Un inventario de promesas y proyectos quedados en el papel hacen que la nueva presidenta de Brasil marque distancia.
No ha pasado por debajo de la mesa la distancia con que la presidenta del Brasil ha tratado a su homólogo venezolano desde la toma de posesión. Más allá de los deseos, lo cierto es que con Dilma las relaciones con Chávez ya no son lo que eran.
Se ha especulado sobre las razones de lo que parece ser su obvia prevención hacia el comandante-presidente. Pero puede que una muy poderosa esté siendo determinante: y es que Dilma Rousseff ha estado muy al tanto de los fantasiosos proyectos nunca cumplidos (por supuesto) del mandatario venezolano, desde su cargo de ministra de Minas y Energía entre 2002 y 2005.
Desde ese despacho se ganó la confianza total de Lula. Ya tenía cierta experiencia como secretaria de Energía en el estado Rio Grande do Sul entre 1991 y 1995, cuando el entonces candidato Lula da Silva la conoció en la precampaña de 2001.
Él mismo ha contado cómo llegó ella a una reunión de preparación de propuestas de gobierno con un computador portátil, las respuestas precisas y las cifras siempre a la mano. Una vez electo la encargó de reorganizar y modernizar los sectores eléctrico y petrolero.
Como ministra y presidenta del consejo de directores de Petrobras (en ese puesto hasta 2009), contribuyó a sentar las bases que han permitido que Brasil alcance lo que parecía impensable: su autoabastecimiento energético.
De modo que sabe de la materia. No es ninguna improvisada. Podemos estar seguros, que si alguien en el mundo está al tanto de la “extraña” política petrolera venezolana y los “detalles” de su dinámica esa es Dilma Rousseff.
Entre esos “detalles” podemos recordar el faraónico proyecto bautizado como el "gran gasoducto del sur", de cuya viabilidad llegaron a creer (o al menos eso aparentaron) Néstor Kirchner y Lula da Silva.
Luego la mal avenida asociación entre Pdvsa y Petrobrás para el proyecto de construcción de la refinería Abreu e Lima, en el estado de Pernambuco. Con el estilo que lo caracteriza, el presidente venezolano se apresuró a comprometer a la estatal venezolana con el 40% de la inversión, estimada en más de 13 mil millones de dólares. Inicialmente quería que fuera el 50%.
No obstante, hasta ahora Pdvsa no ha aportado ni un dólar de su parte. Incluso solicitó un préstamo al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (estatal) de Brasil, que éste no aprobó alegando falta de garantías. Por lo pronto los brasileños arrancaron sin esperar más por sus socios.
Y por ahí quedan las secuelas del escándalo del 2005. Los manejos irregulares de financiación sepultaron a varios de los dirigentes del PT más cercanos a Lula, y casi a éste también.
Ese incidente le abrió a Dilma Rousseff la jefatura del Gabinete y como vemos, su camino a la Presidencia. Entre la maraña de cosas nunca aclaradas, estaba la nada santa relación de los jefes del PT con los funcionarios del revolucionario gobierno venezolano.
Eficaz administradora y con demostrada capacidad política, no es comprensiva como Lula. La precede una fama de implacable. Puede que se las haya llevado contadas a Chávez, y la Ley Habilitante de diciembre fue una buena oportunidad para marcar distancia.
La Juana de Arco de la subversión (como la calificó un fiscal) o la Dama de Hierro de la política brasileña no se va a dejar embaucar. Eso ya lo saben en Caracas.
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