Chávez “desarrollo endógeno” es el trueque de pobres cambiándoles a pobres casabe por pantaletas. Es decir, que mientras para nosotros, la oposición civil venezolana, “desarrolló endógeno” es crecimiento económico mediante el fortalecimiento del aparato productivo nacional y la transformación interna competitiva de nuestras materias primas en productos terminados destinados al mercado nacional e internacional, que creará fuentes de empleo y bienestar colectivo por el trabajo de la gente, para Chávez y los chavistas es minimalismo económico: gallineros verticales, conucos y cultivos organopónicos en calles y avenidas para la producción de limosneros atados al botalón demagógico del gobierno.

Utilidad pública

La Constitución Nacional, que la ignorancia chavistas llama “bolivariana” cuando es de TODOS LOS VENEZOLANOS, establece en su artículo 115 referente a la garantía sobre el derecho a la propiedad privada, que solamente por causa de “utilidad pública” o de interés social, “mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes”.

Pero ¿qué significa para el chavismo “utilidad pública”? Cuando los nuevos sucesos de Vargas se procedió a expropiar edificios privados en zonas específicas de Caracas, habitadas por la clase media, para alojar a los damnificados, sin atender las características tanto de los inmuebles como de los usuarios, lo que denota que para el chavismo “utilidad pública” se define como “lo que le conviene al gobierno”.

Para ellos “público” quiere decir “propiedad del gobierno” y no de toda la sociedad. Para nosotros “lo público” es todo aquello de acceso colectivo, gratuito o no, del estado o privado, y “utilidad pública” es todo uso que tenga como fin el beneficio de la sociedad en su conjunto sin daños a terceros.

De utilidad pública es, por citar algunos casos, un hospital general, una carretera o una universidad. Expropiar dictatorialmente para beneficiar a un sector, por muy necesitado que esté, causando daños patrimoniales a terceros, es propio de situaciones extremas como guerras o devastaciones generales como las sucedidas recientemente en Asia. De no ser así es un insufrible abuso de autoridad.

Solidaridad

Desde la visión moral, la solidaridad es conciencia filantrópica, caridad, pero referida a un cuerpo social, es interdependencia de los individuos de una misma clase económica que toman conciencia de sus obligaciones recíprocas.

La solidaridad, desde el punto de vista sociológico, es “cohesión social”, consistencia interna de un grupo social. Chávez, y los chavistas, se ufanan de ser “solidarios”, y me pregunto ¿qué significa solidaridad para ellos? Escuchando detenidamente sus discursos “pobrecitistas”, de exaltación de la pobreza como un valor, deduzco que para ellos la solidaridad es mecánica y no orgánica, es decir, incondicionalmente impuesta como conciencia colectiva de la nación uniformada, bluyinizada, no igualada, sometida al servilismo por la subsistencia, bajo un derecho represivo; por ello el Ministro de Educación, fiel exponente del pensamiento comunista de “la igualdad por encima de la libertad”, establece que “la educación no debe ser para la competencia, y por ende para la meritocracia, sino para la “solidaridad”.

Más claro ni un gallo. Para nosotros la solidaridad es orgánica, según la definición de Durkheim, “creada por la división del trabajo, que reposa en las diferencias de las funciones y su interdependencia, en la que el derecho es cooperativo y hace más libre e independiente al individuo”. Continuará.

III

Democracia

Durante la época de la Guerra Fría los periodistas pro izquierda acuñaron el término “democracia popular” para referirse a las feroces dictaduras comunistas, totalmente antagónicas al concepto de democracia. Y así el criminal Fidel Castro es demócrata.

Por ello Chávez, y los chavistas, aunque restringen la libertad de expresión mediante leyes de desacato insertas en la Ley de Contenidos y la Reforma del Código Penal, continúan insistiendo en que su gobierno es democrático “porque ha ganado más elecciones que ningún otro”, como las gana Fidel en Cuba.

Aunque es cierto que las elecciones son uno de los tres pilares de la democracia, no es menos cierto que no puede existir la democracia sin la debida separación y autonomía de los poderes públicos y la alternabilidad constitucional en el ejercicio de la autoridad que el propio Chávez se ha encargado de negar.

