“Si no sacamos a Venezuela de este desastre (...), el hampa acabará con todos aquellos que no formen parte de la privilegiada oligarquía roja”, sostiene “Radar de los barrios”
Jesús Chúo Torrealba El radar de los Barrios - Diario La Voz
En nuestros barrios están matando gente por un puesto de estacionamiento. O porque quedó mal el ruedo de un pantalón. Están secuestrando a gente pobre, muy pobre, a cuyos familiares piden sumas relativamente modestas para una familia de clase media, pero sencillamente inalcanzables para alguien que vive en el barrio.
Por no poder pagar el pírrico rescate, aparecen cuerpos sin vida en un matorral. O en un basurero. O en la morgue de un hospital. La inflación también afectó al homicidio: ahora matan de a dos, de a tres, de a cinco. En muchísimos de esos crímenes aparecen como implicados, participantes o protagonistas sujetos a quienes la prudencia aconseja señalar sólo como “presuntos” policías. No es el guión de una película venezolana, de aquellas malazas que hacía -con generoso financiamiento de los gobiernos del pasado- el amnésico Román Chalbaud. Es la actual realidad nuestra, de todos los días. Es apenas la lectura de los titulares de la semana que acaba de concluir. La lotería realmente generosa en Venezuela es la muerte violenta, la única que semana a semana, día a día, reparte “premios” a granel, incluso a quienes no hayan comprado ticket o boleto. Acostumbrados como estamos los venezolanos al azote de la inseguridad, no hemos advertido que la bestia de la violencia ha ido mutando. Porque inseguridad siempre ha habido, sería una infamia decir que la misma empezó “con este gobierno”. Pero lo que sí no había existido nunca son los niveles de salvajismo homicida e inmensa impunidad con que el crimen actúa ahora. Eso sí es un “logro hecho en socialismo”, como dice la propaganda oficial.
Así le regaló el gobierno la calle al crimen:
Hasta finales de los ’90 en Caracas la DISIP realizaba patrullaje en las calles. Por toda la ciudad estaban desplegados los entonces llamados “comandos urbanos” de la Guardia Nacional. La Policía Metropolitana tenía a 8 mil hombres en servicio, y las policías municipales disponían del armamento necesario para enfrentar al malandraje. Todo eso cambió con la llegada al poder del Presidente Chávez. No es un asunto de “opiniones políticas”, que cada quien puede tener la que le dé la gana. Son los hechos: A la DISIP le cambiaron el nombre y la devolvieron a su antiguo rol de perseguir disidentes; los comandos urbanos de la GN fueron desmantelados, sólo para sustituirlos (con un retraso de 10 años) por las carpas del DIBISE, donde los efectivos de la GN se la pasan cuidando… las mismas carpas, con la solitaria excepción de lo que ocurre en la parroquia El Recreo. A la Metropolitana primero la desmoralizaron, luego la anarquizaron y por último la disolvieron. A las policías municipales las asaltaron y les quitaron las armas indispensables para enfrentarse a los “criminales del Siglo XXI”, estos sujetos que atracan con fusiles de asalto, granadas y armas automáticas.
Desigualdad hasta en la muerte
¿Qué la inseguridad nos afecta a todos por igual? No, no es verdad. La inseguridad nos aterroriza a casi todos, pero nos asesina en forma discriminatoria. La primera diferencia que salta a la vista es la existe entre los burócratas y los demás venezolanos. Los “chivos” del gobierno (los pesados, los medianos y hasta los livianitos) viven rodeados de guardaespaldas. Espalderos civiles, policiales y militares los protegen las 24 horas del día. A sus hijos también. A sus esposas y a sus queridas. Los testaferros de los burócratas y hasta sus sicarios comunicacionales también andan para arriba y para abajo rodeados de nubes de guardaespaldas. Esto contrasta abiertamente con la situación que sufre el resto de la población. La clase media, por ejemplo, vive azotada por los secuestros express, por los atracos para robar vehículos que con cada vez más frecuencia terminan en asesinato, por los arrebatones para despojarlos de teléfonos inteligentes, agresiones que también con mucha frecuencia van acompañadas de lesiones graves y pérdida de vidas. Pero donde se concentra la cosecha roja del hampa es en los barrios.
Con Chávez manda… ¡el hampa!
Esto puede corroborarse en todas las encuestas de victimización que han sido realizadas en los últimos años: Ocho de cada diez víctimas de la violencia criminal caen en los barrios pobres de nuestras ciudades. Las víctimas suelen ser preferentemente hombres, jóvenes, morenos, pobres y padres de uno a tres hijos. Por supuesto, a uno en el barrio le importan un carajo las “encuestas de victimización”. Uno de lo que está pendiente es de regresar temprano, del trabajo o del rebusque, a la casa. Salir del Metro y tomar la camionetica o el jeep es literalmente una carrera contra la muerte, porque de allí donde nos deja el jeep todavía hay que atravesar veredas, callejones y escaleras para llegar a la casa. Para colmo, el gobierno nos regaló un cambio de horario, y ahora oscurece media hora antes. Y en cualquier recoveco del camino, un atraco encontrado o una bala perdida puede ser lo último que veamos. ¿Recuerdan, cuando hace doce años algunos pensaron que con un militar en el poder se acabaría el problema del hampa en nuestro país? Pues resulta que no solo no se acabó, sino que se agravó hasta lo insoportable. La lotería de la muerte no es un juego, y tampoco es un azar. De hecho, es lo único seguro: Si no sacamos a Venezuela de este desastre de corrupción, ineficiencia e impunidad, el hampa criminal terminará acabando con todos aquellos que no formen parte de la privilegiada oligarquía roja. Enfrentar y vencer la inseguridad ya no es un asunto de “política” sino de SOBREVIVENCIA. La sangre de los hijos del pueblo derramada por el hampa impune demuestra que es falsa aquella consigna de que “con Chávez manda el pueblo”. La dura verdad es que con Chávez en Miraflores quien manda en nuestro país es el hampa.
NO SON HACKERS, SON BURÓCRATAS…
Como ya sabe el país, la cuenta de Twitter: @radardebarrios y el correo electrónico: radardelosbarrios@gmail.com fueron objeto de un acto de piratería. Es bueno aclarar que los responsables no fueron “hackers”, si por tales se entiende individuos aislados, “rebeldes sin causa” que usan el ciberespacio como escenario para sus irreverencias frente al poder. Aquí ocurre todo lo contrario: Es el poder, disfrazado de “hacker”, el que arremete contra los ciudadanos. Y como los hampones que roban y asesinan, estos burócratas disfrazados lo hacen con total impunidad: Por una intrusión similar en España el autor de la misma puede pagar hasta 11 años de cárcel, y en Estados Unidos la condena puede llegar hasta 22 años. Aquí, en esta Venezuela desgobernada, lo que le puede pasar al criminal es que le aumenten el sueldo. Nos hackearon la cuenta, es verdad. Pero en 24 horas los detuvimos, los bloqueamos y durante la próxima semana se producirá el regreso del Radar de los Barrios al ciberespacio, repotenciado. ¡Ahora si van a tener que bailar pegados, burócratas cobardes! ¡No nos callarán! ¡La verdad de la gente humilde seguirá ampliando sus espacios, también en Internet!
Los “chivos” del gobierno (los pesados, los medianos y hasta los livianitos) viven rodeados de guardaespaldas. Espalderos civiles, policiales y militares los protegen las 24 horas del día. A sus hijos también. A sus esposas y a sus queridas. Los testaferros de los burócratas y hasta sus sicarios comunicacionales también andan para arriba y para abajo rodeados de nubes de guardaespaldas
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