16/12/10

Bolívar en diez mandamientos

Fue el poeta civil Andrés Eloy Blanco quien resaltó la cualidad oceánica de Bolívar, pues ha servido su palabra – citada fuera de contexto - hasta para justificar la más vil de las canalladas contra la libertad, que fue su auténtica pasión. Sin embargo, escrutando su epistolario y sus discursos podemos extraer diez postulados, diez mandamientos, en los cuales se define la arteria de su pensamiento universal y el pivote de su estructura filosófica:

1er Mandamiento

“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”: Bolívar aseguraba que el primer deber del gobierno era educar al pueblo para fortalecerlo y enrumbarlo hacia el progreso y en Angostura lo declara: ¨... La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades¨.

Este pensamiento que tiene tremenda vigencia en nuestro tiempo – sobre todo por estar lo suficientemente comprobado que la educación es primordial en el combate a la pobreza - debe actualizarse para ser comprendido a cabalidad por nuestra juventud. Su nuevo planteamiento debe ser “Ética y conocimiento son nuestras primeras necesidades”.

Ética, porque significa y traduce el compromiso del sujeto con la sociedad, la confesión pública de su vocación ciudadana y solidaria. Escucho multitud de voces exigiendo justicia, que es el compromiso de la sociedad con el individuo, pero nadie pide ética, es decir, a nadie parece importarle su contribución particular a la decencia social. Si cada uno de nosotros piensa que su particular actuación ética no es necesaria porque nadie notará su falta, el resultado seguirá siendo el que tenemos: La pérdida de la moral pública. El ascenso de los pillos. Sinvergüenzas de etiqueta representando a la nación.

El segundo componente de esta exigencia vital, es la responsabilidad de acceder al progreso por el desarrollo del individuo, sin intervención de Dios, del Estado o de la suerte. Es decir que en la medida en que cada individuo como integrante solidario de un colectivo, posea los conocimientos necesarios para ejecutar a plenitud determinado trabajo productivo que lo catapulte hacia el progreso – que no necesariamente a la riqueza sino a una mejor calidad de vida - la sociedad, integrada de esta manera por hombres y mujeres con especificidades productivas, progresará en pleno. Porque el progreso sino es colectivo – cada cual con su manera de tener algo - es injusto.

Ya Bolívar lo recalcaba cuando expresara: “Cuán superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas”. Por eso al observar la inquietud por alfabetizar, me pregunto si no sería mejor preocuparse por “oficionar”. Por dotar a cada individuo, hombre o mujer, desde la niñez, de un oficio que le permita vivir de un trabajo decente si debe por presiones exógenas abandonar la escuela. Da tristeza mirar a jóvenes bachilleres que luego de once años de estudio carecen del mínimo conocimiento laboral sustentable.

Los emigrantes italianos de la post guerra llegaron a América provistos de un oficio, eran barberos, carpinteros, albañiles, fundidores, mecánicos, panaderos, entre una gama extensa de posibilidades para ganarse la vida honestamente. Y, gracias a esa previsión política, fue menos duro el desarraigo y triunfaron económica y socialmente. Por el trabajo y la responsabilidad y luego sus descendientes incorporaron el estudio a esa dupla ganadora. Basta comparar, sin estereotipos ni antiguallas ideológicas, la actitud activa de los pueblos que han logrado el progreso económico con la resignada espera de los pueblos latinoamericanos para comprender la verdad.


2º Mandamiento

“Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema, depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela”: Bolívar preconizaba la igualdad como la ley de las leyes, pero haciendo énfasis en la nivelación política constitucional, por la ley, y la superación por el estudio y el trabajo, jamás defendió Bolívar la demagógica presunción de la igualdad por debajo, el igualitarismo, que tanto daño ha hecho a nuestras repúblicas, y que constituye el banal discurso de los populistas: “La verdadera igualdad no existe sino en la formación y delante de la ley que liga y comprende a todos indistintamente; premia y recompensa al virtuoso, al justo, al sabio, al valiente, al honrado, al prudente, al industrioso, al activo y al benéfico; y castiga y reprime al vicioso, al injusto, al inmoral, al cobarde, al temerario, al holgazán y al perezoso”.