Aunque los chavistas intentan desesperadamente por mantener una fachada de formalidad democrática, ya en el planeta se sabe que el Jefe de todos los poderes es Chávez y punto.

Que espléndidos especímenes de la incondicionalidad lacaya de vocación Guiness han propuesto la reforma constitucional para que Chávez se reelija las veces que su augusta y nunca bien ponderada real gana le venga a capricho. Y que la “idología” chavista se ha ido apoderando de todas las instancias de la sociedad, por vías de hecho o de derecho ad hoc, con la finalidad de controlar la institucionalidad civil venezolana e imponer el pensamiento único que los chavistas llaman igualdad.

Chávez suele apelar a la Constitución para invocar el supuesto carácter “participativo” de su “democracia”. Para él “participar” es aplaudir aborregadamente sus designios infalibles, inapelables e indiscutibles. Así que cuando ellos hablan de democracia se refieren a cerrar filas tras un régimen personalista, unívoco y totalitario que guiará a la nación hacia el mar de la felicidad cubano.

Para nosotros, la oposición, la democracia carece de adjetivos, es democracia y punto y su definición es: Sistema político, cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, que profesa y garantiza el respeto a los derechos fundamentales y libertades públicas de la persona humana con énfasis en la libertad política, civil y personal, regido por los principios capitales de la división y equilibrio de los poderes y consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.

Oligarquía

Chávez ataca sin piedad a la oligarquía, viejo fantasma de sus días infantiles cuando lo reclutaron los comunistas para penetrar las Fuerzas Armadas, según ha confesado, entre otros, Pablo Medina, atribuyéndole la culpa de todos los males que sigue sufriendo Venezuela luego de sus once desastrosos años de gobierno ineficiente y corrupto.

Y los chavistas, que repiten lorificadamente cuanto disparate se le ocurre en su hemorragia verbal a Chávez, siguen diciendo que “oligarca” es quien controla con su poder económico al Estado, y que esa actual imposibilidad sigue existiendo en Venezuela porque Chávez controla todos los poderes y sus más ocultos resquicios institucionales, negando la esencia de su propia realidad.

Es bueno, aunque no se lo merezcan, sacarlos del error, por lo menos para que no sigan causando risa por el mundo. Señores chavistas, si se atreven, díganle a Chávez, aunque sé que ustedes no tienen carácter para eso, que la definición de oligarquía cambió hace años.

Que hoy en día oligarquía es “sistema político en el cual la soberanía es detentada por un pequeño número de individuos que gobiernan en su propio interés y tiende a perpetuar el status privilegiado de sus miembros”. O sea, que oligarquía es el grupito poderoso que conforman Chávez y su cerrado entorno militar-cívico-Fidel, y ustedes son la masa ingenua que los sustenta a cambio de migajas masticadas. De nada.

Misión

Muchos jóvenes políticos democráticos sienten el impulso de admirar algunas de las “misiones” del gobierno de Chávez, como la Misión barrio Adentro, por ejemplo. La verdad es que pareciera una sincera muestra de su preocupación por lo pobres, sino fuera por tres elementos significativos: su trasfondo ideológizante, su implementación con médicos/milicianos comunistas cubanos, esclavos por convicción o por chantaje, que constituyen un frente de guerra interno para lanzarlo sobre los venezolanos si la oposición se recrudece, y a la vez para resolverle un problema económico a Fidel, y, tercero, porque constituyen un operativo desarticulado del sistema de salud formal tendente a destruir si institucionalidad.

Los médicos cubanos deben remitir a los enfermos que superan su precaria competencia a los hospitales, en los cuales, salvo el humano, no hay recursos de ningún tipo.

Y así las misiones educativas, que son la perversa respuesta a nuestra oposición al decreto 1.011. Chávez se inflama de fervor al anunciar que hay tres millones de participantes, pagados, en las misiones educativas, pero no dice que en el sistema formal hay ¡siete millones!, que no cobran por estudiar.

Y que mientras en este último invierte 80 $ por alumno, en las misiones dilapida, entre pitos y flautas, 1.200 $. Así que, mientras para el chavismo la voz “misión” define operativos ideologizantes desarticulados con demagogos fines electorales, y de rapiña, por la corrupción que deriva de la discrecionalidad, para nosotros “misión” ha sido y será la organización institucional de la República.

