Hay cosas más importantes que dejar de ver a Cilia Flores, Carlos Escarrá, Iris Varela o Mario Isea, por nombrar algunos, al frente del congreso o dando declaraciones que son sólo un CD repetitivo de vasallaje o manipulaciones. Pero realmente será un alivio cuando desde el 26 veamos y oigamos distintas caras y voces. Claro que al lado de las grandes violaciones constitucionales, la corrupción, la podredumbre de Pdval, la carita de “yo no fui” de Ramirez, las expropiaciones y el largo mismo etc… esto no tiene ninguna importancia… pero ¡harta!
Cuántas veces hemos visto a la Flores acusarnos de lo mismo? Cada vez que se le ponen las cosas apretadas Chávez asoma un magnicidio y por supuesto que hay indiciados a la mano. Desestabilización, traición, magnicidio y golpe cada vez que hay una elección cercana. Y faltan todavía casi dos meses. Si a esto le agregamos las cadenas, los insultos, las amenazas, las ridiculeces, todo eso que como cortina esconde lo sombrío de una mente enfermiza obsesionada por el poder, encontramos el drama de Venezuela palpitante, voraz.
Esta mañana fui al parque donde usualmente llevo mis perros. Allí estaban dos mujeres y un hombre trabajando con sus camisetas rojas rojitas desteñidas y deterioradas. Estaban comiendo mangos que les habían regalado. Desde el inicio del encuentro dejé claro que era antichavista. Tenían ganas de hablar. Tenían hambre, además. El hombre, que era el más visiblemente necesitado, tenía, sin embargo, y sin asumir mi oposición, que dar una buena noticia y la dio: ¿Qué le parece? Tenemos el 45% de las acciones de GLobovisión, lo dijo el Comandante”.
Las mujeres esperaban mi reacción. ¿Cuántas acciones te dieron a ti? -pregunté. No dudó en contestar: “No, quien las tiene es el pueblo porque las tiene mi comandante”. El lavado de cerebro a la ignorancia total. Una de las mujeres se acercó y me preguntó: Perdone… ¿usted no es Isa Dobles? “Lo que queda de ella”.-respondí. Su reacción fue tan emotiva que me desconcertó, me abrazó emocionada:
“Yo la quiero mucho, nunca me perdía sus programas de TV ni de radio. ¡Esto es un milagro…! Siempre la quise conocer y abrazarla ¡Y nos abrazamos! Allí estaba esta Venezuela congelada en sentimientos e ignorancia. EL cariño, el corazón, entraba más fácilmente que las diferencias. Aquel pobre muchacho era vulnerable en su analfabetismo absoluto. Siempre he mantenido que cuando el venezolano tiene una apuesta casada entre el corazón y la cabeza, apuesta al corazón… porque por allí llega a la razón. Sin embargo, cuando les llevé una torta y refrescos, los brazos levantados tenían el mismo ritmo. El con sus acciones fantasmas, ella con su emoción. Todos con hambre. Sentí en mis entrañas lo que sentía cuando un hijo mío pequeño iba a golpearse ineludiblemente con algo. Como un cuchillo. Este corazón que nunca aprendió
Isa Dobles
dobisa@cantv.net
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