Poco a poco se va estrechando en Venezuela el espacio para los análisis, los diagnósticos y las diferentes interpretaciones de la realidad. La mayoría de los análisis y diagnósticos coinciden. Y coinciden porque la realidad ya es inocultable. La quiebra institucional del país salta a la vista. El futuro de las promesas de ayer es la realidad de hoy, quedando claro que con esta versión de la democracia ni se come, ni se cura, ni se educa. Han pasado las épocas en las que se podían minimizar estos fenómenos tratando de taparlos con alguna promesa esperanzadora.
En Venezuela no están fallando aspectos parciales de un sistema aceptable a partir de la nueva constitución del 99. Lo que está fallando, lo que nació fallado de entrada, es el sistema mismo. Construido sobre quimeras que nunca fueron más que hermosas expresiones de deseos; alimentado por utopías infantiles cuya inviabilidad política ha quedado palmariamente demostrada; sostenido por una cantidad increíble de hipocresía y eternamente dependiente de decisiones externas cuyo objetivo jamás coincidió con el interés nacional. El sistema sociopolítico actual — o el "proceso" como han dado en llamarlo — son sencillamente insostenibles.
¿Cómo resolver el problema? En primer lugar, lo que hay que tener en claro es que una crisis sistémica no representa un problema sencillo. Si queremos construir un buen sistema relacional, tenemos que conocer la diferencia entre lo urgente y lo importante; tenemos que saber qué debe hacerse primero y qué debe hacerse después; tenemos que saber qué está bien y qué está mal y, por último, también tenemos que saber por qué está bien lo que se acepta y por qué está mal lo que se rechaza.
¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar? Habiendo dicho lo precedente, la pregunta inmediata es: ¿por dónde empezaríamos? ¿Cómo comenzaríamos a construir un nuevo "modelo", distinto del actual, con reales posibilidades de funcionar en forma satisfactoria? La enorme mayoría de la gente seguramente nos contestaría: "Hay que empezar por la economía."
Gran error: la economía es lo urgente. La política es lo importante. En Venezuela la economía anda mal porque la política anda peor. No es la política la que anda mal porque la economía es un desastre. La economía Venezolana no arranca porque no hay decisión política para hacer lo necesario a fin de que arranque o, mejor dicho, no hay ni suficiente Poder político ni suficiente voluntad política para tomar las medidas que la hagan arrancar y funcionar decentemente. Peor todavía: ni siquiera hay una estructura política institucional medianamente satisfactoria a través de la cual eventualmente podría canalizarse una voluntad política orientada a recuperar la capacidad económica del país.
Consecuentemente, lo primero que Venezuela necesita es una estructura de Poder político correcta que permita tomar las medidas necesarias para restaurar a la economía. En otras palabras: la recuperación del Poder político es la condición necesaria que forzosamente debe preceder a la reconstrucción económica. De otro modo, las decisiones políticas tomadas carecerán de credibilidad; la falta de credibilidad inevitablemente se traducirá en falta de confianza y no hay economía en el mundo entero capaz de funcionar sobre la base de la desconfianza y la incertidumbre.
Desde el momento en que el órgano del Poder político por excelencia es el Estado, la primer propuesta tiene que ser, pues, la de restaurar al Estado. Y restaurarlo no significa ni desmantelarlo para tener un Estado ineficaz pero barato; ni significa tampoco inflarlo hasta dimensiones elefantiásicas para tener un Estado muy benefactor pero ineficiente y, por añadidura, carísimo. Lo que necesitamos es un Estado correctamente dimensionado que cuente con:
* El poder necesario para superar las divergencias internas y lograr una síntesis de las fuerzas y los intereses contrapuestos que desgarran a la sociedad.
* La capacidad de planificar a largo plazo en función de un futuro positivo para el país, con planes estratégicos coherentes que no resulten tergiversados después a propósito de cada coyuntura electoral.
* La autoridad moral y el prestigio necesarios para conducir a la Nación construyendo consensos alrededor de objetivos concretos y viables.
La restauración del Estado implica, así, tres grandes metas:
1. Restaurar las estructuras del Poder político para que las decisiones necesarias se puedan tomar en tiempo y forma; y para que, una vez tomadas, se las pueda hacer cumplir de un modo efectivo y persistente.
2. Realizar el planeamiento estratégico para establecer un nuevo Proyecto de Nación con metas, objetivos, cronogramas, recursos y responsabilidades.
3. Poner la ejecución en manos de personas capaces y honestas, cuya personalidad, cuyo comportamiento y cuya idoneidad profesional generen la certidumbre necesaria para recuperar la confianza y la fe en el futuro.
Y en este orden de premisas consideramos que: El Ideario Republicano es el más favorable a la garantía de los derechos individuales, la vida, la libertad, la seguridad, la igualdad, la reputación y la condición domestica; como la protección y el goce efectivo de estos derechos es el gran fin con que se establecen los gobiernos; el gobierno republicano es el mejor de los que conocen los hombres.
En el Movimiento Republicano nos hemos planteamos un proyecto de país que denominamos “CONTRATO SOCIAL PARA LA PROSPERIDAD DEMOCRATICA”, somos pioneros de una nueva concepción basada en el liderazgo, conocimiento, capacidad gerencial y creatividad. Tenemos el desafío de refundar la política mediante la organización inteligente, capaz de dar entradas y salidas al entrampamiento de la sociedad.
“CONTRATO SOCIAL PARA LA PROSPERIDAD DEMOCRATICA” debe tener un gestor, un líder que encarne el proyecto; interpretando en un liderazgo fundador y habilitador que nos convierta en líderes multiplicadores.
Cualquier gran cambio político, en cualquier parte del mundo, en cualquier momento de la Historia se ha compuesto de dos elementos principales:
A) Un factor impulsor representado por un cuerpo cultural formado por ideas, opiniones, ideologías, filosofías, mística, dogma, tradiciones, — es decir: todo lo que podríamos incluir en el concepto algo genérico de "ambiente cultural" — y, además,
B) Un factor aglutinante representado por un conjunto organizado de seres humanos que abarcaría a líderes, agrupaciones, partidos, organizaciones, corporaciones, facciones, instituciones, — es decir: todo lo que podríamos incluir en ese otro concepto genérico de "movimiento sociopolítico".
El hecho concreto es que resulta perfectamente posible demostrar que nunca ha habido un gran líder sin un extendido ambiente cultural previo que le abone el camino y, viceversa, nunca han llegado al Poder aquellas iniciativas culturales que no terminaron siendo encarnadas por buenos líderes operativos con verdadera vocación y voluntad política de conquistar el Poder.
Para poner en marcha esta iniciativa de construcción política, las fuerzas sociales para emprenderlas están políticamente disponibles. Hacen falta la lucidez, el coraje y la voluntad política necesarios para asumir este desafío.
CREEMOS QUE LA HISTORIA DE LA VENEZUELA DE HOY NOS PRESENTA UN MOMENTO PRECISO PARA NUESTRA OPORTUNIDAD. LAS PUERTAS DE LA HISTORIA ESTÁN ABIERTAS Y DEBEMOS ENTRAR CON DECISIÓN.
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