10/10/10

La perversión del “hombre nuevo”


He sido un crítico irreductible de esa manía fundamentalista, que niega el libre albedrío -privilegio humano definitorio de su potencialidad- tanto en las ideologías religiosas como en las políticas, porque en eso de "construir" al hombre nuevo no escapó ni el mismo Dios, pues, y la palabra de la Biblia vaya adelante, para lograr ese espécimen incontaminado de las pecadoras pasiones humanas -con vocación de castrati- montó una pareja de ancianos y sus hijos emparejados en una chalana llena de casares de animales y los mantuvo flotando en lo conocido del Planeta cubierto de agua producida por el más largo aguacero que registre la historia, hasta que una paloma -animalejo desagradable de incontinencia excremental- se les apareció con una ramita en el pico.
Luego de ahogar a todo el mundo, culpables e inocentes, hombres, mujeres, adolescentes, niños, niñitas, bebecitos y nonatos, salió el sol y una turba de esquizofrénicos con Nerón, Calígula, Hitler, Franco, Stalin, Mussolini, Saldan, Khadafi, Fidel, Chávez y Bin Laden a la cabeza, descendió del barco a dinamitar el mundo. Disculpen, pero se me aguaron los ojos con tanta ternura. Y es que una cosa es formar conciencia humanista en el hombre, basada en la libertad, el pluralismo, la tolerancia como espíritu de justicia y respeto al otro, y en la ética como compromiso del hombre con la sociedad, y otra lo que pretenden los fundamentalistas religiosos y políticos que se sintetiza en castrar la individualidad al hombre para convertirlo en un borrego adocenado que sirva de sustento al poder, por el expedito sistema -como lo graficara William Izarra en el caso político- de "extirpar del cerebro del sujeto lo que no es revolucionario y llenarle el hueco con la ideología del Che". Más claro ejemplo de reduccionismo cerebral ni en Cuba. Las palabras usadas para adjetivar al "hombre nuevo" gestado en el dogma socialista, tienen un impecable origen humanista, sin embargo detrás del florilegio comunista subyace la necesidad de controlar el pensamiento libertario natural del hombre para ponerlo al servicio de los intereses del gobierno y para ello no duda en apelar a la represión, a la persecución y al crimen. Así como la espada detrás de los libros sagrados funcionó a la perfección para imponer mitos religiosos, el hombre nuevo del comunismo debe pasar por esa horca caudina para ser castrado de todo vestigio de rebeldía natural hasta mutar en res y si se insiste un poco más, en cosa.



El hombre nuevo cubano


En la Cuba fidelista, luego de 51 años de "excelencia revolucionaria paradigmática", ese hombre nuevo -marca "seremos como el Che"- es un tipo de doble moral, que vende a su mujer -o a la del vecino- a los turistas en las calles de La Habana, mientras transforma un camión viejo en un arca de Noé, soñando con Miami. Es el mismo "hombre nuevo" ruso que luego de 70 años de sumisión forzada anda por el mundo como eficaz competencia de delincuentes y traficantes de toda laya. No hay manera de hacerles comprender a estos socialistas -cavernícolas en realidad- que la única revolución posible en el siglo XXI ya fue efectuada por un capitalista llamado Bill Gates, cuya racionalidad social lo ha llevado a crear una fundación que ha convocado la gesta filantrópica más formidable de la historia del capitalismo, que pone a disposición de la pobreza global la fortuna más grande del mundo, aportada por 400 billonarios gringos y otros tantos chinos. Ante esta portentosa realidad, toda antigualla regresiva que intente limitar las posibilidades de la libertad en nombre de una igualdad imposible, es un alarde de estupidez congénita. Y en nuestra históricamente desgraciada Venezuela parece que para los nuevos amos del poder, sostenidos por los petrodólares del imperio, no existen países como Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Albania, Estonia, Lituania, Rusia, China, Viet-Nam, todos comunistas o pre comunistas -llamados eufemísticamente socialistas- que se enrumbaron hacia el capitalismo después de decenios de sufrimiento, descubriendo, luego de inenarrables crímenes contra la humanidad, que esa vaina no sirve como lo acaba de reconocer Fidel Castro en uno de sus últimas lucideces mentales.


