Indignado por la posibilidad de que eso que llamamos “la vida” te dé la oportunidad de escapar a tu derrota política, te dirijo esta carta, aunque sé te importará muy poco, pues para eso tienes adulantes a montón que te susurran al oído las pleitesías que te han impedido ver la realidad que has construido sobre las ruinas de nuestra hermosa Venezuela, pues en tu inmensa soberbia has ignorado las lecciones de la historia que muestran el fracaso de todas las experiencias socialistas que en el mundo han sido, fracasos que se han justificado con excusas tan pueriles como el bloqueo, el bloqueo, el bloqueo, para obviar lo antinatural e inviable de estos procesos liberticidas y criminales – “fusilamos y seguiremos fusilando” – que atrae incautos aduldolescentes con su promesa de cielo, para el que obligatoriamente, por la fuerza de las arnas, hay que morir políticamente – la sumisión por la supervivencia.
Tuviste la oportunidad pocas veces dada en estos tierreros conceptuales de ser un hombre justo y de progreso – un evolucionario - pero preferiste ser revolucionario, nada menos que en la portentosa época del conocimiento y de las redes sociales – “que son las que escriben la historia” - vienes tú con esa antigualla obsoleta y maloliente que significa miseria para todos.
Pero más allá de esa intención estúpida de convertir a Venezuela en una charca de parásitos sociales – ya tenemos colas de mangazones choludos, pero felices a lo socialista, esperando todo el día una bombona de gas o un litro de aceite, y a miles de parásitos cobrando sin trabajar, como en Cuba – cuando si algo necesita este pueblo es trabajo y voluntad de trabajar, pero tú le has ofrecido flojera y vagancia remunerada.
El mérito - el esfuerzo del individuo por su superación a través de trabajo, el estudio y la responsabilidad - ha sido sustituido por la incondicionalidad ascensional, indignidad dispuesta a cualquier canallada para preservar su inmerecido éxito. Has cometido la aberración histórica de decirle al pueblo “empoderado” – ebrio de impunidad - lo que puede hacer, en lugar de lo que debe hacer, con lo que en tu nombre se han cometido todo tipo de excesos, abusos y crímenes, destruyendo peligrosamente, por el irrespeto, el pacto social de la convivencia pacífica.
En tu nombre se calumnia de la manera más vil, se descalifica por cobardía y falta de inteligencia, se injuria procazmente por los medios de comunicación – sicariato moral - siguiendo la vulgaridad de tu discurso pueril pero repleto de insultos que implantó el reino de la barbarie; se amenaza con la violencia más estrafalaria – “los revolucionarios “semos” violentos”, dice una mujeruca mientras le cae a sombrillazos a un cliente de un hipermercado porque se atrevió a insinuar que en Mercal se hace cola - se practica el terrorismo social con el hampa desatada que asesina a mansalva - los pranes derivados líderes de comandos paramilitares – y se convierte al pueblo en ladrón estimulando invasiones:
Revolviste el fondo de la sentina desde donde brotó a chorros la impudicia más deletérea, la codicia más ramplona, la cobardía más infame y los especímenes más rastreros, seres inservibles que han destrozado y quebrado todo lo que tu gobierno ha tocado, porque no es posible lograr eficiencia con fanáticos esquizofrénicos que estimulan la sinvergüenzura – “la culpa es del gobierno anterior… del capitalismo… del imperio” - ni eficacia con trepadores, ávidos de vida muelle, dispuestos a corromperse y a corromper hasta a sus nietos.
Y pretendes morirte en escenario hamletiano, en olor a corte de María Lionza, sin responder por la división del pueblo venezolano ni por la pérdida de la moral pública ni por haberle insuflado la sensación de gobierno a delincuentes comunes que en tu nombre mancillan el honor de la república y del gentilicio al atreverse a amenazar a la nación con “tomar las armas si pierdes las elecciones”, como si tú no fueras producto electoral, pues que sepamos no has ganado el poder por alguna batalla memorable.
Y aunque el odio ha sido el motor de tu bandera, es un odio embutido por tu mentor que es un gangster – el Che era un psicópata – que entró en contradicción con tu confundida esencia cristianoide – se dice que escribiste a Monseñor Moronta - y envenenó tu cuerpo, y ahora sufres las consecuencias irreversibles de haber militado, por resentimiento social – resentimiento es reconocimiento de la minusvalía - o descarnada ignorancia, en esa secta de ritualismo satánico: Todo le sale mal al ingenuo cuando lo recluta el mal.
Tienes cáncer, pero no te atrevas a morir
Lo tuyo es cáncer y del bravo, y aunque has tenido la suerte de disponer del privilegio de un poder omnímodo que pudo poner a tu disposición posibilidades reales de curación, tu paranoia – como calificó Lula tu terquedad – te llevó, irresponsablemente, a poner tu vida en manos de diletantes y aprendices de brujos que, por mala praxis o pragmatismo financiero, te desparramaron el tumor, te deformaron el físico y te alejaron de cualquier posibilidad de recuperación.
De esa magnitud inversa es tu idea de la vida y del futuro del país, al que dejarás, si te atreves a morir, en la miseria, fracturado, endeudado - no hay reservas internacionales suficientes para cubrir el déficit de la productividad nacional destruida por tu errada visión de la economía, que pusiste en manos de un electricista comunista que en su ancianidad balbuceante todavía cree que es negocio producir o comprar caro para vender barato y que la pobreza se supera regalando electrodomésticos chinos - y en la anarquía:
Tu partido político es un saco de alacranes marrulleros disputándose a ponzoña limpia los despojos de tu revolución y es posible que tu sucesor se escoja en un duelo a muerte en Fuerte Tiuna. Así que no se te ocurra morir antes del 7 de Octubre. Después que sea lo que Dios, en su infinita piedad, quiera. Pero la patria, a la que tanto dices amar, estará ya en mejores manos.
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