Decido ir a almorzar a un negocio que vende carne asada, es sábado y son las dos de la tarde, al llegar al sitio noto una gran cantidad de personas lo que atribuyo a la realización de algún evento propio del Día del Trabajador y retrocedo para retirarme cuando se estaciona un vehículo y se bajan dos sujetos que, ostensiblemente, acomodan sendas pistolas en la pretina trasera del pantalón. Acelero mi marcha. ¿Qué hacen dos tipos armados en una fiesta? ¿O sería una reunión de “armados anónimos” en la cual se exigía venir de pistola al cinto?..
En otra oportunidad, me cuenta un amigo, que se detuvo para auxiliar a los heridos de un volcamiento y el primero en salir fue el chofer que, en lugar de preguntar por la esposa que estaba atrapada en el carro, preguntaba por su pistola que se la había caído. Esas son pequeñas muestras de la pistolamanía que ha desatado en Venezuela el talante guerrerista de Chávez y su nefando lema “socialismo o muerte”, que ha generado el aquelarre del “armaos los unos contra los otros” y viceversa. Recuerdo a un taxista confundido que me preguntó si ya había ido a retirar mi pistola de la sede del PSUV, que ya las estaban repartiendo, según rumor que circulaba por la ciudad. La impunidad del porte ilegal de armas de fuego – diseñadas prolijamente para matar seres humanos, no para eufemismo pueriles - ha producido varios tipos de portadores de armas con ganas de matar – porque todo quien cargue un arma es un asesino potencial - pero todos confundidos en una atmósfera de autoridad, por el temor que inspira todo sujeto con pistola a la mano, porque no es cosa de andar de pendigenuo solicitando el permiso de porte de armas o identificación policial a una persona con la prepotencia subida por el poder que le confiere su arsenal portátil, por lo que es preferible inferir que todo desconocido con el que nos topemos anda armado y con malas intenciones y cambiar de acera silbando bajito: Tenemos al policía de arma cubierta o descubierta pero de gatillo rápido que raspa a un cristiano en lo que espabila un mono, que usa su arma de reglamento en sus ratos de ocio para procurarse un dinerillo extra, y al malandro camisa por fuera al que la brisa le expone el arma al contoneo que tienen los choros al caminar. Contamos con guardaespaldas al mayoreo que andan de arma oculta, pero exhibiendo el bojote por los lentes oscuros. Y el ciudadano común que porta su arma para defenderse y termina usándola para asesinar a un pobre diablo que le rayó el carro - por el uso del arma sabemos quien carga a quien - o armando al hampa por su idiotez de portarla en la guantera del carro o en el maletín o en la cintura sin saber desenfundarla como Wyatt Earp. Sin olvidar a los carajitos gatillo alegre que les sustraen el arma a los papás para jugar a la ruleta rusa o para disparar al aire, sembrando el terror en las urbanizaciones de la ciudad, dejando patitieso a algún desgraciado que circulaba en mala hora por la ruta de sus balas. Ni a ese 40% de escolares que acuden a sus escuelas con “sendo” hierro en la lonchera. Ni a los psicópatas rojorojitos que exhiben su violencia marca Glock en la UCV. Ni a los presos que gozan de total libertad en los penales nacionales para protagonizar balaceras de dominio público - así como nadie ha podido descifrar por dónde le entra el agua al coco, tampoco por dónde entran las armas a las cárceles, cuyos custodios registran íntima - y regodeantemente si es mujer - a cada visitante. Todo un gran misterio como el del embarazo de María. Lo cierto es que andar de escopeta armá, en este tierrero conceptual en el que Chávez ha transmutado a Venezuela - copiando al carbón la destrucción sistemática de Cuba en manos del inepto Fidel, un bocón cagalitroso que es poder por el idem de las armas - es una cuestión de orgullo personal. Quien no ande armado es guate e´perro. Por ello cuando leo que en el país circulan catorce millones de armas de fuego ilegales – en Brasil se calculan ocho millones y en España 350 mil, bárbara diferencia - debo inferir que se presume que cada ciudadano inscrito en el CNE recibe la suya, menos yo: Por eso yo también quiero mi pistola: Para limpiarme las uñas, pues.Si Chávez se arma yo también
Y lo peor de toda esta locura armamentista es que en un país en el cual se raja tanta caña, cada borracho carga su pea, su carro y su pistola, lo que garantiza el desastre, por lo que, antes, el borracho llegaba a su casa y le caía a coñazos a la mujercita y la dejaba morada, pero ahora le descerraja un balazo en la frente, no me dirán ustedes que no es un logro de la revolución. Desde la llegada de Chávez al poder este asunto del armamento irresponsable ha ido de mal en peor bajo la premisa “si Chávez se arma contra el imperio yo también” – el pueblo traduce a privado el armamentismo bélico público de Chávez - pues para la idiotez franelitacolorá “el imperio” somos todos los venezolanos a quienes no nos da la real gana de ser chavistas, es decir sumisos, obedientes y no deliberantes, por lo que hay que dispararnos - allí están los pistoleros de Puente Llaguno y los crímenes horrendos de la Plaza Altamira para confirmarlo - como Chávez pretendía dispararle al imperio – en pasado desde que Bin Laden fue cadaverizado por los marines.