(...) “Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución, intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente existe. (…) Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseer talentos, y todos no lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida.

Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie. Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos, rivalidades y odios se han evitado!¨.


Bolívar, como nosotros hoy, estaba convencido de que el bienestar de las naciones no era un asunto de leyes, constituciones o programas sociales, sino de la voluntad general de los ciudadanos, y acotaba: ¨Al proponeros la división de los ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria, el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices¨. Ser igualitarista es ser anti bolivariano.


3er Mandamiento

“La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la utilidad perfecta le pone término”: Este precepto de Bolívar manifestado a Santander el 31 de diciembre de 1822, pertenece en realidad al filósofo francés Henry Benjamín Constant, que estableció los límites de la soberanía popular por la justicia y el bien común, la soberanía del pueblo no puede estar por encima de los derechos fundamentales del ciudadano. Así diga lo contrario el 100% del pueblo, el derecho a la vida es inviolable, los derechos humanos son inalienables, la autonomía de los poderes constituyen la base de la democracia.

Caro están pagando, aunque siempre será barato el precio, los confundidos criminales de pasadas dictaduras sus delitos contra la humanidad. Rousseau proponía que toda la sociedad se rigiera por leyes inexorables que expresaran la voluntad popular, para que no fuera el rey la sola persona que tuviera ese privilegio y poder, por lo tanto debían ser redactadas por el pueblo.

Propugnaba Rousseau un sistema de gobierno en el que la ley estuviera por encima del hombre, un orden jurídico por el que estuvieran sometidos por igual gobernados y gobernantes. Eso es lo que llamamos democracia. Sin embargo, tenía Rousseau una gran preocupación, dada su honestidad intelectual: “¿Cómo una multitud ciega, que a menudo no sabe lo que quiere, porque rara vez sabe lo que es bueno para ella, ejecutaría por sí misma una empresa tan grande, tan difícil como un sistema de legislación?”. Como certificación a esa inquietud vemos como la masa aplaude acciones gubernamentales violatorias de los principios constitucionales, justificados por la repartición proporcional de la riqueza – favorecer al pueblo - sin colegir el efecto descendente de esas medidas sometidas a las leyes precisamente para proteger a los más débiles de la poderosa fuerza del Estado.

Mañana, cuando le toque, esa misma masa seducida por el delito estatal, llorará la pérdida de sus derechos. Es la inexorable condena del estúpido: Con lo que daña para satisfacer sus instintos primitivos, será dañado.

4º Mandamiento

“...El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”:

Muchos creen ver en este pensamiento de Bolívar una posición utilitarista, en la que lo que priva es el resultado sin importar la vía, y por lo tanto una aceptación de las dictaduras, si eficientes, cuando es sabido que el costo en derechos y en atraso, sin mencionar al elevado costo de la recuperación del humanismo, que produce esta infame forma de gobierno hoy sometida al escarnio mundial, no compensa jamás los pírricos resultados económicos que preconizan sus reaccionarios seguidores.

Lo que Bolívar quiso decir en Angostura con “sistema de gobierno” fue precisamente “gobierno sistémico”, es decir, gobierno dependiente de un conjunto de normas que garanticen su eficiencia social, política y económica, para que tuviera como resultado las premisas mencionadas. Y el único sistema político capaz de producir la organización necesaria referida por Bolívar, es la democracia.

Lo que sucede es que la democracia se ha definido tradicional y simplistamente, por una premisa de Montesquieu, y sin mayor revisión ni adecuación posterior a las dinámicas políticas actuales, como “gobierno del pueblo”, con lo que sirve como fachada para cualquier andamiaje tiránico sustentado en la seducción y el soborno a una muchedumbre desclasada sin conciencia de nación, de libertad ni de progreso a la que se le ofrece la “igualdad” como señuelo.

