L. J. Hernández en Ultrasecretos - Quinto Día
De un lado un gobierno que no tiene el menor interés en que la confrontación concluya, porque se alimenta de ella y, del otro lado, una posición de frágil liderazgo, que le impide presionar un cambio de rumbo.Chávez, que sabe esto, juega como militar a las estrategias de guerra. Cree engañar al enemigo. No lo logra pero confunde. Nunca hubo una intención seria. Su prédica fue un acto de distracción. Ni el gobierno quiere abrirse a una oposición que desprecia ni la oposición quiere rendirse a un gobierno que ve débil.
Ambos se equivocan. No hay ganador en este escenario de desgaste.
El resultado es la gran decepción para la mayoría, ajena a los bandos, que no acaba de encontrar en los actores una asociación política para avanzar.
El tiempo de aquí al 2012 va a transcurrir en debates como el que exhibieron hace nueve días Borges y Diosdado. La única verdad es que al final ganará el que sea menos vulnerable al hastío de la sociedad.
Es una jugada peligrosa y decepcionante que nos puede llevar a revivir fantasmas del pasado que desgarraron a un país, que por sus recursos, por sus ciudadanos, merece otra suerte.
Y cuidado si después, quienes ahora se empeñan en la división, van a lamentarse de lo que han podido hacer si hubiera privado la racionalidad.
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