La ridiculez
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- Dijo un patético funcionario del régimen, el mismo al que una vez el jefe reprochó en público no servir ni para recoger la basura de Caracas, que la sanción de Estados Unidos contra PDVSA era “una ridiculez”. Puede ser que tenga razón si atendemos a los alcances prácticos de la medida: sólo prohíben contratos con el gobierno de USA y no afecta las ventas de petróleo ni las actividades de Citgo. En otras palabras, como bien notaban algunos, esto es más una advertencia que una sanción en toda regla. Pero imaginar negociados con el Irán fundamentalista sin suponer consecuencias, en este contexto mundial, más que una temeridad es una estupidez. Mejor será no hablar de ridiculez, más bien hagámoslo de estupidez.
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- La estupidez será mayor cuanto más significativo sea el monto de nuestras exportaciones al imperio, el 60% del total de todo lo que enviamos afuera. Dependemos completamente de esos dólares, lo cual consigue disuadir a este gobierno díscolo de cometer la estupidez de interrumpir esos envíos.
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- Como en Venezuela hemos banalizado las cosas al punto de reducirlas al temario electoral, el alinearse a favor de esta PDVSA y contra los Estados Unidos pareciera que aporta dividendos. Para desgracia de estos modernos cruzados el asunto está mal planteado y por tanto no surtirá ese efecto. No se trata de la PDVSA que una vez fue el orgullo nacional, sino de la forajida que se definió como “roja-rojita” y sirve a intereses ajenos que nada contribuyen a nuestro desarrollo y bienestar. Sirve claramente a la exportación de un modelo político fracasado, que chupa nuestros dólares para sostén de cuanto sátrapa pulula por el mundo. Ya el sambenito de pro-yankees no acompleja, porque es muy difícil superar algo más vendepatria que alinearnos con la corriente islámica.
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- Este episodio, tan sólo uno más en la comedia barata cuyo raído telón trasluce un “quién es quién” sumamente oportuno, ha desnudado a esa tantas veces mancillada doncella llamada “soberanía”. Podríamos hoy decir, junto a la valiente guillotinada de la revolución francesa: ¡Soberanía, soberanía, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! ¡Y cuántas ridiculeces! ¿O es que no saben que defender a una PDVSA degenerada, que regala petróleo a Cuba y niega sus beneficios a los venezolanos, desprovista de sus gerentes más competentes y cobijo de malandros, es lo mismo que defender al gobierno para votar en contra del cual se está convocando al pueblo para el 2012?
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- ¿Cuántas “ridiculeces” más harán coincidir a la oposición con el gobierno? Y si es una ridiculez, ¿por qué no ahorrase una más de esas coincidencias que no ayudan? ¿Cuántos prospectos de líderes más se tragará esta manera errática de hacer política? ¿Cuántas oportunidades perderemos para deslindar el país que sufrimos del país que queremos? ¿Cuál es la soberanía que defendemos, la de los cubanos castristas enseñoreados de nuestro país o la de los iraníes cargándose nuestros recursos, nuestra seguridad y nuestro prestigio internacional? ¿La del producto de nuestra riqueza sirviendo a otros gobernantes que se sirven de sus pueblos o la que permite a un régimen burlar cada tanto la voluntad popular? ¿Eso es la soberanía?
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- Sin que nos quede nada por dentro, la soberanía la perdimos desde que Fidel Castro se apoderó del gobierno en este país. Lo demás, es ridiculez.
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