Publicado, julio, 2007, pero más vigente cada día…
El padre José Palmar tiene la impresión de arar en el desierto. Admirador incondicional del presidente venezolano, el teniente coronel Hugo Chávez, no comprende porque no se cumplen los pedidos de sus oraciones. De lo alto de su púlpito, por radio o en las columnas de un pequeño diario, Reporte, denuncia sin cesar un pecado capital: la corrupción. Cansado de pedir audiencia sin éxito, el Padre Palmar pierde paciencia: “Presidente Chávez, lo reto a que diga ante el conjunto de cadenas de televisión que las denuncias presentadas desde hace un año en la prensa y entregadas al ministerio público son una mentira”, escribe. Y de regañar al Sr. Chávez: “Usted está rodeado de ladrones, -le increpa- ¿Oye usted? ¡De ladrones!"
Este cura católico y chavista ha recibido mal los nombramientos para la cúpula de la empresa pública Petróleos de Venezuela (PDVSA), mientras no cesa de apuntar con el dedo a la corrupción que reina en la industria petrolera. A fines de mayo, un primo del jefe de Estado, Asdrúbal Chávez, fue promovido a vicepresidente de PDVSA. Desde que su primo Hugo preside los destinos de Venezuela, Asdrúbal Chávez se ocupa, en PDVSA, de la comercializació n y de la dotación, así como de la filial PDV Marina, la flota petrolera.
La comercializació n, la exportación y el transporte del petróleo dan lugar a negocios jugosos, gracias a los intermediarios y a las manipulaciones financieras favorecidas por un dólar cambiado en el mercado negro al doble de su cotización oficial. Fue allí donde hizo fortuna Wilmer Ruperti, capitán de la marina mercante hace apenas veinte años a penas, convertido en el principal transportista naviero de Venezuela.
Boli-Burguesí a
A fines de 2002, logró romper [Ruperti] la huelga de PDV marina y de PDVSA con sus cargas, lo que le valió una medalla y el reconocimiento del presidente Chávez, que desde entonces no ha dejado de alentar sus proyectos. Para demostrar su apego a la “revolución bolivariana” lanzada por el Sr. Chávez, Wilmer Ruperti pagó 1,6 millones de dólares por un par de pistolas que pertenecieron a Simón Bolívar, en una subasta de Christie’s, para que esas armas regresaran a Venezuela.
Figura emblemática de la nueva burguesía emergente, la “boli-burguesí a”, el Sr. Ruperti no es el único en haberse enriquecido gracias a la renta petrolera. Desde que el Sr. Chávez está en el poder (1999), el precio del barril de petróleo se ha quintuplicado. Fuera de la industria petrolera, ningún sector no recibe tantos beneficios como los bancos, La Bolsa de Caracas bate records y los bancos experimentan un crecimiento del 43%, mientras el techo del sector industrial está por debajo del 10%, según el ministerio de finanzas.
“El control de cambios y la venta de divisas a discreción, mientras el dólar vale el doble en el mercado negro, añadidos a una inflación del 20% y a una administració n pública caótica, suscitan un esquema de corrupción que permite realizar beneficios a corto plazo al alcance de los banqueros, los comerciantes, los altos funcionarios y los militares colocados en puestos claves”, subraya Orlando Ochoa, economista de la Universidad Católica.
Entre los hombres de negocio de la “City” venezolana, los escándalos de los años 1990 que afectaron al banco Progreso y al banco Latino parecen olvidados. En 2002, el hundimiento del Banco Industrial de Venezuela y las irregularidades del Banco del Pueblo Soberano no le hicieron mella a la euforia provocada por el alza del petróleo y por las generosidades del Estado.
Es así como los bonos de la deuda argentina, comprados por el gobierno de Chávez a nombre de la solidaridad “bolivariana”, fueron de inmediato puestos en mano de los bancos privados que percibieron ganancias máximas en el mercado internacional en un tiempo record.
Banqueros tradicionales, como Víctor Vargas Irausquin (Banco Occidental de Descuento) y Víctor Augusto Gill Ramírez (Banco Fondocomún), hallaron rápidamente su cuenta y sus ingresos en lugar elevado, al lado de recién llegados como Danilo Díaz Granados y el teniente Arne Chacón, hermano de Jesse Chacón, muy cercano al Sr. Chávez desde que conspiraban juntos en el ejército, ex ministro de relaciones interiores y ahora de telecomunicaciones. El teniente Chacón compró a crédito la mitad del Banco Baninvest, con su sueldo de oficial por todo peculio. Decididamente novicio, confesó a los medios que tenía la intención de pagar su “deuda”… ¡gracias al tráfico de influencia!
Lo hombres de negocio “emergentes” no siempre se las llevan bien, en el Country Club y en las recepciones encopetadas de Caracas, con la burguesía tradicional que el Sr. Chávez invariablemente llama “oligarquía”. En el sector de la alimentación, el programa social Mercal —un circuito de mercados que venden productos a bajo precio— ha desestabilizado a los negocios del grupo Polar, el principal grupo privado del país, en provecho de dos jóvenes lobos afectos al chavismo, Ricardo Fernández Barruecos y Sarkis Arslanan Beyloune. Los proveedores de Mercal no pagan ni arancel de aduana ni impuestos y no dudan en importar en detrimento de la producción venezolana. El hermano mayor del jefe de Estado, Adán Chávez, se ocupó de la importación de alimentos, en los tiempos en que era embajador en La Habana, antes de ser promovido a secretario de la presidencia y luego a ministro de educación.
"Acumulación primitiva"
La acusación de nepotismo no parece molestar al jefe de Estado, cuya familia ocupa sólidas posiciones en su estado natal de Barinas. El gobernador es su padre, Hugo de los Reyes Chávez, ex maestro de escuela convertido en propietario de tierras. El secretario de Estado de Barinas es un hermano de Hugo, Argenis Chávez. Argenis Chávez el hombre fuerte de la región.
La fraternidad parece haber oído el llamado del Estado, ya que Aníbal Chávez es alcalde de Sabaneta de Barinas y que Narciso Chávez busca la alcaldía de Bolívar. El ex presidente de la comisión de contraloría de la Asamblea nacional, el social-demócrata Conrado Pérez Briceño encabeza las denuncias por malversaciones.
“La acumulación primitiva de la nueva burguesía halla su origen en la corrupción administrativa”, acusa Teodoro Petkoff, director del diario de oposición Tal Cual. De allí la importancia para el gobierno de Chávez de la abogada Esther Bigott de Loaiza, una penalista que ha hecho una reconversión fulgurante al derecho mercantil. Ella vela por los intereses de los ministros y los altos funcionarios, quienes no dudan en acusar a la prensa por difamación a pesar de que el enriquecimiento de unos y otros es fácilmente visible. Los inmuebles y los automóviles de lujo están en auge.
Nadie parece estar dispuesto a oír el llamado del Jefe de Estado, del 10 de junio, cuando en un discurso similar al de los evangelistas citó a sus partidarios a deshacerse de los “superfluo”, a nombre del socialismo. Dan qué desesperar al padre Palmar, quien sobre ellos escribe que “desgraciadamente, este proceso está tan infectado de corrupción que pierde su carácter de revolución y mancha los ideales bolivarianos” .
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