L a dirigencia de oposición no quiere entender que en un régimen como el de Chávez, que pretende perpetuarse en el poder y ha vaciado las instituciones democráticas de toda capacidad de ejercer poder legítimo, no existe la relación dialéctica gobierno-oposición, propia de la dinámica política de los sistemas democráticos.
No lo comprende o no lo quiere entender y se da el lujo de postergar hasta fin de año o el próximo la selección del candidato presidencial, cuando es urgente su definición para enfrentar al candidato oficial y entusiasmar a la población sumida en la resignación y el miedo paralizante.
Hace falta el candidato opositor que convoque a manifestaciones masivas para exigir un cambio definitivo, el regreso a la democracia y la reconstrucción del país. No es posible que 52% de los votos, obtenido en las elecciones parlamentarias hace seis meses, no sirva para eliminar esa sensación de minoría acorralada, que tiene que apelar a huelgas de hambre y coserse la boca para ser escuchada. No podemos esperar un año en esta inercia, mientras los partidos políticos negocian y se ponen de acuerdo. Urge un candidato que desmonte el discurso engañoso del Presidente, que denuncie los planes siniestros para derribar la democracia e instaurar de hecho un régimen totalitario como el de sus aliados, Muamar Gadafi de Libia o del sirio Bashar al Assad, a quienes Chávez considera como "humanistas, más no extremistas.
La dirigencia opositora trabaja exclusivamente en la preservación de sus espacios e intereses políticos electorales, creyendo que las elecciones se traducirán en cuotas concretas de poder mediante representaciones institucionales, ignorando que el Gobierno no les dará oportunidad.
Han sido doce años empleados a fondo para debilitar toda forma institucional o asociativa de poder democrático.
Con la reforma de la Ley de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por ejemplo, Chávez neutralizó esa institución, la fusionó de forma subordinada, operativa y logística a las milicias, controladas por un mando combinado de oficiales chavistas y Ejército cubano, sin dejar de mencionar a otros aliados con ascendencia en el movimiento miliciano, como las FARC.
Las milicias comandarán tropas y, a pesar de estar integradas mayoritariamente por "cargafusiles" y "cargacatres" que no pasaron por una Academia Militar, tendrán rango de oficiales.
La milicia reprimirá las protestas y actuara en el Plan República durante las elecciones presidenciales de diciembre de 2012. Para colmo, los milicianos formarán desde la primaria a los niños en educación militar, los instruirán en las bondades de las armas de fuego, necesarias para la defensa de la revolución. Así que con las primeras letras, a los infantes les llenarán la cabeza de discursos, aprenderán esa barbaridad del ¡patria, socialismo o muerte!, una consigna que será su primera referencia y deberá ser rechazada contundentemente por los padres, gremios, organizaciones y comunidades educativas, para salvarlos antes que sean devorados por la revolución y convertidos en futuros revolucionarios, como en Cuba.
Padres muy preocupados con el futuro de sus hijos están pensando sacarlos del país, pero el éxodo infantil es una inmensa tragedia que debe evitase a toda costa. La larga y traumática experiencia cubana debe servirnos como espejo para actuar a tiempo y no repetir la historia de miles de niños que se separaron de sus padres y quedaron incomunicados por muchos años. La preparación militar de niños, a manos de la milicia, encubre un adoctrinamiento embrutecedor y, sobre todo, un terrorismo ideológico.
31/3/11
Terrorismo ideológico
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