Las bandas delictivas
Ante lo papaya de conseguir armas de fuego de alto calibre, en cada barrio se han estructurado bandas al mejor estilo de las mafias de los años ´30 – de niños, adolescentes y adultos, de ambos sexos – que, además de azotar la paz ciudadana, consumir y traficar drogas – que corre por el país como río en conuco aliñando la situación - secuestrar, atracar y hasta asesinar a sangre fría a sus vecinos porque no los invitaron a la fiesta, se divierten matándose entre sí pero llevándose por delante con sus balas perdidas cuanta gente inocente se les ocurra usar como escudos humanos. Y cada integrante carga su pistola personal, nada de “préstame tu pistola que quiero disparar”, no señor, cada cual carga la suya. Y es tal la disparamentazón que ya no es el vallenato el ritmo que mueve las caderas en los barrios sino la voz de las pistolas. Lo que nos lleva a preguntar – no solo de dónde sale tanta pistola – sino quién provee tantas balas. Un jefe policial – ingenuo él, porque cree en la licitud de la proveniencia - sugiere personalizar las balas para identificar a los usuarios. No niego que sea útil, en casos de armas legítimas, pero éstas son la minoría. Lo cierto es que deben entrar barcos de balas para surtir catorce millones de armas - ¿cuánto pesa esa masa? - en acción constante. ¿Por dónde entran? ¿Le preguntamos a Mackled?
La ley desarme
La fulana Ley para el desarme de la población será otro fiasco chavista, no hay evidencia alguna de la posibilidad de éxito de nada que Chávez haga - por todo el territorio nacional se puede verificar el reguero de fracasos de este gobierno - se limitará a desarmar a los ciudadanos con porte legítimo, a obstaculizar la obtención de nuevos permisos y a ofrecer idiotamente cambiar pistolas por espejitos, como si delincuentes y ciudadanos no tuvieran claro lo que les procura su pistola frente a un estado fallido. Esa es una pose electorera, pues de todos es conocido – fue ampliamente divulgado, con fotografías, por la prensa nacional – el reto que una de las incontables bandas de violentos chavistas armados lanzó abiertamente contra la sociedad inerme. ¿Por qué no aprovechó Chávez para comenzar su operación desarme por allí? ¿No sabe que el origen de toda esta desarticulación de la paz social está en la impunidad de sus bandas paramilitares que degradan en delincuentes y azotes? Existen serias denuncias sobre un armamento militar que guardaba la difunta Lina Ron para defender la revolución – “cuando digo muerte, es muerte” – y que ahora ha quedado desguarnecido a merced de cualquier hampón. ¿Por qué no las han incautado? Pero también están las bandas delictivas aglutinadas en fuerzas guerrilleras urbanas y rurales que amenazan hasta al mismo Chávez por desviar los “postulados” de la revolución que no eran otros que matar a tiros a quien osara pedir permiso para ir al baño. ¿Por qué no las combate y desarma? Pura paja. Es más creíble que Chávez prometa suministrar para la ciudadanía previamente identificada como desarmada - para lo cual se puede contratar al ex Fiscal Isaías Rodríguez para que, mirando fijamente a los ojos al interpelado, certifique que dice la verdad - la vestimenta general en tela kevlar a prueba de balas – con la que se viste a diario - que su oferta electorera de desarmar al malandraje moño suelto que enluta la familia venezolana, menos la suya y las de su bien guardaespaldado cogollo. Lamentablemente, si queremos cambiar esta realidad, hay que sacarlo del poder el 2012, 30 mil muertos mediante. Qué desastre resultaste, Chávez
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