2/7/11

No le creí nada, Comandante, lo dice sin rodeos Gustavo Yepes

El castigo del embustero es no ser creído, aún cuando diga la verdad
Aristóteles

No le creí nada de lo que nos leyó, porque usted conmigo perdió la credibilidad hace muchísimo tiempo. Y no digo que no sea verdad lo que dijo, porque a lo mejor parte de ello es verdad, pero no porque usted lo dijo, sino porque simplemente es verdad.
¿Cómo creerle a quien tiene más de 30 años engañándonos? En los papeles que nos leyó estaba escrito algo acerca de “…modestas responsabilidades que la revolución me viene imponiendo desde hace más de 30 años”. Lo que intuíamos, ya usted lo confesó: hace más de 30 años, usted traicionó su juramento a la patria y por consiguiente toda su carrera militar fue un engaño.
¿Cómo creerle a quien una vez prometió redimirse mientras sostenía un crucifijo en la mano, para inmediatamente caernos a golpes con un martillo y mutilarnos con una hoz?
¿Cómo creerle a quien tiene por norma golpear a los compatriotas menos favorecidos para luego convencerlos de que fui yo quien los golpeó?
¿Cómo creerle a quien expropia y destruye la iniciativa privada después de habernos hecho creer, disfrazado de cordero y con bastantes kilos de menos que hoy, que iba a respetar a quien hoy masacra?
¿Cómo creerle a quien se indignaba, el 20 de junio de 1999 en cadena nacional, por el infierno que eran las cárceles, y en 12 años las convirtió en algo infinitamente peor que ese infierno? En ese Aló número 4 usted le prometió, al familiar de un recluso, la puesta en marcha del Plan Dignidad, para convertir a las cárceles “en sitios donde la gente convivan, donde vivan y no vayan a morir en vida”. Hoy sabemos que fue otra mentira.
¿Cómo creerle a quien ha despreciado el dolor y la angustia de venezolanos dignos como Franklin Brito (+), María Lourdes Afiuni y Alejandro Peña Esclusa, para mencionar sólo a unos pocos, y hoy intenta manipularnos para que nos compadezcamos de sus supuestos dolores y angustias?
Me imagino que un experto en lingüística o en la lectura del lenguaje gestual se debe dar un banquete analizando la lectura del comunicado. Yo, que muy poco sé de eso, pude notar algunos pequeños detalles que dicen mucho.
Si se fija bien, Comandante, notará que durante toda la lectura usted mantuvo una expresión circunspecta, con una que otra de esas sonrisitas cínicas a las que nos tiene acostumbrados. Esa expresión la mantuvo incluso cuando se refirió a sus hijas, al pueblo venezolano, a las mujeres y pare de contar. Sólo una vez se le escapó una sonrisa espontánea: cuando se refirió al pueblo cubano, para rematar al final leyendo que ese mensaje lo envía desde la Patria Grande. Ya sabemos, a confesión de parte, dónde están sus querencias y cuál es su Patria Grande. Ya sabemos quien es el único ser, “aquel gigante que ya superó todos los tiempos y todos los lugares”, que es capaz de decirle qué es lo que debe hacer, ya no sólo en la dirección de su otra patria, sino hasta en los asuntos más personales.
Usted nos tiene acostumbrados a escucharlo hablar por horas y horas de lo humano y lo divino, de memoria, espontáneamente, y cuando le toca hablar de sí mismo, de su presunta enfermedad, lo hace leyendo unos papeles escritos por quién sabe quién. En esos papeles están escritas cosas que sólo se pueden decir de forma espontánea para que sean creíbles, pero usted, revestido de sus innegables dotes de actor, igual las leyó en cadena nacional. Aquí le van dos ejemplos: “…estoy obligado ahora a hablarles desde lo más hondo de mí mismo”; “Llegan a mi memoria, ahora mismo…”.
No quiero finalizar sin citar a Friedrich Nietzsche, el mismo filósofo de los “errores fundamentales” que estaba en sus papeles: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.
No Comandante. No le creí nada. Y si resulta ser verdad, no porque usted lo dijo sino porque es verdad, espero que sepa llevar su cruz a cuestas con la misma entereza con que los venezolanos hemos llevado la cruz que usted nos impuso a la fuerza.

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