29/10/11

El odio hecho una causa


En uno de los bandazos emocionales típicos de su forma de comportarse el público, el presidente Chávez estuvo una mañana haciendo comentarios en torno al respeto en la política y la importancia de la paz pública, mientras por la noche, frente a varios efectivos militares, se pasó varios minutos insultando a sus adversarios políticos. Ahondando el distanciamiento, abonando el conflicto, adulterando el papel que las Fuerzas Armadas le tienen reservado en la Constitución Nacional arengándolos políticamente.

Esta duplicidad, rasgo característico de la conducta del Primer Mandatario, ha tenido múltiples capítulos a lo largo de estos largos trece años de gobierno. Su programa de televisión ha sido, a estos efectos, una excelente vitrina para explorar y constatar los múltiples saltos emocionales que describimos.

El presidente a ratos se lamenta porque hay sectores que, según piensa, le detestan; en todo momento estigmatiza a sus adversarios y los retrata como unos sujetos mezquinos y oscuros, profesionales del odio y la inquina, negados a comprender la naturaleza del actual momento, que pierden un tiempo precioso despreciándolo a él como depositario de la esperanza popular.

Eso no ha sido obstáculo para verlo a continuación despreciando el acuerdo político como concepto, burlándose de cualquier llamado a dialogar, jurando por un puñado de cruces que jamás pactará nada con sus adversarios, administrando insultos y adjetivos de todo calibre, y, en resumidas cuentas, cultivando con enorme método y enjundia, con el deleite de un artista, el terrible y peligroso aparato de odio en el cual están parados los venezolanos hoy. El presidente se sorprende cuando constata que lo odian, pero se ha destinado buena parte de sus esfuerzos a transformar esa sensación en una certeza.

Nada de esto sucede porque el Presidente Chávez y sus colaboradores hagan una interpretación ligera de la realidad, obren con descuido o desconozcan el peso específico del papel y la responsabilidad que tienen asignados como representantes del poder nacional.

El proceder del alto gobierno es terriblemente irresponsable, pero también es completamente premeditado. Es visto como el escenario de una pugna más o menos inevitable que tiene como objetivo final apropiarse de todos los rincones y resortes del país en un esquema de lucha de clases. El oficialismo ha desnaturalizado y bastardeado como completo el espíritu y el significado de la Carta Magna, poblando el debate nacional de criterios y objetivos políticos que ésta no contempla

El camino, por supuesto, está destinado a ir para ninguna parte. La pugna esta destinada a fomentar la corriente migratoria, agotar a la ciudadanía y destruir las estructuras existentes sin que puedan, si siquiera, nacer las nuevas.

Uno de los nudos del debate nacional que se aproxima en las venideras elecciones debe consistir en rescatar a la Constitución Nacional como epicentro de un acuerdo mínimo de los ciudadanos venezolanos para poder coexistir en paz. El presidente Chávez y todos sus colaboradores tienen una enorme responsabilidad en el actual estado de disfuncionalidad y decadencia que exhibe la nación.

El camino del conflicto político no sólo es extremadamente peligroso. Mientras siga en vigencia seguirá siendo la palanca para ahondar en el foso donde permanecemos como nación.

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