Populismo

Una vez le comentaba a una amiga periodista, adversaria del populismo, que en puridad de razón existía un “populismo bueno”, como la educación gratuita en todos los niveles del sistema, una red hospitalaria pública bien dotada y de primera calidad, un trasporte público decente debidamente subsidiado, la dotación a las comunidades de viviendas dignas a costos accesibles para el asalariado, y la atención integral a los más débiles de la sociedad, aquellos a quienes se refería la Madre Teresa cuando decía que había que darles el pascado porque no podían pescar ni aprender a hacerlo.

El populismo malo, el que con toda razón adversa mi amiga, es el que castra el desarrollo del individuo impidiéndole alcanzar el progreso por sus propios medios, convirtiéndolo en un parásito del Estado.

¿Cuál de los dos es el populismo de Chávez? Después de once años en el poder la respuesta está a la vista. Todos los indicadores, incluso los suyos, señalan que el populismo bueno está en el suelo, desmantelado y ausente.

Las escuelas públicas y los hospitales dan vergüenza, el trasporte es un asco, y si hablamos de viviendas, cualquier gobierno de cinco años de la democracia, incluyendo a Betancourt y a Leoni, le dan una paliza a Chávez en ese rubro.

En ¡once años de gobierno, con los más cuantiosos recursos de la historia, este gobierno inepto apenas puede contabilizar 98.000 casitas, muchas de las cuales se han desplomado por mala praxis! Así que el populismo de Chávez es el perverso, el que usan los que quieren el poder como fin. El que le ofrece a un pueblo confundido y esperanzado, a cambio de su incondicionalidad y de su dignidad, el progreso sin desarrollo.

En este populismo chavista, o fidelista o comunista, no hay competencia ni mérito, pura solidaridad. A menor esfuerzo igual utilidad y viva la Pepa.... mientras duren los reales. Siempre es amargo el despertar del pueblo con este populismo que Chávez ha llevado hasta el delirio.

Sensibilidad social

Esta frase emocional ha derivado en “sensiblería social”, cursilería que se ha impuesto en el léxico de la política latinoamericana. Los chavistas, con Chávez a la cabeza, se han erigido en los paladines de la “sensiblería social”.

Todo pobre lo es porque un oligarca le quitó su oportunidad. Bajo la visión “sensible” o emocional el combate a la pobreza excluye al pobre de la solución de sus problemas, de los cuales él tiene, dándole descuento, un 50 % de responsabilidad. Todo queda en manos del Estado paternalista que lo resuelve todo.

No han entendido que el fracaso de la democracia fue precisamente por eso. Cuando los reales dejaron de alcanzar para todos fue posible Chávez, que no ha tenido otra explicación para su popularidad que los altos precios del petróleo, que si se hubieran mantenido como los tuvo Caldera II ya estaría defenestrado. Ningún país puede mantener a una población improductiva, llámese Unión Soviética o Venezuela. Este es un país en el que el estudio y el trabajo han generado miseria por la irresponsabilidad de sus usuarios - una muestra de este aserto lo tenemos en la inmensa cantidad de hogares sin padre que sufre Venezuela - que no han entendido, ni nadie les ha dicho con la contundencia necesaria, que el fin último del trabajo es la familia y que sin responsabilidad consigo, con los suyos y con la sociedad, no habrá jamás progreso, porque éste deriva del desarrollo individual que lleva a cada cual a recibir según sus capacidades.

Así que mientras el chavismo fundamenta su óptica sobre la pobreza en la “sensibilidad social”, para nosotros es, y debe ser fundamentada en la “racionalidad social”, en la cual la responsabilidad del individuo es un factor determinante para que el estudio y el trabajo produzcan bienestar.

Inclusión

En una población donde cada vez hay más excluidos, como lo demuestra el hecho de que cada año hay más pobres según las estadísticas del propio gobierno, la palabra “inclusión” suena como un sarcasmo en la voz de los jerarcas que llevan más de once años en la conducción de la totalidad del Estado oficial y paralelo. Para los chavistas “inclusión” es inscribir en las filas del PSUV a los depauperados aclamacionistas que no firmaron a favor del revocatorio.

