De un millón de empleados públicos a nivel central en 1999 se ha pasado a más de 2 millones y medio. Y al sumarse los recipiendarios de las misiones, aumenta considerablemente la cifra de venezolanos que dependen directamente de la mega-burocracia. Encuestadoras serias como Datos, la estiman cercana a 5 millones. Más de un tercio de la población en edad de trabajar, en consecuencia, se encuentra subordinado a la vasta nómina pública.
Al mismo tiempo, ese Estado masivo y rechoncho en demasía se ha vuelto crasamente ineficaz para el cumplimiento de sus fines fundamentales. Siendo el término desmantelar equivalente a desorganizar o desarmar, se hace obvio, entonces, que el Estado venezolano también está siendo desmantelado. Y el alcance de semejante retroceso casi no deja hueso sano en el amplio repertorio de las viejas y nuevas funciones del conglomerado oficial.
El caso del sector eléctrico estatal es un “ejemplo” de la combinación entre obesidad y desmantelamiento. Todo el sistema eléctrico venezolano ha sido estatizado, y por tanto la mole de Corpoelec con su ministerio respectivo, es evidencia del enorme grosor burocrático en este ámbito. Y la proliferación de apagones, “cortes programados” y el “racionamiento de facto” que impera, son evidencia de un aparato desmantelado en su capacidad técnica y operativa.
Otro tanto puede afirmarse en el sector salud: el sistema hospitalario tradicional ha sido cuasi-duplicado con la misión Barrio Adentro, pero el abandono de aquél y el decaimiento de éste, están encareciendo el cumplimiento de las responsabilidades sanitarias del Estado, y ello explica el surgimiento de nuevas y viejas endemias o el estancamiento de variables centrales como la mortalidad materno-infantil.
En materia de alimentación, tenemos ahora a un Estado gigantesco que importa, almacena, expropia, hiper-regula y distribuye. ¿Consecuencias?: cunde la escasez de productos básicos, disminuye la producción nacional en casi todos los rubros, y la “soberanía alimentaria” se deshace a punta de importaciones sin control, verbigracia “Pudreval”.
Lo mismo acontece en el terreno de la vivienda popular. Al respecto se han creado ministerios, misiones, fundaciones, estados mayores y pare usted de contar las nuevas fórmulas burocráticas, y sin embargo la capacidad nacional para construir viviendas está literalmente desmantelada, porque en los últimos 12 años se han completado menos unidades que en cualquier quinquenio gubernativo desde finales de los años 60 del siglo pasado. Si esto no es desmantelamiento, ¿qué es?
La situación de las universidades públicas es similar. Se han constituido una serie de “universidades misioneras o bolivarianas”, que además de absorber una tajada mayúscula del presupuesto educativo, no cumplen los estándares básicos de calidad que el propio Estado le exige a las privadas y a las universidades nacionales autónomas. Y éstas últimas se mueren de mengua financiera ante la complacencia ministerial. En otras palabras: están siendo desmanteladas por pedacitos.
Pdvsa, no faltaba más, ahora es un “holding” energético, alimentario, habitacional, y distribuidor de bienes y servicios político-clientelares, que se ha vuelto incapaz hasta de alcanzar los topes de producción petrolera que fijan las cuotas de la OPEP. Se trata, probablemente, del desmantelamiento más difícil de revertir, cuando para el bien de Venezuela se logre superar la hegemonía de boinacolorá.
Y encima de todo, el señor Chávez tiene el tupé de proclamar que el Estado venezolano se encontraba desmantelado cuando él llegó al poder, y que, gracias también a él, ahora todo funciona a las mil maravillas… Y quizá tenga razón en dos aspectos: uno, el avasallamiento de la propaganda gobiernera, que aún encandila a densos sectores sociales; dos, la intimidación socio-política que genera el Estado “revolucionario”. En estos dudosos terrenos, el rol estatal sí produce provechosos dividendos.
Lo que hace falta es un Estado ágil, deslastrado de tanta grasa amorfa que sólo consume “calorías dinerarias” sin otro efecto que ese chorro de ineptitud que malbarata el potencial venezolano. Uno que se levante por sobre el desmantelaje bolivarista y pueda llevar a cabo los fines constitucionales del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.
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