No que el sátrapa de Sabanetas no pueda enfermar ni morir, porque “somos hijos de la muerte”, como diría mi abuela Carmelina, quien murió en su exilio de Caracas a los 99 años de edad. Chávez está expuesto a todo lo que está expuesto el resto de los mortales, ni más ni menos. Pero conociendo a su mentor, yo que ustedes, aplicaría una de máxima cautela.
A Orlando Urdaneta no le gusta que me cite. En una reunión, no hace mucho, me amenazó con levantarse e irse si citaba un pasaje de uno de mis libros. Es verdad: no es de muy “buena educación” estarse citando, pero como lo que a mí me interesa es que ustedes se EDUQUEN y terminen de agarrarle las señas al castro-estalinismo, de una vez y por todas, no me queda otra que citarme y pecar de odioso y mal-educado.
En el año 2000 escribí un libro titulado “Regresando del Mar de la Felicidad”. Es la historia novelada de un cubano, quien como yo, se fue al exilio con sus padres a principio de la “revolución” y terminó creciendo y engendrando hijos – como yo – en Venezuela. Tras el diagnóstico de un cáncer pulmonar terminal, decidió viajar a Cuba, en el año 2000, para conocer a sus primos nacidos después de su partida y decirle adiós, para siempre, a su patria.
Aprovechando el tema novelesco, introduje en la trama mil cosas: el contacto con las jineteras, la prohibición – entonces – de los cubanos en los hoteles y restaurantes de lujo, las posadas ilegales, los llamados “paladares”, la fabricación casera del jabón, el robo de la gasolina al vecino, las tarjetas de racionamiento, el servicio médico para los cubanos comunes, la educación y el adoctrinamiento de los niños y mil cosas más. Aproveché, además, para plasmar la historia de Cuba desde su descubrimiento por Cristóbal Colón, en el anochecer del 27 de octubre de 1492, hasta el 20 de mayo de 2000, cuando Fidel Castro fue invitado a hablar ante la “asamblea” (antiguo Congreso Nacional de la República de Venezuela). También saturé mi libro con paralelismos entre el “proceso” castrista y el bolivariano.
Citaré de mi obra (con el perdón de mi gran amigo Orlando), lo referente a aquella vez que Castro conmocionó a Cuba, tras renunciar: sí, Fidel Castro, al igual que Hugo Chávez, renunció. El pueblo no lo podía creer. A continuación esa parte de la historia, plasmada en “Regresando del Mar de la Felicidad”.
Para deshacerse de Urrutia (presidente de papel que Castro colocó en el poder apenas llegó a La Habana en enero de 1959), Fidel llamó a Carlos Franqui (el entonces-director del diario “Revolución”, hoy convertido en Granma) y le dijo: “Tengo problemas con el presidente. No voy a recurrir al acostumbrado golpe de estado latinoamericano. Voy a ir directamente al pueblo, porque el pueblo sabrá lo que hay que hacer. Tú eres el único que sabe algo sobre esto. Quiero que hagas una edición especial del periódico (“Revolución”) anunciándolo. Cierra el lugar a piedra y canto y no dejes escapar una sola palabra. Será mejor que imprimas un millón de ejemplares… tú sabes, ¡con esos grandes encabezados que te gustan tanto! Daré las razones cuando me presente en la televisión…”
“Revolución” salió a la mañana siguiente con un encabezado en grandes letras rojas que decía: “¡FIDEL RENUNCIA!” El pueblo enloquecía. Hubo demostraciones por todas partes, la nación entera se estremeció y virtualmente se detuvo.
“A Fidel si le gusta joder a la gente”, fueron las exactas palabras de Camilo Cienfuegos. Pero ésta no era la acostumbrada forma de “joder”. Castro iba a librarse de su presidente, pero lo iba a hacer a través de un nuevo tipo de acción política, a través de lo que era, en efecto, un “golpe de televisión”, en el cual un hombre no es simplemente sustituido en su cargo político, sino destruido y en el cual “el pueblo” pensaría que realmente tomó la decisión mediante lo que ahora se llamaba “democracia directa”… o “participativa”, como le llamaría décadas después Hugo Chávez, un metódico estudioso de Fidel Castro y de sus macabras y malévolas tácticas.