La definición académica no se aleja mucho de esta primera referencia y sostiene que la democracia es un “régimen político en el cual la soberanía pertenece al conjunto de los ciudadanos sin distinción, es decir, al pueblo”, y la divide en representativa – que es la única posible - autoritaria - para incluir los regimenes despóticos que guardan las apariencias - y social - la que es llamada también “popular”, adjetivación que pretende conceder estatus democrático a dictaduras infames como la de los hermanos Castro en Cuba, porque realizan elecciones - a las que se suma ahora otra adjetivación divisoria imposible, la “participativa” – en la que el tirano de turno “participa” al pueblo sus decisiones de obligatorio cumplimiento.

La frase “régimen político” con la que se inicia esta última definición refiere a “conjunto de reglas o normas” es decir “sistema”. Y desde este punto sugiero una definición acorde con nuestras realidades y esperanzas, y sustentada en el enunciado de Bolívar: Democracia es el sistema político cuyos atributos son el Estado de Derecho, la celebración de elecciones libres, periódicas y justas, un régimen plural de partidos políticos, el respeto a los derechos humanos y a las libertades civiles, especialmente la libertad de expresión, y cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, regido por los principios capitales de la división de poderes, la alternabilidad y el equilibrio de las autoridades y consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.

Esta definición elimina adjetivaciones a la democracia – democracia y punto - y le impide a las tiranías que violan estos preceptos, cobijarse bajo su férula, sobre todo bajo la denominada “democracia autoritaria”, en la que supuestamente “el pueblo” delega; para siempre, en un solo hombre providencial todos los poderes y asume la servidumbre por la subsistencia de manera supuestamente voluntaria, pero, por si acaso, apuntada por los fusiles de “su ejército”, concepto que alcanza también a la llamada “democracia popular”, denominación que encubre el estatismo criminal del comunismo que confunde adrede “espacio público” con espacio del gobierno para liquidar las libertades y derechos ciudadanos, considerando que su perverso sistema es el único posible y por lo tanto toda disidencia o protesta debe ser reprimida con violencia extrema porque conspira contra los sagrados postulados del Estado – erigido en religión - corporificado en el líder supremo, tenedor de todas las acciones y valores.

5º Mandamiento

“Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública”: Este pensamiento lo plasma Bolívar en su correspondencia al general Francisco Carabaño, el 8 de octubre de 1828. En ella le expresa: “Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote. Los intrigantes corrompen los pueblos, desprestigiando la autoridad. Ellos buscan la anarquía, la confusión, el caos, y se gozan en hacer perder a los pueblos la inocencia de sus costumbres honestas y pacificas”.

Según Kant, “opinión”, que deriva del latín “opinio” que significa creencia, conjetura, “es el hecho de tener algo por verdadero con la conciencia de una insuficiencia subjetiva tanto como objetiva del juicio que así lo expresa”. Es decir, que la opinión es la creencia o toma de posición por la que el sujeto pasa de la simple impresión a la afirmación decidida pero no sometida a examen crítico.

Por las características populares de la democracia en cuanto a la cuestión electoral, los demagogos han llevado al paroxismo la importancia de la “opinión pública”, al grado de considerarse el pensamiento social dominante para todas las decisiones en materia políticas, económicas, sociales, morales y hasta filosóficas, obviando el carácter emocional de la opinión pública, que suele estar influenciada por el medio ambiente, el entorno social, cultural y familiar, el carisma, el afecto, entre muchas influencias externas, como las modernas campañas mediáticas.

Cuando Bolívar expresa que deben ser los hombres de luces los que debieran fijar la opinión pública, se está refiriendo al pensamiento, a que la opinión de los ciudadanos debe ser el producto de un ejercicio intelectual y no de la emoción contaminante. Es necesario que la “opinión pública” se nutra del pensamiento de los “hombres de luces” porque ellos, según la definición de Kant, forman los conceptos a través del juicio, es decir, del acto del pensamiento por el cual tomamos conciencia de la relación entre las cosas o las ideas y afirmamos la verdad de dicha relación.

