Santos no puede tapar el sol con un dedo, cuando asegura que los grupos guerrilleros han desaparecido de Venezuela como por obra y gracia del espíritu santo.
La verdad no debe ser sacrificada en aras de un aparente clima de cordialidad entre Santos y Chávez, cuando los habitantes de los pueblos fronterizos entre Colombia y Venezuela sufren en su cotidianidad el secuestro, el abigeato y el pago de impuestos de guerra instaurados por elementos terroristas como las FARC, ELN y grupos guerrilleros bolivarianos como las Fuerzas Bolivarianas de Liberación.
La población fronteriza que vive y padece el cerco terrorista conoce la ubicación de estos grupos y de sus actividades vinculadas al narcotráfico. La frontera de Apure con Táchira es un bastión del narcoterrorismo al igual que los municipios Junín, Córdoba y otros sectores cercanos a Colombia. Estos lugares son usados como aliviaderos, sitios de descanso de la narco guerrilla y desde allí se planifican y lanzan ataques contra Colombia.
Es un error muy grave intentar esconder la mugre bajo la alfombra y una actitud irresponsable arriesgar la seguridad ciudadana de nuestros países en pro de una paz efímera, primando intereses económicos sobre la vida de los ciudadanos.
Los grupos insurgentes deben ser combatidos y derrotados política y militarmente para que en nuestras fronteras podamos disfrutar de un clima social más seguro, libre de violencia y delincuencia.
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