21/11/10

Jorge Botti: "El derecho a la propiedad se redujo a una concesión del Estado"

El empresario cuestiona a quienes piensan que no se llegará al año 2012. "Lo haremos, así como llegamos al 26-S, día en que se demostró que sí hay capacidad para el cambio". Advierte que la Constitución ha sido suplantada por el proyecto socialista

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Jorge Botti, presidente de la Comisión de Economía de Fedecamaras
Jorge Botti, presidente de la Comisión de Economía de Fedecamaras

FICHA PERSONAL
PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE ECONOMÍA DE FEDECÁMARAS DIRECTOR DE CEDICE EX PRESIDENTE DE CONSECOMERCIO

Jorge Botti cree que los próximos dos años serán un "invierno crudo" para el país. El ritmo de las expropiaciones, de continuar, dejará un cuerpo empresarial desvencijado. Aun así, dice, el empresariado debe salir de las cuatro paredes entre las cuales está encerrado, dejar de gritar que "viene el comunismo" y conectar con los trabajadores. "La respuesta la estamos construyendo, pero implica ir más allá que decir que estamos unidos.

Falta capturar la emoción del país. Tenemos que ver cómo hacer para que los tiempos políticos y económicos coincidan", afirma.

--Usted ha dicho en varias ocasiones que los empresarios deben apuntar el discurso hacia los trabajadores. ¿Por qué? --La estrategia de confrontación del sector empresarial de los últimos años está agotada porque no hemos conectado con gran parte de la sociedad para crear vínculos afectivos que comuniquen el riesgo que significa para un país la desaparición de la empresa privada y la necesidad de evitar que el proyecto de país del Gobierno se consolide. Llegó el momento de pintar un futuro distinto y dejar de gritar que esto es comunismo.

--¿Cuáles son los pasos para eso? --Lo primero es dejar de engañarnos. El hecho de que las encuestas digan que 80% de la población defiende la propiedad privada y rechaza las expropiaciones y el modelo cubano, no significa que sea consciente de que se está mermando la propiedad. Esas mismas encuestas señalan que entre 48% y 50% de las personas no siente que vamos a un esquema comunista. Eso significa que tenemos que hacer algo más. Desde hace mucho tiempo se le está pidiendo al sector empresarial que salga y hable con el país; que conecte con la sociedad. Eso implica que el sector empresarial organizado debe salir de las cuatro paredes en las que está encerrado.

--¿Y cómo se plantea usted hacer ese diálogo con los trabajadores? --Hay que conectarse y hablar con ellos. No se trata de hablarles del comunismo soviético, sino de lo mal que estamos y de lo mejor que podríamos estar. Y que se les haga sentir con el ejemplo que empresa y trabajador son una misma cosa.

--Hace algunos años el país estaba liderado por organizaciones de la sociedad civil. Ahora los partidos retoman la batuta política. ¿Qué reflexión ha hecho el sector empresarial sobre el papel que asumió en años anteriores y el que le corresponde? --Cada sector está llegando a un reposicionamiento. En los últimos años quedó muy claro que las instituciones empresariales no están diseñadas para ejercer el poder. Hay que reconocer los errores del pasado que, aunque fueron muy personales, dieron al traste con lo que debía ser una organización empresarial. Nuestro mayor deseo es influir en un diseño de país que sea distinto del que tenemos hoy y del que tuvimos en el pasado, porque no todo lo que había anteriormente era mejor.

--¿Cuál es el papel de un empresario en una sociedad como la nuestra, que pareciera estar en cola para que le corten la cabeza? --Los empresarios tienen que dedicarse a prevalecer. Eso es importantísimo: impactar la realidad de forma que se haga imposible la destrucción de la empresa. Para eso planteo dos estrategias empresariales.

Primero, lograr la excelencia, sin importar el tamaño de la empresa. Eso pasa por cumplir a cabalidad con todas las regulaciones estatales, por más absurdas que parezcan. La segunda tarea es establecer una vinculación afectiva y efectiva con los trabajadores y la comunidad que la rodea. En estos momentos estoy sintiendo mucha angustia entre los empresarios, que con frecuencia dicen: "No llegamos a 2012". Pensar eso es peligrosísimo. Creo que sí llegamos a 2012, así como sí llegamos al 26-S. Ese día se demostró cómo somos capaces de cambiar la realidad.