Y el segundo requisito que exige Bolívar para un formador de opinión pública, es la honradez. ¡Cuántos “líderes” políticos son simples enunciadores de valores! Usted los oye afirmar que la familia es la “célula fundamental de la sociedad”, cuando, en su vida privada, se caracterizan por el desprecio a la familia. Tienen decenas de hijos adosados al destino de la manera más irresponsable, en múltiples uniones infelices. “La verdad es la ausencia de contradicciones”, y un líder debe ser paradigmático para que su ejemplo sirva de contraste a lo pervertido de la sociedad.

Un líder que lo sea porque “se parece al pueblo”, cuando la realidad de ese pueblo es su desequilibrio ético, es una contradicción que revierte al “líder” en jefe de pandillas. Hay que recordar que cuando el pueblo trasciende éticamente, no necesita líderes. Y menos héroes. La voz honrado, en boca de Bolívar, es decir, de un hombre del siglo XIX, significa para nosotros “integridad”, que traduce a su vez recto, probo, intachable. Y así debe ser el político, una persona de elevados valores, honrado por definición, no porque no haya tenido oportunidad de robar, sin tacha pública ni privada.

Conozco muchos hombres así, pero se niegan a participar en la política precisamente por lo escatológico de su ejercicio actual. Venezuela ofrece hoy una insuperable oportunidad para los jóvenes talentos con inclinación social, para realizar una depuración del ejercicio de la política para llevarla a su exacta dimensión como ciencia del gobierno o teoría del Estado, que los impulse a conquistar el poder para el auténtico beneficio colectivo y no clientelar. Serán estos hombres y mujeres, provistos de conciencia inteligente, ética a prueba de tentaciones y compromiso decantado con la venezolanidad, los que guiarán la opinión pública de la Venezuela del mañana.

Hoy en día la juventud venezolana tiene el privilegio de poder generar una opción política que rompa con un pasado denigrante y con un presente oprobioso, cuyo eslabón es la corrupción, dando paso a la decencia y a la civilidad como doctrina para rescatar la política como herramienta de transformación social. No se trata de revolucionar sino de evolucionar a través de la justicia, el conocimiento y la generosidad.

6º Mandamiento

“La impunidad de los delitos hace que estos se cometan con más frecuencia, y al fin llega el caso de que el castigo no basta para reprimirlos”: En su Discurso a la Convención de Ocaña, el 29 de febrero de 1828, Bolívar insiste en atribuir a la lenidad en la aplicación de la justicia, la perversión de los pueblos: “La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los Tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud y sin virtud perece la República. Mirad, en fin, que la anarquía destruye la libertad…”.

Estos mensajes de Bolívar cobran inusual vigencia en estos tiempos de turbulencia política en los que parece haberse desdibujado su frontera con la decencia y el “vale todo” se inclina por la corrupción superlativa. Ya es normal en esta Venezuela de gobierno revolucionario – “robolucionario” lo bautizó el pueblo – la figura del delito sin delincuente: Una ligera visita a una hemeroteca de los últimos doce años nos refleja la comisión in crescendo de multimillonarias estafas al tesoro público que gozan de total impunidad, con el agravante de que los denunciantes se convierten en perseguidos políticos, así sean de la tolda gobernante.

Un escándalo delictivo tapa al otro a velocidad de vértigo: Desde el cobro de comisiones - que ha llegado al paroxismo con las compras innecesarias o excedentarias de artículos perecederos o chatarra militar - pasando por la directa apropiación indebida de fondos, como el extravío de millones de dólares en efectivo en actos de prestidigitación, hasta tráfico de narcóticos y armas, que generan una riqueza que se exhibe groseramente desatando una ola criminal – por imitación – que incorpora alarmante porcentaje de la fuerza de orden público, sin precedentes en la historia nacional, que disfruta también de absoluta impunidad.

Un ejemplo es que Venezuela ha sido declarada en instancias internacionales como la capital mundial del secuestro, lucrativa empresa delictiva que solo puede florecer ante la ausencia de gobierno o con su complicidad. La lucha contra la impunidad, invocando este pensamiento de Bolívar, debe ser la primera de nuestras preocupaciones ciudadanas ya que para el gobierno es una aliada que le procura la incondicionalidad lacaya que le es indispensable para sobrevivir en el poder.