Estos últimos quedan excluidos para siempre de las bondades del gobierno, lo que deja fuera de la generosidad irresponsable chavista, a más del 50 % de la ciudadanía. Y también significa “inclusión, para el chavismo, porque Chávez es chavista, acceder al progreso sin desarrollo, es decir, el ascenso de la mediocridad.

Y así vemos como se disuelve la institucionalidad formal del Estado en un marasmo de ineficiencia, corrupción e ineptitud. Para nosotros, los demócratas, inclusión es posibilidad de participar todos, en igualdad de condiciones, en las oportunidades que brinda la civilización, respetando los méritos individuales.

Educación

Si partimos del ejemplo de Cuba, factor “idológico” del chavismo, país que tiene como blasón su educación pero que ésta no ha servido para la movilidad social ni para el ascenso individual ni para el progreso de la nación, sino para formar borregos castrados cuyo único fin es la adoración perpetua a Fidel que se llena de orgullo diciendo que sus prostitutas son las más cultas del continente, tenemos suficientes razones para establecer una diferencia sustancial entre lo que el chavismo entiende por educación y lo que nosotros, los demócratas, propugnamos.

Para ellos educar es “idologizar” para crear sustentos del poder como fin. Para nosotros educar es, y, en todo caso, debe ser, la vía para desarrollar las potencialidades naturales del individuo que le permitan a la sociedad, integrada por especificidades, ascender hacia el progreso. Continuará…

IV

Patria

Por el origen militarista de Chávez, “patria” es la palabra más común de su escaso léxico y en difusa definición la confunde hasta con su propia persona. En pasional actitud enarbola la palabra patria como un garrote contra sus propios conciudadanos o como un estandarte de guerra a muerte contra cualquier gobierno u organismo internacional que ose cuestionar su particular estilo de gobernar.

Habla de soberanía y de gobierno soberano mientras depende hasta del aire extranjero para sobrevivir, otorga concesiones a dedo a transnacionales, flexibiliza la negociaciones petroleras, fortalece economías extranjeras como la española, brasilera y cubana, por mencionar solo algunas, sin olvidar la silenciosa invasión de cubanos mercenarios disfrazados de hermanitas de la caridad que toman posiciones bélicas a favor de su contratante dentro de las fronteras patrias, es decir se disponen a matar venezolanos indefensos, tal como hicieran en su oportunidad contra los negros angoleños en Angola para imponer el comunismo en aquel miserable país.

La “patria” así concebida es “el último reducto de los canallas”. Alrededor de ella se aglutinan desde malhechores hasta corruptos, pasando por depredadores, oportunistas, ignorantes y lacayos de toda índole que han sido inoculados con la falsa premisa de que, sin deber alguno, por el solo hecho haber nacido azarientamente en Venezuela esta patria es suya, solamente suya, y por lo tanto tienen “derecho” a destruirla, pisotearla, ensangrentarla y mancillarla entregándosela a un gobierno extranjero en nombre de la soberanía.

El Ministro de educación, por ejemplo, vocifera que su propuesta educativa revolucionaria es para eliminar a los “apatridas” – que en realidad define a quienes no tienen patria, pero así es la ignorancia - lo que debemos traducir como una severa contradicción si tomamos en cuenta que tanto él como su líder inmarcesible y los hijos de ambos, son producto de ese modelo educativo, que ha producido más venezolanos integrales que el modelo cubano, cubanos.

Indudablemente que para nosotros el concepto de patria es también territorial, pero se fortalece con los valores históricos y culturales que debe emitir su gentilicio, porque la patria es la gente y si queremos mejor patria debemos tener mejor gente.

Patriotismo

Para Chávez y los chavistas, patriotismo es cercar a cal y canto la patria con un muro impenetrable, imponiendo tradiciones inventadas por folcloristas y nacionalistas de medio pelo. Ser patriota para ellos es preferir el ascenso de la mediocridad por despreciar todo lo que no sea de aquí. Así se agigantó el ego argentino en las dictaduras de Perón y subsiguientes.

