Al señor Loyo y al organismo que preside, el Instituto Nacional de Tierras (INTI), le he venido haciendo un seguimiento por sus actuaciones en contra de la integridad ambiental del país, se ha convertido en la punta de lanza no solo de la ruina del campo venezolano, sino que las invasiones que promueve, le han hecho un gravísimo daño a las áreas protegidas del país, cuencas hidrográficas, ABRAES, santuario de especies en extinción, humedales, bosques de galerías y un largo etc.
Hasta el momento ha sido imposible poner en funcionamiento un control de daños pues la mayoría de los fundos tomados operan como campamentos militares, con gente armada que impide el paso a quienes queremos evaluar la situación, pero se teme que la devastación sea irrecuperable, no solo acaban con las instalaciones agrícolas y pecuarias que tanto esfuerzo costó para levantarlas en esos apartados parajes, dejan perder las cosechas y los rebaños de ganado asestándole un golpe terrible a la capacidad productiva de alimentos del país; de golpe y porrazo dejan a cientos de familias campesinas sin trabajo, sin ningún control se reparten las tierras en lotes y empieza la destrucción de esos ecosistemas, como si fueran langostas.
Tengo reportes de lagunas desecadas, ríos contaminados, tala de madera de especies en veda, cacería indiscriminada de especies en extinción, muerte masiva de ganado por hambre, deforestaciones sin ningún sentido, se han abierto carreteras en montañas vírgenes donde no hay sino naturaleza, muchas de ellas reservas de biodiversidad, solo con el fin de hacer parcelas para conucos.
Este gobierno antiecológico lo que ha dejado en evidencia es la labor silenciosa y profundamente venezolana de los "latifundistas", que desde su perspectiva de propietario privado ha desarrollado una labor ambientalista que en algún momento será reconocida como un aporte fundamental a la patria.
La enorme devastación por parte del INTI ya lleva años en curso, la mayor parte de esos primeros fundos "rescatados" de manos de privados que los protegían y desarrollaban con mucho cuidado, no son sino eriales donde reina el abandono y el silencio; una situación que a cualquier revolucionario auténtico lo hubiera indignado, pues se trata del más ciego y despiadado ataque en contra de nuestro patrimonio natural que, supuestamente estamos en la obligación de preservar para futuras generaciones.
Aquí vemos la revolución convertida en populismo barato, para complacer un clientelismo político sin dirección alguna, que incluyen algunos gobiernos extranjeros deseosos de ocupar dichas tierras, pero lo peor está apenas en pleno desarrollo.
El INTI y Loyo perdieron el control de sus "políticas" en contra de la propiedad privada, Chávez soltó de la caja de Pandora un genio agresivo que ya no puede retornar a su encierro, el caso de la hacienda El Socorro en el estado Cojedes es el principio de la peor de las anarquías, funcionarios públicos locales que supuestamente deben acatar y hacer cumplir las leyes revolucionarias están funcionando por voluntad propia; ahora son ellos los invasores, los que encabezan el despojo más despiadado sin ningún recato por las formas y en clara señal de irrespeto y rebeldía hacia la revolución que los parió.
Ya no hace falta el INTI, ni Loyo ni Chávez ni la fuerza pública, ahora son montoneras dirigidas por funcionarios haciendo su propia revolución, caciques que se creen más allá del bien y del mal y desafían a cualquier autoridad, es la encarnación del "porque a mí me da la gana".
2.500 reses, 600 búfalas lecheras en uno de los hatos mejor administrados del país, de los más productivos en leche y queso, con programas ambientales en desarrollo para la protección del jaguar venezolano, con una extensa reserva natural protegida... nada de esto se toma en cuenta al momento de despojar de su propiedad a sus verdaderos dueños, los que se han arriesgado y trabajado para hacer productiva la tierra, los que han conservado áreas naturales bajo criterios de sustentabilidad; basta que los jefes del INTI de la región y la registradora de la población cercana, violando todos los procedimientos y normativas, olvidando todo recato y respeto por las mismas instituciones en las que laboran, se lanzan a la peor de las aventuras, la destrucción de la propia revolución. Se comportan como un ejército de ocupación, porque de ahora en adelante, es sálvese quien pueda.