7º Mandamiento

“La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante que siempre está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre”: En abril de 1825, Bolívar escribe a su hermana María Antonia: “Escribe tú de mi parte, a los encargados en el Norte de la educación del joven Fernando Bolívar, encareciéndoles el esmero con que yo quiero que se eduque a mi sobrino. (…) Un hombre sin estudios es un ser incompleto...”.

De allí la importancia que Bolívar siempre concedió a la educación para crear republicanos, afirmando repetidas veces, como en octubre de 1825: “La Nación será sabia, virtuosa, guerrera si los principios de su educación son sabios virtuosos y militares: ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si se la cría en la escuela de estos errores.

Por esto es que las sociedades ilustradas, han puesto siempre la educación entre las bases de sus instituciones políticas. (...) Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si esta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden en la oscuridad si se corrompe o absolutamente se abandona”. O como en diciembre de ese mismo año, cuando expresa que “la salud de una República depende de la moral que por la educación adquieren los ciudadanos en su infancia”. Y previamente, en su Discurso al Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819, alertó a los padres sobre su responsabilidad con la educación de sus hijos: “No puede ser buen ciudadano ni hombre honrado el que, olvidando que su familia pertenece más a la Patria que a sí mismo, descuida la educación de sus hijos. Todo padre de familia está obligado a inspirar a la suya amor a la Patria, a la libertad, a la virtud y al trabajo”.

Sin embargo es importante destacar que no se refería Bolívar, exclusivamente, al campo del conocimiento sino que planteaba la instrucción general del pueblo para hacerlo ciudadano, lo que traduciríamos hoy como educar al hombre y a la mujer en la convivencia pacífica y la tolerancia, en el uso consciente de su libertad con el debido respeto al derecho de los demás, en el compromiso ético que define su relación con la sociedad y sus instituciones. El fracaso de la educación, que tanta gente deplora hoy, no estriba en falencias del conocimiento sino en el ejercicio ciudadano.

No es posible que cada ladrón del erario sea egresado de nuestro sistema educativo. Cada violador de los derechos humanos haya sido formado académicamente en escuelas, liceos o universidades. ¿Ningún educador fue capaz de detectar las tendencias corruptas de estos individuos? Por ello este pensamiento de Bolívar no podemos limitarlo a la ignorancia como falta de información o desconocimiento, sino a la peor de las ignorancias que es la del que no es capaz de entender su rol en la sociedad.

Abogados expertos en bucear intersticios leguleyos para procurarles impunidad a los delincuentes. Médicos que dejan morir pacientes porque no tienen dinero. Políticos que aspiran ser elegidos por el pueblo para depredar el erario. Ningún político puede enriquecerse en sus actividades gubernamentales, sino es robando. Por eso el ignorante no entiende la democracia, no es capaz de discernir sus alcances ni de vislumbrar sus oportunidades.

Acostumbrado a depender de alguien o de algo, necesita la fuerza de la opresión para evitar sus propios desmanes. Es el que exige censura, porque no puede dominar sus instintos. Hay que prohibir la minifalda para protegerlo de su propia morbosidad. Roba porque no tiene razones para no hacerlo. Necesita un policía en cada esquina para que le impidan violar la ley. Incapacitado para tomar decisiones necesita quien las tome en su lugar. Este es el tipo de gente que se vuelca en turba violenta para expresar sus preferencias, que en su caso son elementales apetitos.

Es el que dice que “la revolución está por encima de las instituciones”, o que “prefiere la igualdad a la libertad”. Y volviendo a Bolívar, no olvidemos jamás, si en verdad somos bolivarianos históricos, no políticos porque es una aberración, “que un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla, porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud”.

8º Mandamiento

“El derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza”: Esta convicción, como artículo de Fe, la expresa Bolívar en su Discurso al Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819, con la idea de que fuera incorporado a la Constitución que se aprobaría en esa instancia constituyente. Y como podemos apreciar, Bolívar no le confiere solamente valor constitucional a este derecho, sino que lo percibe como un fundamento del derecho natural, como un derecho fundamental, y establece que “es el primero y más inestimable don de la naturaleza”.