Fidel se desapareció de la capital y se “escondió” varios días. El pueblo incrementaba su incertidumbre ante la pérdida de su líder. La desorientación colectiva se adueñó de la nación entera. Nadie, incluso Urrutia, sabía qué hacer ni por qué Castro había tomado aquella dramática determinación de renunciar después de tantos “sacrificios”.
Cuando por fin volvió a La Habana, fue primero a la estación de televisión CMQ y habló tranquilamente durante unos treinta minutos. Entonces se lanzó en forma directa al grano, declarando que “la razón de mi renuncia son las dificultades que he tenido con el presidente de la República”. Ahí no paró la cosa. Continuó acusando a Urrutia de “alta traición” porque había hablado en contra de los comunistas. La actuación no sería olvidada nunca, porque era la más amenazadora que había realizado Castro hasta entonces y muchos de los que habían estado con él desde un principio, se sintieron asombrados por la ferocidad de su ataque contra un hombre que había cumplido a ciegas todos sus deseos.
“Regresando del Mar de la Felicidad”
Además de Urrutia, cayeron mil cabezas. Imbéciles que creyeron en la “renuncia” de Castro y pretendieron substituirlo. Pero esa no fue la única vez que Fidel “le mamó gallo” (le tomó el pelo) a los cubanos. Como ustedes recordarán, El Máximo Líder siempre salía en la televisión o en las fotos fumándose un habano cubano. Un buen día dejó de fumar y comenzó a rodar la bola a través de la cual se ASEGURABA que tenía cáncer de garganta y que ya estaba minado. Lo más probable es que la bola haya salido desde la misma azotea del tirano. Teníamos un vecino, exiliado cubano, en San Bernardino (Caracas), que se emocionó tanto con el supuesto cáncer de Castro, que renunció a su trabajo y entregó su apartamento, porque ya era cuestión de semanas que podría regresar a su patria. Hace poco murió de viejo en Miami, el cubano… no Castro.
Con estos doce días que Chávez tiene fuera de Venezuela (si es que está fuera de Venezuela, porque a mí no me consta), ha puesto a TOOOOODO el mundo en la misma onda: a hablar sobre sus posibles enfermedades, algunas más comprometedoras que otras: furúnculo, SIDA, cáncer en la próstata, una bacteria que no responde a los antibióticos… y paremos de contar. Todo bajo la más absurda especulación.
Cuando regrese a Caracas, bueno y sano y más alzao que el Pico Turquino, nos quedaremos todos haciendo cui-cuí, sumidos en lo que hoy se conoce como “depresión colectiva”… y Chávez habrá descubierto, si acaso, quiénes comenzaron a sacar cuentas raras con su prolongada ausencia, debido a su “enfermedad”. Después de todo, hace ya casi una década de la gran movida de mata, a partir del 13 de abril de 2002. Muy pronto se podrá enfermar, de verdad-verdad, que nadie lo tomará en serio y no se moverá ni una hojita llanera, en plena sequía de verano.
Si Chávez regresa bueno y sano a Venezuela, todos aquellos “comunicadores” y políticos de oficios, habrán demostrado no conocer al enemigo… aunque los venezolanos son tan nobles que seguirán creyendo en ellos.
En mi pueblo, Cienfuegos, había un gallego muy bruto a quien le llamaban “Tiburón”, de nombre Celestino. Cuenta mi abuelo que cuando la gente le preguntaba si llovería, Celestino respondía: “puede que sí… puede que no”. No era tan bruto el hombre. Al menos no tan bruto como todos aquellos que en Venezuela han llenado cuartillas y cuartillas asegurando, con impresionante propiedad, de qué mal sufre Chávez.
Dios los ampare a todos.
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