Sin posibilidad de ver lo que ocurría en el exterior llegaron a creer que el sol salía porque ellos se levantaban. Ese es el patriotismo de las tiranías, el que inventa invasiones truculentas para soliviantar el odio contra otras naciones y así aglutinar el patriotero sentimiento nacional a su alrededor. Es el patriotismo de la canalla astrosa y vil.

Para nosotros, los demócratas civilizados, patriotismo es hacer progresar la patria por el desarrollo de su gente, porque la patria es la gente y si queremos mejor patria tenemos y debemos tener mejor gente. Y eso se logra insertando al país en los adelantos científicos y tecnológicos del mundo, abriendo puertas y ventanas, como decía Ghandi, para que penetre toda la brisa del universo, pero sin dejar que nos arrastre.. Para nuestra visión mundialista del patriotismo, que profesionales venezolanos anden por todas las naciones demostrando su talento es motivo de orgullo nacional.

Como lo ha sido Galárraga, en su campo, o el doctor Fernández Morán, por ejemplo. Para nosotros patriotismo es democratizar el conocimiento, combatir la ignorancia para que no haga metástasis en estupidez y formar ciudadanos libres de mente plural y generosa, que busquen el progreso por su propio desarrollo a través del estudio, el trabajo y la responsabilidad.

Pobreza

Para Chvaez y su chavismo delirante, la pobreza significa la justificación de todos sus desmanes. Por colocar a la pobreza en el primer plano de su discurso político y permitir que “los pobres” desmantelen el activo cultural de la república, ha logrado Chávez el apoyo incondicional de toda la izquierda trucutusta del planeta.

Sin embargo, luego de 72 meses haciendo gárgaras con la pobreza, ésta ha crecido en casi un 11 por ciento, el costo de la cesta básica está por el millón y medio de bolívares y la inflación roe los raquíticos aumentos de sueldo que compulsivamente le otorga. Pero la pobreza es el sustento de su inmenso poder y mientras ella exista exponenciada por la ignorancia, sabe que “está seguro” en su satrapía.

La pobreza, en su declive miserable, no en su definición de forma modesta de vivir, es una realidad social que me conmueve. La mayoría de los estudios están enfocados hacia la parte económica de la pobreza y su solución, por lo consiguiente, a través de proyectos económicos, que siempre derivan en dádivas populistas que gangrenan el problema, porque obvian la inmensa responsabilidad del factor cultural del individuo.

Solo la Universidad Católica Andrés Bello realizó un estudio multidisciplinario, al que nadie con poder decisorio le ha hecho caso, que yo sepa, que incorpora científicamente el problema cultural al económico en el problema de la pobreza. Y prescinde del lenguaje “pobrecitista” de la pobreza que considero el primer paso para entendernos cabalmente.

Una generación que ha tenido la oportunidad de superar la escolaridad de sus mayores, debe ser una generación productiva. Sin embargo, cualquier encuesta nos revela que los abuelos, analfabetos en su mayor proporción, de los pobres de hoy, en su mayoría con hasta bachillerato completo, fueron menos pobres y mucho más productivos y proactivos.

Para emprender una eficiente labor en contra de la pobreza, debemos comenzar por analizarla en su contexto individual. ¿Cuánto inciden en la miseria de una comunidad, los vicios, la irresponsabilidad, la flojera, el machismo, la insolidaridad, el egoísmo, la frivolidad, la envidia, el manirrotismo, la reproducción desordenada, la carencia educativa y de instrucción y la falta de objetivos, de los individuos que la conforman? La mitad de la culpa, siendo generoso, la tiene el individuo. La otra mitad, la herencia, el clima, los políticos, el estado, la economía, el gobierno, Dios, el desempleo, los bajos salarios, la codicia, las “revoluciones”, y agregue usted lo que falte.

Para empezar Es imperativo analizar la pobreza en su propio contexto, en este caso Venezuela, un país de abundantes ingresos petroleros en el que el populismo de ayer exponenciado hoy, ha exacerbado el problema. No es la misma la pobreza de Haití que la de Venezuela. ¿Dónde están los pobres de aquí?, preguntaba un curtido sociólogo extranjero que ha pateado leguas de pobreza en todo el mundo.