Es decir, que para Bolívar la libertad de expresión era supra constitucional y por lo tanto la violación de este precepto es un acto antibolivariano. Este pensamiento de Bolívar, profundamente democrático, se suscribe a la Carta Interamericana de la OEA, que establece en su artículo 4: “Son componentes fundamentales del ejercicio de la democracia la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa.

La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia”. En Venezuela, la resolución del veedor de la OEA, en su única visita de inspección en el país, pues el gobierno prohibió luego su acceso bajo subterfugios pueriles, determinó que la “libertad de expresión existe en Venezuela por el coraje de los periodistas”.

9º Mandamiento

“El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno”: Este pensamiento de Bolívar inserto en una carta al canónigo José Cortez de Madariaga, de fecha 16 de noviembre de 1826, se complementa con su siguiente explicación: “Mi profesión militar me ha obligado a formarme una conciencia de soldado y un brazo fuerte que no puede manejar el bastón sino la espada. El hábito de la guerra, el servicio de los campamentos, el contacto con los enemigos, me han puesto fuera del mando civil”.

En esta apreciación insistió siempre, los militares no están formados para el mando civil: "Un militar no tiene virtualmente que meterse sino en el ministerio de sus armas". "Es insoportable el espíritu militar en el mando civil". “Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el arbitro de las leyes ni del gobierno; es el defensor de su libertad”. Un ejemplo de la diferencia del pensamiento militar activo con el del civil, nos lo dio un experto socorrista internacional, que señalaba que para un civil, sin importar los días transcurridos, siempre existiría la esperanza de encontrar vida, por eso actuaban con sumo cuidado, incluso diseñando herramientas especiales, al levantar los escombros. Los militares al transcurrir el tiempo especificado en el manual para la expectativa de vida, arremeten con maquinaria pesada y terminan de aplastarlo todo.

Igualmente la represión a la delincuencia o el mantenimiento del orden público, deben estar en manos de autoridades civiles y no del ejército cuya mentalidad es la de la guerra y la tierra arrasada, por eso el estupor mundial ante el uso de fuerzas militarizadas, como la Guardia Nacional, en Venezuela para reprimir brutalmente las protestas populares. Y de eso es de lo que se trata, de la imposibilidad de conciliar una mentalidad estructurada, por razones de supervivencia institucional, en el orden, la disciplina y la obediencia debida, libre de responsabilidad por delegación a una autoridad superior; con una liberal actitud cotidiana basada en la lucidez y la coherencia subjetivas y la obediencia razonada y responsable propia del mundo civil.

En los tiempos modernos los militares están perfectamente preparados profesionalmente para desempeñarse con éxito en el mundo civil, cuando sean civiles, pero Bolívar se refería al ejercicio de la autoridad en el campo civil, que debe estar reservado a los civiles. Por eso insisto en citar el caso del General en Jefe José Francisco Bermúdez que dejó para la historia de esta nación, la más elevada lección de civilidad.

El 30 de abril de 1830 dirigió una correspondencia al Congreso Nacional exigiendo su licencia absoluta para retirarse a la vida privada. En ella expresa: “...Venezuela acaba de dar la última prueba de su amor a la libertad. Ella solicita instituciones verdaderamente republicanas, y yo que me he identificado de corazón con tan bellos sentimientos, quiero dar a ella y al mundo entero el testimonio más auténtico de esta verdad, y ninguno más digno ni más poderoso que el de solicitar como solicito mi entero desprendimiento de la carrera de las armas que abracé por la absoluta necesidad en que estábamos de lanzar de la patria a nuestros opresores.

Cesó la época del soldado. Llegó la más feliz y la más gloriosa que podíamos apetecer. Ella es aquella en que no reinan sino las leyes, cuya regla universal lejos de ser un yugo para los ciudadanos, es una fuerza que le protege y le pone a cubierto de los tiros de la arbitrariedad, y una vigilancia que a la vez que afianza su tranquilidad, asegura todas las demás garantías sociales”. Y es que un militar está entrenado en la estrategia para confundir al enemigo, que aplicada a la política se traduce en engaño y mentira, porque su formación le exige vencer mientras el civil necesita convencer.

