18/12/11

¡A marchar!

Perdemos el tiempo hablando de la enfermedad de Chávez, en vez de indignarnos por la violencia oficialista en la Universidad Central de Venezuela; el escándalo de los buhoneros vendiendo productos al triple de su precio controlado; la escasez de leche, azúcar, aceite; la desaparición de la cabilla; el inesperado anuncio de que Venezuela negociará con la Exxon.

Chávez sufre una enfermedad terminal, pero...

¡A marchar!

Sobran las razones para que protesten políticos, estudiantes, obreros, profesionales, amas de casa, para que las mil protestas diarias se transformen en una sola, monstruosa, al estilo de las de hace diez años, y surja una nueva unidad de la sociedad que, reconociendo la dirección política de la MUD, coincida en la calle en defensa de la democracia. No se trata de volver a los tiempos idos, y fracasados, de la Coordinadora sino de movilizarnos en defensa de una universidad libre y democrática, de los derechos de los trabajadores, de todos convocar a la calle. No se requiere crear otra gran organización unitaria sino incorporarnos en la lucha por la defensa de la democracia.

Los militares dominan el arte de la desinformación, indispensable en la guerra, la habilidad de confundir al enemigo con información falsa. Chávez nos trata como si fuéramos sus enemigos, como si los ciudadanos representaran un peligro para el poder. Tiene razón, le conviene hacerlo, y muchos tontamente siguen su juego.

En algo tan importante como su enfermedad alienta con facilidad la difusión de falsas noticias.

A fines de la semana pasada circulaban rumores fantásticos por las redes sociales que hablaban de parálisis cerebral, diálisis Esto desaparecería si regularmente el Presidente publicara un parte médico de su enfermedad, preparado científica y seriamente. Esto no ocurrirá, por la sencilla razón de que la incertidumbre juega a favor del chavismo, deliberadamente se quiere que no sepamos lo que ocurre en el país, la realidad de nuestra política exterior, el manejo de la industria petrolera, la verdad sobre la salud de Chávez, o sobre lo que ocurre con la producción de cemento. No supimos hasta el último momento la fecha en que se celebrarían las elecciones presidenciales, por ejemplo. Miraflores alienta los rumores más extremos sobre la salud del propio Chávez, sabe que el arma frente al rumor es sencillamente la información justa, exacta y oportuna, pero prefiere mantenernos en la ignorancia.

Nunca practicará la transparencia, mientras más mantenga el país desinformado supone que mejor le irán las cosas, y es verdad. Durante trece largos años ha sido imposible saber la verdad oficialmente, nos enteramos por los caminos verdes, o cuando la verdad resulta inocultable como ocurre con la producción nacional, o con la enfermedad de Chávez.

Después de esa orgía de mensajes por las redes sociales el Presidente ofrece una cadena de varias horas, burlándose de los que anunciaban su muerte, demostrando que lo apoyaban los espíritus de la llanura, José Gregorio y los babalaos.

Perdemos el tiempo hablando de la enfermedad de Chávez, en vez de indignarnos por la violencia oficialista en la Universidad Central de Venezuela; el escándalo de los buhoneros vendiendo productos al triple de su precio controlado; la escasez de leche, azúcar, aceite; la desaparición de la cabilla; el inesperado anuncio de que Venezuela negociará con la Exxon.

Chávez sufre una enfermedad terminal, pero pacientes con un tumor maligno viven hasta nueve años como Steve Jobs, otros fallecen en diez días. Nos toca exigirle a Chávez sobre su enfermedad una información justa, exacta y responsable. Es nuestro derecho como ciudadanos.

Una pregunta, ¿los que envían mensajes en Twitter están todos inscritos en el registro electoral? Demasiados jóvenes no se han inscrito.

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