Estos son signos inequívocos de una revolución que se viene abajo en medio de la anarquía total; no se da cuenta Chávez ni sus adláteres que están dictando el guión del saqueo que viene, solo que esta vez, ni sus propias haciendas y propiedades quedarán intactas.
Agricultura,¿qué hacer?
La seguridad alimentaria de Venezuela está en el campo y no en los puertos
Viendo y sufriendo los resultados negativos de la agricultura venezolana que nuevamente en 2011 ha caído estrepitosamente por efectos del clima y muy especialmente por las políticas contrarias al agro que rigen, ante la pregunta que nos hacen de qué hacer, la respuesta es hacer y dejar hacer. Para ello debe necesariamente alcanzarse un entorno favorable a la agricultura donde los productores puedan trabajar en paz sin acoso, controles ni despojos. No habiendo receta única, ni pretendiendo nunca estas líneas dicho cometido, lo fundamental es favorecer la inversión privada y los negocios agrícolas en general, protegiendo lo necesario y limitando los puertos.
En materia de precios agrícolas su liberación y protección de los productores contra los abusos de posición de dominio, permitiría el necesario juego de oferta y demanda que necesita la agricultura venezolana, y asegurando su competitividad. Y por supuesto hay que hacer desde el sector público en apoyo a la agricultura. No para satisfacer más burocracia que la actual o los contratistas a dedo del Estado, sino para producir en forma sustentable más y mejores alimentos en función de las metas de producción, de la demanda y del consumo. Esto considerando también la producción de exportación por su efecto impulsor de la competitividad y la génesis de divisas desde el sector no petrolero.
Con esta nota enviamos una palabra de aliento y esperanza al país, que puede contar con sus productores y agrotécnicos para lograr la debida seguridad alimentaria y la ocupación productiva y conservacionista del campo venezolano. Ciertamente la seguridad alimentaria de Venezuela está en el campo y no en los puertos, concepto fundamental que el nuevo liderazgo de la Nación debe imponer ante el facilismo populista agroimportador que nos arruina.
Hasta el momento ha sido imposible poner en funcionamiento un control de daños pues la mayoría de los fundos tomados operan como campamentos militares, con gente armada que impide el paso a quienes queremos evaluar la situación, pero se teme que la devastación sea irrecuperable, no solo acaban con las instalaciones agrícolas y pecuarias que tanto esfuerzo costó para levantarlas en esos apartados parajes, dejan perder las cosechas y los rebaños de ganado asestándole un golpe terrible a la capacidad productiva de alimentos del país; de golpe y porrazo dejan a cientos de familias campesinas sin trabajo, sin ningún control se reparten las tierras en lotes y empieza la destrucción de esos ecosistemas, como si fueran langostas.
Tengo reportes de lagunas desecadas, ríos contaminados, tala de madera de especies en veda, cacería indiscriminada de especies en extinción, muerte masiva de ganado por hambre, deforestaciones sin ningún sentido, se han abierto carreteras en montañas vírgenes donde no hay sino naturaleza, muchas de ellas reservas de biodiversidad, solo con el fin de hacer parcelas para conucos.
Este gobierno antiecológico lo que ha dejado en evidencia es la labor silenciosa y profundamente venezolana de los "latifundistas", que desde su perspectiva de propietario privado ha desarrollado una labor ambientalista que en algún momento será reconocida como un aporte fundamental a la patria.
La enorme devastación por parte del INTI ya lleva años en curso, la mayor parte de esos primeros fundos "rescatados" de manos de privados que los protegían y desarrollaban con mucho cuidado, no son sino eriales donde reina el abandono y el silencio; una situación que a cualquier revolucionario auténtico lo hubiera indignado, pues se trata del más ciego y despiadado ataque en contra de nuestro patrimonio natural que, supuestamente estamos en la obligación de preservar para futuras generaciones.
Aquí vemos la revolución convertida en populismo barato, para complacer un clientelismo político sin dirección alguna, que incluyen algunos gobiernos extranjeros deseosos de ocupar dichas tierras, pero lo peor está apenas en pleno desarrollo.
El INTI y Loyo perdieron el control de sus "políticas" en contra de la propiedad privada, Chávez soltó de la caja de Pandora un genio agresivo que ya no puede retornar a su encierro, el caso de la hacienda El Socorro en el estado Cojedes es el principio de la peor de las anarquías, funcionarios públicos locales que supuestamente deben acatar y hacer cumplir las leyes revolucionarias están funcionando por voluntad propia; ahora son ellos los invasores, los que encabezan el despojo más despiadado sin ningún recato por las formas y en clara señal de irrespeto y rebeldía hacia la revolución que los parió.
Ya no hace falta el INTI, ni Loyo ni Chávez ni la fuerza pública, ahora son montoneras dirigidas por funcionarios haciendo su propia revolución, caciques que se creen más allá del bien y del mal y desafían a cualquier autoridad, es la encarnación del "porque a mí me da la gana".
2.500 reses, 600 búfalas lecheras en uno de los hatos mejor administrados del país, de los más productivos en leche y queso, con programas ambientales en desarrollo para la protección del jaguar venezolano, con una extensa reserva natural protegida... nada de esto se toma en cuenta al momento de despojar de su propiedad a sus verdaderos dueños, los que se han arriesgado y trabajado para hacer productiva la tierra, los que han conservado áreas naturales bajo criterios de sustentabilidad; basta que los jefes del INTI de la región y la registradora de la población cercana, violando todos los procedimientos y normativas, olvidando todo recato y respeto por las mismas instituciones en las que laboran, se lanzan a la peor de las aventuras, la destrucción de la propia revolución. Se comportan como un ejército de ocupación, porque de ahora en adelante, es sálvese quien pueda.
Estos son signos inequívocos de una revolución que se viene abajo en medio de la anarquía total; no se da cuenta Chávez ni sus adláteres que están dictando el guión del saqueo que viene, solo que esta vez, ni sus propias haciendas y propiedades quedarán intactas.
Agricultura,¿qué hacer?
La seguridad alimentaria de Venezuela está en el campo y no en los puertos
Viendo y sufriendo los resultados negativos de la agricultura venezolana que nuevamente en 2011 ha caído estrepitosamente por efectos del clima y muy especialmente por las políticas contrarias al agro que rigen, ante la pregunta que nos hacen de qué hacer, la respuesta es hacer y dejar hacer. Para ello debe necesariamente alcanzarse un entorno favorable a la agricultura donde los productores puedan trabajar en paz sin acoso, controles ni despojos. No habiendo receta única, ni pretendiendo nunca estas líneas dicho cometido, lo fundamental es favorecer la inversión privada y los negocios agrícolas en general, protegiendo lo necesario y limitando los puertos.
En materia de precios agrícolas su liberación y protección de los productores contra los abusos de posición de dominio, permitiría el necesario juego de oferta y demanda que necesita la agricultura venezolana, y asegurando su competitividad. Y por supuesto hay que hacer desde el sector público en apoyo a la agricultura. No para satisfacer más burocracia que la actual o los contratistas a dedo del Estado, sino para producir en forma sustentable más y mejores alimentos en función de las metas de producción, de la demanda y del consumo. Esto considerando también la producción de exportación por su efecto impulsor de la competitividad y la génesis de divisas desde el sector no petrolero.
Con esta nota enviamos una palabra de aliento y esperanza al país, que puede contar con sus productores y agrotécnicos para lograr la debida seguridad alimentaria y la ocupación productiva y conservacionista del campo venezolano. Ciertamente la seguridad alimentaria de Venezuela está en el campo y no en los puertos, concepto fundamental que el nuevo liderazgo de la Nación debe imponer ante el facilismo populista agroimportador que nos arruina.
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