Disenso, negociación, oposición, disidencia, son palabras que su mentalidad no puede traducir como acciones válidas. Las fórmulas interrogativas ¿por qué? y ¿para qué? constituyen delitos en la estructura jerárquica militar. Su orden se cumple sin protesta porque de ello depende la vida. Por eso su tendencia natural a la autocracia en el ejercicio del poder civil.

Por otro lado los militares están entrenados, como debe ser, para combatir enemigos de la patria, invasores extranjeros. No para discutir posiciones ideológicas. Chávez es un militar activo, pues asumió como tal la Jefatura Suprema de la Fuerza Armada – con uniforme y charreteras propias - que es una jerarquía civil inherente al cargo de Presidente de la República, lo que sitúa al poder civil por encima del estamento militar, que no es un poder legítimo porque la Constitución no lo incluye dentro de los poderes públicos.

10º Mandamiento

“La patria exige cada día nuevos sacrificios y es necesario darle hasta el último aliento de la vida”: El 23 de octubre de 1829 Bolívar escribe al general Bartolomé Salom, que le había manifestado en correspondencia precedente que se encontraba en mal estado de salud: “…La patria, mi amigo, exige cada día nuevos sacrificios, y es necesario darle hasta el último aliento de la vida. Usted ha sido nombrado representante para el próximo congreso, y es necesario venir a hacer un buen legislador, después de haber sido un excelente guerrero. Yo me intereso en que usted, de cualquier modo que sea, venga al congreso, lo exige el bien de la nación. (...) Mi salud ha estado también en mal estado y, sin embargo, no he desmayado en mis penosas tareas…”.

Bolívar lo que quiso decir con este mensaje fue que la patria estaba ya militarmente lograda, pero que exigía el esfuerzo de sus mejores hombres, hasta el último aliento de su vidas, para perfeccionarle su suerte. Nuestros abuelos dieron la vida por la patria en los campos de batalla para que nosotros hoy la diéramos en las universidades, en los laboratorios, en las artes y la literatura, en el periodismo, en la industria y el comercio y en cada rincón generador de progreso a través del desarrollo del hombre y de la mujer nacidos en su suelo o llegados voluntariamente de otras latitudes. Morir es fácil y para muchos una solución. Lo difícil es vivir. Yo convoco a la juventud de mi patria a vivir por ella.

Porque la patria es la gente… pero viva y con ganas de vivir a plenitud para desarrollar sus potencialidades en aras del bienestar general, porque el progreso o es colectivo o no lo es. Las ideologías, todas, tanto políticas como religiosas, ubican su campo de gloria eterna en la muerte: hay vida después de la muerte para las religiones obviando que también hay vida plena y repleta de satisfacciones por las realizaciones antes de la muerte. Así el lema de los enemigos de la libertad, del individuo y del libre mercado es “Patria socialista o muerte”, pero sin explicarle a la ingenuidad popular que ya de por sí socialismo es muerte. Pregunten a Corea del Norte o en Cuba, los dos últimos reductos del socialismo en el mundo.

En Conclusión

“Moral y luces son nuestras primeras necesidades” (…) “La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante que siempre está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre”: “La verdadera igualdad no existe sino en la formación y delante de la ley que liga y comprende a todos indistintamente; premia y recompensa al virtuoso, al justo, al sabio, al valiente, al honrado, al prudente, al industrioso, al activo y al benéfico; y castiga y reprime al vicioso, al injusto, al inmoral, al cobarde, al temerario, al holgazán y al perezoso”: “La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la utilidad perfecta le pone término”: “...El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”: “Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública” (…) “El talento sin probidad es un azote”: “La impunidad de los delitos hace que estos se cometan con más frecuencia, y al fin llega el caso de que el castigo no basta para reprimirlos”: “El derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza”: “El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno”: “La patria exige cada día nuevos sacrificios, y es necesario darle hasta el último aliento de la vida”.

Rafael Marrón González

1 comentario: