POR:ANIBAL ROMERO.
Disiento respetuosa pero enfáticamente del editorialista de El Nacional, quien en su nota del pasado día domingo 19 de diciembre, titulada “Asalto militar”, cometió en mi opinión dos errores: el primero fue afirmar que la “nueva sexta república” llegará de manera inevitable, “en vista del deterioro creciente del país”.
Nada es inevitable en los asuntos humanos excepto nuestra finitud como individuos. En la isla caribeña desde la cual dirigen la conquista comunista de Venezuela tienen cincuenta años aguardando una liberación que no llega.
Nada es inevitable en los asuntos humanos excepto nuestra finitud como individuos. En la isla caribeña desde la cual dirigen la conquista comunista de Venezuela tienen cincuenta años aguardando una liberación que no llega.
El segundo error fue caracterizar al régimen imperante como una expresión militarista, cuando en realidad nos enfrentamos al avance del comunismo guiado desde la Cuba castrista, avance que también destruye la institución castrense venezolana.
Ese grupo humano, el de los militares venezolanos, no debe ser visto como una unidad ni debemos los demócratas contribuir a empujarle hacia Chávez y sus aliados comunistas. Al contrario, no solamente existen numerosos soldados de la Patria que rechazan en lo profundo de sus corazones la abyecta sumisión del país a la tiranía cubana, soldados a los que resulta absurdo enajenar con generalizaciones como las que ligeramente propagan medios de comunicación que deberían ser más prudentes. No sólo, repito, la Fuerza Armada Nacional no constituye aún el monolito marxista que Chávez desearía, sino que el eventual fin del régimen y la reconstrucción de Venezuela no tendrán lugar sin el concurso de al menos una parte del sector militar.
En la referida nota editorial no se mencionaron ni una vez las palabras “socialismo” y “comunismo”, con lo que se refuerza el desatino de una oposición incapaz de abandonar sus ataduras de izquierda, ataduras que la conducen al desarme ideológico frente a la ofensiva comunista, a equivocar el diagnóstico político, a confundir la identidad del enemigo y en consecuencia a debilitar la resistencia ante el desafío que procura avasallarnos.
Lo que está en marcha en Venezuela es un proyecto comunista, concebido en Cuba y ejecutado de manera implacable a través de lo que Sándor Márai ha llamado “la técnica de la telaraña”. La araña comunista teje los hilos que acaban asfixiándolo todo: “Lo que era natural ayer, la existencia de distintos partidos políticos, la libertad de prensa, la vida sin temor, la libertad de expresión individual, seguía existiendo al día siguiente, pero había perdido sangre y vigor”.
Carece de sentido plantear la lucha en términos de civiles contra militares, y de igual modo es suicida desarmarse en el plano de las ideas, como lo hacen dirigentes políticos e intelectuales de oposición que nos venden un “socialismo bueno” frente al “malo” de Chávez, y en ocasiones proclaman que “los verdaderos socialistas” son ellos en lugar de quienes nos gobiernan. Por este camino y el del cuestionamiento indiscriminado a los militares, resulta una tarea titánica presentar un frente patriótico unido y sólido ante la amenaza mortal que nos acosa, se pierde el foco ético, ideológico y práctico de la lucha, y se fragmentan las fuerzas sicológicas y políticas de la oposición.
Chávez no se detendrá ante obstáculos puramente legales y formales. Es hora de que los dirigentes de oposición lo asimilen. No sabemos cuál será el desenlace de este drama histórico, pero deberíamos actuar ahora con clara conciencia acerca de la naturaleza del enemigo, que no es otro que el comunismo fraguado en La Habana y ejecutado sin contemplaciones, ante la miopía opositora y la apatía y desdén de América Latina y el mundo.
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