27/9/10

La gran derrota


Cambiaron la Ley Electoral para ponerla a su servicio apelando al criterio menos representativo de la equidad de la voluntad popular; reinventaron nuevos circuitos a la medida de sus cálculos; usaron todo el poder del Estado para presionar a los electores.


Llegaron al desenfreno populista más siniestro –desde cédulas para la subsistencia de hoy y hambre para mañana, hasta intentar transar neveras por conciencias–; convirtieron una elección regional en un referendo presidencial; abusaron de los medios radioeléctricos de todos para sus mezquinos fines; pusieron de rodillas al CNE que violó flagrantemente sus propios reglamentos y hasta la Constitución para permitir el circo presidencial; sacaron sus matones para aterrar a los pacíficos ciudadanos.

Todo, lo hicieron todo para prostituir el acto fundamental de la democracia. Se jugaron los últimos residuos de dignidad cívica que les quedaba. Y perdieron.

Perdieron más que una elección, perdieron la mayoría de los venezolanos y se frustraron sus grotescas apetencias sobre la composición de la Asamblea. Sobre todo quedó derrotado Chávez, candidato único y gran perdedor.

Una Venezuela distinta, mayoritaria, una Asamblea plural, anuncia una irrefrenable caída de un largo decenio de autoritarismo, humillaciones y demolición de todos los ámbitos de su vida material y, sobre todo, moral y espiritual.

Este país que al fin se puso de pie y dijo basta, que acabó con oscuros fantasmas y espejismos crueles, que puso contra la pared un caudillo más de su dilemática historia, no debe caer en un triunfalismo ingenuo.

Hay una lucha que no ha cesado, la bestia herida es en extremo peligrosa. Ya conocemos de su falta de escrúpulos y su vocación por el zarpazo y la trampa.

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