Caracas, 11 de abril de 2011
Ciudadano Hugo Chávez:En diciembre de 1998, me buscaste porque necesitabas hablar conmigo. Nunca antes habíamos hablado de política, tampoco me habías invitado a participar en aquella “operación militar” que, tras dejar muchos muertos, te llevó a la cárcel en 1992. Al poco tiempo, saliste en libertad gracias al perdón incondicional de una democracia que te ofreció una oportunidad ante tu manifiesto propósito de enmienda, ¡No hubo rencores! Eso es lo bonito de la democracia. Hoy, tú desprecias esa democracia que te perdonó, ¡Lo bonito lo hacen los hombres de moralidad!
En una larga conversación, me informaste sobre tu proyecto político y me pediste que te acompañara en el gobierno. Me dijiste que la cárcel había sido un episodio de reflexión y maduración para hacer política. Te creí y acepté tu invitación. Más tarde entendí que tu proyecto era otro. Pronunciabas palabras bonitas para atraer gente mientras ganabas tiempo y espacios. Así avanzabas con intenciones ocultas. También entendí porqué tú y tus congéneres sostenían reuniones a hurtadillas y por qué tu comando táctico era hermético y misterioso. Se constituyó una conjura siniestra entre los militares que desarrollaron la cultura de la conspiración y un clan guerrillero que actúa en penumbras para sorprender y emboscar al otro. Esa conjura, por ahora, gobierna lo poco que nos queda de República. La revolución que comandas utiliza la ley y la justicia para someter a sus adversarios. En una República, los ciudadanos son iguales ante la Ley.
Tú sabes que repudio las posiciones radicales, las de izquierda o las de derecha. Me formé, para defender la patria y sus instituciones. Fue en la época de la consolidación democrática que estuvo amenazada por esa guerrilla que emboscó a nuestros soldados, hostigó a sus familiares e intimidó a la gente, el libro “Los Cinco de Línea” cuenta detalles. Ahora, desde el poder público, tus congéneres han refinado mecanismos de exilio, opresión e intimidación. Yo creo en la armonía y el equilibrio entre la prosperidad económica, el desarrollo social y la preservación del ambiente.
También creo en esa democracia donde me formé pero que, lamentablemente, no contó con un liderazgo dispuesto a aplicar los correctivos necesarios ante las desviaciones y perversiones que ocurrían. Allí apareciste tú: el militar del “por ahora”. El que incursionó en política y, aún en desventaja, ganó un proceso electoral que estuvo bajo la sombra de un golpe de estado para impedir que accedieras al poder. Se impuso la república y la fuerza de la democracia. Así, le echaste mano al poder. Hoy, muchos se arrepienten de haberte ayudado para que triunfaras.
Anunciaste el ejercicio del poder con fines nobles: acabar con la burocracia ineficiente, la corrupción y los privilegios de la élite gobernante; reducir el tamaño del gobierno; generar una economía productiva que nos liberara de la dependencia del petróleo; fortalecer la moneda; acabar con la devaluación y el endeudamiento para financiar gastos de gobierno; atender las protestas para resolver las necesidades de la gente; hacer de PDVSA una empresa eficiente, responsable y trasparente; impulsar la iniciativa privada y la libre inversión nacional y extrajera; ejecutar una política de descentralización desconcentrada; esas, entre tantas promesas que escuché de ti. Hiciste una oferta engañosa que traicionó la esperanza de muchos. No has honrado tu palabra. El contraste entre tus acciones y las promesas que hiciste al besar el crucifijo también dejan ver como violentas nuestro juramento: “Proclamo que es la moral mi principal virtud”
De la revolución han resultado cosas buenas, negarlo sería mezquino. El problema es que el balance es dañino: Dicen querer a los pobres y es verdad, pero los quieren allí, ¡POBRES! Se les niega su progreso a la clase media porque pasarían a ser enemigos de la revolución; cultivas un sectarismo que desdibuja a la República y la Democracia; haces del país tu campo de batalla virtual para conducir a la gente como si fuéramos enemigos irreconciliables. Por cierto, un congénere tuyo te bautizó como “Un presidente asesino, manchado con la sangre de los venezolanos”
Ahora que la revolución nos ha convertido en el país Nº 1 en estupidez socio-económica, mucha gente clama por una alternativa que nos permita salir de ti y de esa conjura que te acompaña con una carga de ignorancia, resentimiento y frustración. Unos te adulan o te engañan para seducir tus debilidades, otros te utilizan para alcanzar sus propios fines, todo por el poder y la plata. Ellos saben que sin ti perderían los privilegios que usurpan. Recuerdo un dicho de tus congéneres: “Ahora la melaza está en nuestro potrero y es para nosotros” ¡Patria o muerte! Por supuesto, la revolución quedó para eso: Un parásito anquilosado de la renta petrolera y el poco talento que la sirve es un azote. Entre tanto, tú, sigues administrando fracasos: Quisiste ser locutor y nos obligas a escucharte. Quisiste ser pelotero y te corrieron del estadio. Quisiste ser militar y terminaste modificando la ley para darte un grado supremo que encubre el fracaso del golpe de 1992. Quisiste ser el Presidente de una República Democrática pero ejerces como el amo y caudillo de una revolución que declaró como enemigo suyo a más de la mitad de esa república.
Hoy, me animo a recordarte que me retiré de tu gobierno y de la Fuerza Armada Nacional por propia solicitud. Lo hice, por escrito, después que me ofreciste el cargo de mi elección al remplazarme con Gastón Parra Luzardo en la presidencia de PDVSA. Él, como enemigo acérrimo de la corporación, fue el perfecto instrumento útil para aquella provocación tuya que pasó por el “Se le solicitó, la cual aceptó”, el perdón con el beso al crucifijo y tu regreso a las andanzas de origen. En ese entonces te escribí: “Señor Presidente, no soy, no he sido, ni seré un conspirador, todo lo contrario soy un hombre honesto y leal, ello me ha llevado a esta renuncia: hago y digo lo que siento de manera frontal, para ello no me escondo tras las sombras, no utilizo interpuestas personas y asumo las consecuencias de mis actos”…/... “continuaré esforzándome por contribuir con la transformación que requiere nuestro país, para el bien y la armonía de su sociedad”.
Ahora, me empeñaré en promover una propuesta con el fundamento moral que adolece la revolución que comandas. Me refiero al fundamento moral necesario para construir una Venezuela con Visión de Futuro. En ese propósito, también me empeñaré para que retomemos la condición de “ciudadanos venezolanos”, la única que nos hace iguales ante el deber y el derecho, y que nos identifica con nuestro gentilicio, costumbre y tradiciones. Hugo, se trata de una República: Democrática y Federal, donde gobernantes y gobernados nos sometemos, por igual, a las leyes.
La propuesta no es una emboscada ni una maniobra subversiva o golpista, mucho menos una pervertida unidad matemática para “ganar” elecciones. Se trata de la unión de la voluntad ciudadana para construir Una Venezuela atractiva donde se vive en Paz. La tarea comienza por Instituir Moralidad, Seguridad y Oportunidades para nosotros mismos.
Finalmente, estoy consciente de que contigo en el poder “No hay nada más peligroso que la verdad”, pero como “Con la verdad ni ofendo, ni temo” te recuerdo que doce años de gobierno dicen que esta tarea te queda grande.
Te reto a debatirlo: Tú propuesta contra la nuestra.
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