Basta una franela roja
Ni has sido buen estudiante,
ni se te ha visto progreso;
tenemos que admitir eso,
aunque sea decepcionante.
Mas, como representante,
sólo una idea se me antoja
para transformar tu hoja
o currículo de vida:
voy a comprarte enseguida
tremenda franela roja.
Quede atrás pues la congoja
de saber que a ti, mi fruto,
te gusta meterle al bruto,
o eres de la gente floja;
porque con la paradoja
que se vive en Venezuela,
basta entrar en la candela
que llaman revolución,
para hallar la solución
sin asistir a la escuela.
Ya más nunca se desvela
esta madre, lo aseguro,
adivinando el futuro
de un hijo tan sanguijuela.
Y qué contenta su abuela
con ese nieto mimado
cuando lo mire sentado
entre el público asistente
aplaudiendo al presidente
sin que sepa de qué ha hablado…
Muy bien, muchacho atrasado,
vas a aprender, ya lo sabes,
a gritar qué viva Chávez
con un tono enajenado.
Y, mira, lo más sagrado,
donde tienes que insistir
porque da para vivir
como cualquier ricachón,
es en hacerte campeón
en técnicas de aplaudir.
“Es fácil”, me a decir,
pero, mijo, se equivoca;
aplaudir a gente loca
no son 2 palmas y unir.
Hay que saber distinguir
los gestos en la oratoria;
si un poseso habla de historia
como si en ella estuviera,
apláudale la loquera
sin ninguna moratoria.
Pero que se haga notoria
su presencia en el tumulto,
no se confunda en el bulto
de los gritos y la euforia.
Busque estar en la memoria
pasándose de la raya,
y si cogiera pantalla,
asiente con la cabeza
cualquier obscenidad gruesa
con las que el líder batalla.
Hijo mío, eso no falla
para enchufarse al gobierno.
Así que agarre el cuaderno,
pero a clases no me vaya.
Anote que con agalla,
incluso la gente floja,
si vive la paradoja
que hoy en día es Venezuela,
no necesita de escuela,
basta una franela roja.
ni se te ha visto progreso;
tenemos que admitir eso,
aunque sea decepcionante.
Mas, como representante,
sólo una idea se me antoja
para transformar tu hoja
o currículo de vida:
voy a comprarte enseguida
tremenda franela roja.
Quede atrás pues la congoja
de saber que a ti, mi fruto,
te gusta meterle al bruto,
o eres de la gente floja;
porque con la paradoja
que se vive en Venezuela,
basta entrar en la candela
que llaman revolución,
para hallar la solución
sin asistir a la escuela.
Ya más nunca se desvela
esta madre, lo aseguro,
adivinando el futuro
de un hijo tan sanguijuela.
Y qué contenta su abuela
con ese nieto mimado
cuando lo mire sentado
entre el público asistente
aplaudiendo al presidente
sin que sepa de qué ha hablado…
Muy bien, muchacho atrasado,
vas a aprender, ya lo sabes,
a gritar qué viva Chávez
con un tono enajenado.
Y, mira, lo más sagrado,
donde tienes que insistir
porque da para vivir
como cualquier ricachón,
es en hacerte campeón
en técnicas de aplaudir.
“Es fácil”, me a decir,
pero, mijo, se equivoca;
aplaudir a gente loca
no son 2 palmas y unir.
Hay que saber distinguir
los gestos en la oratoria;
si un poseso habla de historia
como si en ella estuviera,
apláudale la loquera
sin ninguna moratoria.
Pero que se haga notoria
su presencia en el tumulto,
no se confunda en el bulto
de los gritos y la euforia.
Busque estar en la memoria
pasándose de la raya,
y si cogiera pantalla,
asiente con la cabeza
cualquier obscenidad gruesa
con las que el líder batalla.
Hijo mío, eso no falla
para enchufarse al gobierno.
Así que agarre el cuaderno,
pero a clases no me vaya.
Anote que con agalla,
incluso la gente floja,
si vive la paradoja
que hoy en día es Venezuela,
no necesita de escuela,
basta una franela roja.
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