Pero aquí es donde más se fundamentan las razones coherentes por las cuales el abuso y el dejo del chavismo obtienen la consolidación del rechazo: nada más terrible para quien tiene el cerebro y los pies bien plantados sobre la tierra que de la nada venga un cuerpo extraño cargado de vacío para imponer unas reglas realengas que hace tiempo cayeron al abismo más profundo por su propio peso muerto.
La unión no se da por el interés de uno, se da por la razón implícita en la fuerza de muchos.
-Alberto Rodríguez Barrera-
La unión no se da por el interés de uno, se da por la razón implícita en la fuerza de muchos.
-Alberto Rodríguez Barrera-
EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA
“Una cuestión paralela surge en torno al Estado, si un cierto acto es o no es un acto del Estado;
por ejemplo, en la transición de una oligarquía o una tiranía hacia la democracia.” Aristóteles
La oligarquía del chavismo separa, desune y favorece sólo a quienes firman y confirman su sectarismo antidemocrático. Es un mecanismo que por lo general fracasa en todos los órdenes de la vida humana; útil sólo para los fines totalitarios, ergo: para fracasos históricos tipo Hitler, Castro, Mao, Chávez y otros tristemente célebres.
Pero la integración es otro tipo de mecanismo que generalmente lleva al desarrollo, a la prosperidad, al juego donde todos podemos defender y obtener los beneficios de la coherencia, y en todos los órdenes de la vida humana. Es el mecanismo idóneo para cohesionar los intereses y deberes sociales y económicos a que toda sociedad moderna debe aspirar. En este campo han estado los verdaderos innovadores en la historia político-social; aquí es donde las victorias múltiples aniquilan la institucionalización del fracaso, donde los conceptos político-sociales –por encima de las ”ideologías”- se traducen en realizaciones.
Solamente cuando hay unión se obtiene la fuerza requerida para la acción social general; sólo así hay equilibrio, y habilitación del mecanismo que le impide a alguno dominar a los demás; y así es como el poder mantendría el equilibrio social, democráticamente. Porque de tal manera, las fallas en una u otra área no implican el derrumbe total. La libertad tiene mañas como ésa: capacidad de reformar sobre la marcha, con el auxilio de la unión, fuerza de supervivencia pese a catástrofes económicas, de desempleo o de la naturaleza. Sobre esto ha habido ejemplos de luz e inspiración en el mundo entero: la salida de la Depresión en EE UU, Japón y Alemania después de la II Guerra Mundial…
Porque hay cosas que están por encima de las divisiones políticas, de los caciques que dominan partes, de las coaliciones circunstanciales, de las “componendas” y de la corrupción de maquinarias locales, regionales, nacionales e internacionales. La peste nunca llega a todos: las mayorías reales –en torno al 70% de la población en cualquier parte- no come menjurjes ideológicos ni viven de cotorras salvacionistas que sólo cubren la nómina de minorías preferidas. Para la unión real se requiere de este pocotón de millones de personas haciendo lo suyo dentro de una integración coherente, inteligente, equilibradamente.
Y como “grupos”, hay que acabar con la falsedad de que somos tan socialmente distintos: lo que da unidad e identificación política no es la comunidad de intereses económicos, porque hay intereses económicos distintos; son “culturas” diferentes, que están más identificadas socialmente que económicamente. Se unifican por cultura. Aunque lean, oigan, vean y vivan en medios distintos, con las variables reales existentes, los grupos contienen principios, estilos e imágenes claras y precisas de sí mismos: no se “mojonean” tanto como se cree.
Bajo los mismos satélites escupiendo contenidos para todos, existe el problema mayor de las ”calidades”. Todos tenemos un interés común en la prosperidad del desarrollo, hacia arriba, en una vida distinta donde se pueda representar dignamente el papel distinto que ocupamos en la sociedad contemporánea, que también es distinta, como no lo entiende el pasatismo chavista.
Debemos hablar más de las calidades de los valores, de los estilos sociales y culturales superiores; calidades que no queremos mochas, recortadas por los antojos desquiciados. No se trata tanto de “cantidades” como de calidades. Es un camino donde podemos preferir la cerveza al vino, pero pueden ser los mismos supermercados, tal como vemos los mismos programas de televisión, incluyendo la excepción nauseabunda que es la cuña infinitamente sectaria y mentirosa de los canales oficiales, donde se ha sustituido la calidad intelectual con bajezas tales que los adjetivos de chupamedias y jalabolas quedan vergonzosamente cortos.
Es de notar que el grupo de “trabajadores intelectuales” tampoco es igual ni lo mismo de antes. Aunque hoy están mayoritariamente alineados en contra de lo que representa el chavismo, no ocupan sólo el nicho artístico-cultural, ya que están distribuidos dentro de la diversificación mucho más compleja que ofrecen las nuevas realidades: tecnólogos, granjeros, contadores, sindicalistas, administradores, empresarios y otra gama de empleos dentro de las más diversas organizaciones. Y no se sienten como proletarios ni explotados como clase; quizás sean los portadores de un nuevo “capitalismo”: el cerebral, que los hace jefes con subalternos aunque sean subalternos de otros jefes. Tampoco son una “clase media putrefacta” sino una “clase única”, trabajando indiferentemente para un negocio, un hospital, una universidad…
El trabajador intelectual trabaja, como la mayoría de las personas, como empleado de organizaciones, y mientras más instruidos sean habrá más probabilidades de pasar la vida trabajando en organizaciones, siempre dentro de un nivel que no implica interés económico, social o cultural específico; incluso un tanto distanciado de la especificidad política. Pero aquí es donde más se fundamentan las razones coherentes por las cuales el abuso y el dejo del chavismo obtienen la consolidación del rechazo: nada más terrible para quien tiene el cerebro y los pies bien plantados sobre la tierra que de la nada venga un cuerpo extraño cargado de vacío para imponer unas reglas realengas que hace tiempo cayeron al abismo más profundo por su propio peso muerto.
La unión no se da por el interés de uno, se da por la razón implícita en la fuerza de muchos.
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