--El domingo pasado, el presidente Chávez dijo, en el contexto del problema con las constructoras, que debía haber "empresas confiscadas". ¿Con qué cuerpo empresarial se llegará a 2012? --Si continúa el ritmo de las confiscaciones y las apropiaciones indebidas, llegaremos a 2012 con un aparato productivo desvencijado. El sector ha perdido alrededor de 10% de importancia en la composición del PIB. Antes producíamos entre 75% y 85% del PIB.

Sin embargo, el Gobierno va por la conquista del millón de votos adicionales y para eso aumentará el nivel de gasto público y frenará el decrecimiento de la economía. Eso lo empezaremos a ver en 2011.

--¿No hay riesgo de que las voces extremas comiencen a descollar en protagonismo de aquí a 2012? Es el fantasma recurrente de 2001 y 2002... --Esa es la estrategia del Presidente de la República. Cada día nos tienta más, y nos va a seguir tentando con todo lo que tiene. También está tentando a la Fuerza Armada Nacional, a los partidos políticos y a la sociedad. Pero la forma de atornillarlo más en el poder es respondiendo con conflicto. Hasta ahora hemos sabido aguantar. Pero, a la vez, la sociedad debe dar demostraciones de que está molesta con lo que está sucediendo, más allá de la beligerancia verbal. Por eso tenemos que prepararnos para salir a la calle, como está pautado para el 27 de noviembre. Se ha demostrado que el Gobierno retrocede ante una presión. Hay espacios de resistencia que podemos ejercer y cada campo de batalla es una empresa, por pequeña que sea.

--Usted ha dicho que el Gobierno no tiene un plan de expropiaciones, sino que avanza al azar. ¿Por qué?--Cuando se expropiaron las cementeras, en 2008, se pensó que había una estrategia de dominar sectores completos de la economía por la vía de la toma de los suministros de cada sector. Pero si eso fue así, ¿por qué ahora el Gobierno la agarra con las constructoras? Aquí no hay ningún plan. Lo que hay es una estrategia deliberada de cumplir lo que se establece en el Plan Simón Bolívar 2007-2013, que ha sustituido a la Constitución.

--Ese plan habla claramente de cómo tiene que disminuir la propiedad privada... --Es un concepto que se ha ido desdibujando. En Venezuela tenemos el reto de ampliar los derechos de propiedad.

Aunque el concepto está muy arraigado en el venezolano, la propiedad es precaria. Aquí hay una enorme cantidad de ciudadanos que creen que son propietarios porque son dueños de cuatro peroles y una platabanda. Eso no es ser propietario. El reto es hacer que ese señor entre en la economía formal: se bancarice y sea dueño de la casa que fue capaz de construir con su esfuerzo.

--Hábilmente, el Gobierno introduce el concepto de propiedad familiar, y le asegura a la gente que seguirá siendo dueña de cosas. --Exactamente. Cuando el Gobierno dice que garantiza la propiedad, está hablando de las propiedades personales de los individuos. Creer en esa garantía es caer en la trampa.

Tenemos que entender que la propiedad privada no necesita ser abolida por decreto para que desaparezca. La propiedad como derecho, tal como está establecida en el artículo 115, ha sido sustituida por la propiedad como concesión del Estado. Hay que entender que si la propiedad de los medios de producción pasa a manos del Estado bajo el eufemismo de "propiedad social", tendremos escasez permanente de bienes y servicios y se habrá destruido el mercado. Lo que quede sea su panadería o los corotos de su casa pierde valor y no puede ser transado sino a escala de trueque, como hacen los cubanos, que intercambian un apartamento por una nevera y un automóvil viejo. El peligro es que el valor de la propiedad se extingue entre nuestras manos.

No caigamos en la trampa de creer que la propiedad de los pequeños se respetará y que la de los grandes debe desaparecer. Cada vez que desaparece una empresa grande, desaparece un pedazo de la suya, de la pequeña, porque está perdiendo valor.

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