¿Con el que no tiene? ¿O con el que no puede? ¿Se ha preguntado usted si el que no tiene es porque no quiere o porque dilapida lo que obtiene? Es imperativo formar una sociedad involucrada, es decir, inmersa en la solución de sus problemas sociales, políticos, jurídicos, económicos y culturales, con la perspicacia suficiente para poder discernir entre solidaridad y dádiva irresponsable. Debemos ser solidarios con los que no tienen por que no pueden.

A los pobre entre los pobres, como decía la Madre Teresa de Calcuta. A esos hay que darles el pescado porque sí. Pero todo el que pueda debe aprender a pescar para que produzca y enseñe. La dignidad es un asunto de conciencia. Llegó la hora de las definiciones en Venezuela.

Venezolanidad

Para los chavistas con Chávez a la cabeza, “venezolanidad” y patriotismo es la misma cosa. Basta nacer en Venezuela y ya. No importa la conducta que se observe si tiene cédula bolivariana tiene derechos y punto. Para nosotros “Venezolanidad” es RESPONSABILIAD CON EL GENTILICIO.

Libre determinación de los pueblos o soberanía

Bajo esta impecable premisa democrática, que confiere a los nacionales de un país la plena libertad para decidir su destino, se han impuesto en el planeta despiadados regímenes de fuerza que han asesinado a cientos de millones de seres humanos, conculcando libertades y oprimiendo salvajemente la disidencia. Como es el caso de Cuba donde un obseso maniático decrépito insiste en mantener a su pueblo en la ignominia. Y todo ello bajo la mirada indiferente de las naciones civilizadas, que se niegan a intervenir porque se violaría el principio de soberanía basado en la “libre determinación de los pueblos”. Como si en realidad estos pueblos tuvieran alguna opción ante la ferocidad de estos engendros del infierno.

Invocando ese precepto, este gobierno, que bordea ya la traición a la patria, según los artículos 128 (“Cualquiera que, de acuerdo con una Nación extranjera o con enemigos exteriores, conspire contra la integridad del territorio de la patria, o contra sus instituciones republicanas, o la hostilice por cualquier medio para alguno de estos fines, será castigado con la pena de presidio de veinte a treinta años”) y 138 (“El individuo que, encargado por el Gobierno de la República para tratar de negocios de Venezuela con un Gobierno extranjero, traicione su mandato perjudicando los intereses públicos, será castigado con presidio de seis a doce años”) del Código Penal venezolano vigente, pretende establecer la fidelización de Venezuela, supuestamente aceptada por la libre decisión de los venezolanos, cuando la está imponiendo por la fuerza y la más obscena compra de conciencias militares obligadas por la ley a defender la integridad de las instituciones republicanas que es exactamente lo mismo que decir democráticas.

Para nosotros la soberanía basada en la libre determinación de los pueblos está subordinada al respeto a los derechos humanos. Las naciones libres del mundo tienen la responsabilidad moral de intervenir contra cualquier gobierno forajido que pretenda violar los derechos naturales y políticos de su pueblo.

Meritocracia

Los chavistas odian a muerte esta palabra. Nada les exacerba más el resentimiento que esta voz derivada del ascenso natural de los mejores. Y así un humilde maestro de cuarto grado, que jamás se preocupo por perfeccionar su profesión, es Ministro de Educación. Y luego se extrañan del resultado desastroso de su gestión, en la que creció la deserción escolar.

Para Chávez, por encima de lo académico está “el compromiso social”, es decir, la capacidad de organizar movimientos aclamacionistas para presentarlos en Aló Presidente. El Ministro de Educación elabora un proyecto anti natural que castra la meritocracia en aras de la solidaridad, porque en su universal ignorancia las cree antagónicas.

Para nosotros, que creemos que la solidaridad debe ser orgánica y no mecánica, solo es posible la solidaridad eficiente a través de la eficacia. Solamente quienes conocen mejor pueden producir con más rentabilidad. El ascenso de los peores es camino seguro hacia el fracaso. Como le ha sucedido al chavismo. Con una que otra excepción que solo confirma la regla. Así que meritocracia es palabra civilizada, para el progreso por desarrollo de los pueblos. Por lo tanto no puede ser chavista, que es una contradicción con el término.
FIN

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