IBSEN MARTÍNEZ
Oswaldo Álvarez Paz redondea el final de un artículo suyo, de la serie "Desde el puente ", publicado el pasado 28 de marzo, con una expresión inquietante: "¡Operación República con milicias! ¿Se imaginan?" El escenario que Álvarez Paz nos propone en tan breve párrafo ya no es despachable con chistes facilones a costa de una milicia de señoras mayores participando en simulacros con fusiles descargados.
Si algo ha probado Hugo Chávez es ser persistente y cazurro, dos atributos que, en grado superlativo, lo han acompañado desde que, todavía cadete, resolvió hacerse con el poder absoluto en Venezuela a cualquier costo.
En su artículo apropiadamente titulado "Destrucción de la fuerza armada", Álvarez Paz pone de bulto que, en lo que atañe al designio de contar con una fuerza pretoriana que responda directamente a sus propósitos, Chávez había sido hasta ahora socarronamente sutil: si encontraba resistencia a la idea, la ponía en hibernación hasta encontrar una ocasión más propicia. Vale la pena citar in extenso el juicio de Álvarez Paz: "El proceso de purgas y reformas estructurales para controlarlas de manera absoluta pasó de una cierta sutileza a la acción definitiva. El martes 22 de marzo se publicó en la Gaceta Oficial la cuarta reforma a la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Se aprobó por Decreto en base a (sic) la Ley Habilitante otorgada al Presidente para enfrentar la emergencia de las lluvias y los damnificados. No pasó por la Asamblea Nacional. No se conoció, no pudo ser objeto de discusión abierta ni especializada. Se impuso, como quiere imponer el socialismo a sangre y fuego. Este paso y el apoyo incondicional y comprometido a Gadafi, son hechos inaceptables".
Estamos, pues, en presencia de una medida que claramente apunta a intervenir en el momento electoral de 2012. La mención que Álvarez Paz hace del apoyo a Gadafi no es, por cierto, impertinente: hoy puede desgranarse, uno a uno, episodio tras episodio que, desde el inocultable revés de las pasadas elecciones parlamentarias, anuncian la intención de desconocer por la vía de hecho un resultado electoral adverso a la satrapía personalista que se ha vendido como "socialismo del siglo XXI".
Desde la exaltación de un deslenguado general que, sin andarse por las ramas, adelantó que la fuerza que comanda no aceptaría el triunfo electoral de la oposición, hasta las bravuconadas justificatorias de la barbarie gadafiana: "Yo haría lo mismo puesto en las botas de mi amigo Gadafi". Palabra más o menos.
La circunstancia de que la sola idea de una tal milicia haya sido rechazada, una y otra vez, en cada consulta que se ha hecho la nación, subraya lo artero del designio de, llegado el caso, contraponer dicha milicia a los restantes componentes de la Fuerza Armada: ahora, según se desprende de la información de prensa, la milicia contará con armamento e intendencia propios y, más alarmante aún, su cuerpo de oficiales no tendrá que salir de academia militar alguna, sino que para conformarlo apenas valdrán los "méritos" de lealtad al máximo jefe de la mostrenca revolución bolivariana.
La denuncia de este nuevo giro que ha cobrado la confrontación que ya no sería, estrictamente, como hasta ahora, entre una oposición democrática y un gobierno autoritario, sino entre un gobierno militarista y el resto de la sociedad venezolana viene creciendo en frecuencia y volumen.
Nutre sus argumentos el parecer de expertos como Rocío Sanmiguel y curtidos observadores políticos como Teodoro Petkoff. De modo que este cronista no abundará no sabría hacerlo con mayor propiedad que Sanmiguel y Petkoff en el recuento de la más ominosa de las muchas tortuosas violaciones que este gobierno ha emprendido contra la Constitución.
Mas lo cierto es que, en su afán de dotarse de un brazo armado que responda exclusivamente a sus designios, Chávez no ha desmayado nunca; ha podido eventualmente poner, como dejo dicho más arriba, a hibernar el proyecto hasta hallar circunstancias más propicias para concretarlo, pero nunca ha cancelado el propósito que, invariablemente, acompaña toda ambición de perpetuarse en el poder: contar con una guardia pretoriana dispuesta a desconocer por la fuerza un resultado electoral adverso.
Pretextos para ello sobrarían la denuncia de una celada imperialista sería sólo uno de ellos y no vale la pena glosarlos por adelantado.
En todos los casos, el designio milicianista ha sido llevado adelante de un modo a la vez desvergonzado y violador de la voluntad electoral que en sucesivos referenda y, más claramente, derrotando al chavismo en las parlamentarias de hace pocos meses, se ha pronunciado contra la creación de una milicia que, en rigor, no viene a ser sino un ejército paralelo.
No soy experto en pronosticar conflictos armados, pero resulta obvio que ninguna guerra civil puede darse sin que la fuerza armada se halle irreconciliablemente dividida. La creación de un componente armado, políticamente beligerante, en previsión de lo que claramente se anuncia como una derrota electoral, es una provocación que no puede pasarse por alto.
La oposición venezolana tiene en este momento una grave responsabilidad: dar forma a un frente electoral unitario, con genuinas posibilidades de éxito y, al mismo tiempo, enfrentar con decisión y derrotar sin mayor dilación el propósito de la cúpula del régimen de poner a una milicia parcializada a "custodiar" las elecciones de diciembre de 2012.
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