El hombre nuevo en fáciles lecciones


La primera lección que debe introyectar el embrión del hombre nuevo es la infalibilidad del caudillo, que debe ser asumido reverencialmente como superior a Dios y a la inteligencia, y por él es un privilegio ofrendar la vida -"me corto las venas por Chávez"- y renunciar a todo vestigio de independencia de criterio o de principios morales -"si ser foca es obedecer sin chistar al comandante, seré foca", Robert Serra. Para lograr esta perversión, es imperativo comenzar el proceso de adoctrinamiento desde la más temprana edad, por eso Chávez exige la conformación inmediata de los Círculos Bolivarianos Infantiles, cuya misión es introyectar en los niños la idea de la superioridad moral del sapo. El resultado, según el histórico cubano, en un sujeto de doble moral, capaz de engañar sin parpadear, que oculta sus emociones y repite consignas marcialmente mientras piensa en otra cosa, como en Miami, por ejemplo. Pero, al fin y al cabo, un individuo con sus capacidades y destrezas naturales atrofiadas. Porque el "hombre nuevo" no lo es por su productividad e inteligencia, ni tampoco por la ética, ni por el valor generosidad, sino por su capacidad de sumisión, incondicionalidad y obediencia acrítica, dribladas en doble moral. La segunda lección que debe ser asumida como expresión de devota fe, es que la máxima dignidad del hombre reside en disolver su individualidad en la masa amorfa. La castración de la individualidad, que es igual a la castración de la hombría, bajo el sofisma de la solidaridad, que en realidad es una relación entre iguales económicos, porque entre desiguales se llama filantropía, es un imperativo superior del militarismo chavista sin cuyo concurso es imposible desarrollar el proceso, porque el individuo de conciencia inteligente, por su alta criticidad, no es susceptible a presiones grupales para ceder sus derechos. En cambio, el sujeto desindividualizado se confunde fácilmente con la masa, adquiere conciencia colectiva y resigna sus derechos a los intereses de la mayoría impuestos por el caudillo, sobre todo si se le promete el imposible práctico de la clase obrera dominante, cuando las únicas clases que dominan y dominarán por los siglos de los siglos, son la del conocimiento y la de los fusiles. La tercera lección consiste en hacerle asumir el sectarismo fascista: Los Camisas Pardas o Negras de Mussolini o Hitler son las antecesoras de las franelas rojas chavistas. Todas estas manifestaciones terroristas de poder sectario que ataca ferozmente la disidencia, la diferencia, la pluralidad o simplemente al otro, es fascismo. Para los chavistas "seremos como el Che", la existencia de quienes no "piensen" como ellos -pensar en su argot significa es obedecer- es un error político que hay que corregir. Pero estos depredadores ideologizados son también víctimas de esa realidad: No ha existido ningún gobierno socialista en el universo que no haya sido sostenido por un ejército criminal y corrupto. La orden de Chávez de armar hasta los dientes a las milicias no es para "enfrentar una invasión yanqui", sino para reprimir brutalmente la lógica y esperada reacción de la otra mitad del pueblo venezolano que todavía permanece adormecida por el dadivoso vaho misionero, que le suministra la legitimidad democrática a su régimen autoritario.


Valores del hombre nuevo socialista


Como podemos deducir del texto, son dos los valores sustantivos del hombre nuevo -teológico o político-, ambos borregos de un poder superior que niega al hombre y que generan ingreso al paraíso celestial o terrenal para lo cual hay que morir física o políticamente: La obediencia acrítica al dios o al caudillo -la realidad no existe si contradice el discurso del caudillo o de la religión- y la incondicionalidad -que, aunque contiene al otro, lleva en ambos casos al crimen por acción o por complicidad.

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