“Si
la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de
lo contrario ya no sería justicia” Paul Auster
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Cuando a finales del
invierno de 1943 Sophie Scholl entró a un tribunal de Múnich para ser juzgada por distribuir
volantes contrarios al régimen de Hitler, sabía que su suerte estaba echada. En
la sala tanto el jurado como el público estaban ataviados con uniformes y parafernalias
nazis, en la pared central un retrato de Adolf Hitler, colgando de las columnas
esvásticas y pendones con colores alegóricos al partido Nacional Socialista. Al llegar al estrado, el juez Roland Freisler
giró su mirada hacia la foto del Führer, alzó un brazo y
grito:!Heil Hitler!. Lo demás es historia. Juicio rápido, sentencia cruel,
ejecución expedita.
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En Venezuela los jueces
del Tribunal Supremo de Justicia en una de las aperturas del año judicial,
presente el caudillo de Sabaneta, gritaban frenéticamente y sin rubor ¡Uh ah
Chávez no se va!. Las decisiones aberrantes de estos tribunales politizados y
fanatizados con la ideología totalitaria chavista, al igual que los tribunales
nazis, han condenado a decenas de adversarios políticos a las más inicuas penas
y al exilio.
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En el libro”Los Juristas
del Horror” de Ingo Müller se explica cómo funcionaron los tribunales
hitlerianos en aquella oprobiosa época del Nacional Socialismo. Los expertos se
encargaban de cuidar que sus atrocidades tuvieran sustento legal. Nada se hacía
violando las leyes, porque éstas estaban hechas a la medida del régimen. Incluso
la “Solución Final” que condujo al Holocausto estaba enmarcada dentro del ordenamiento
jurídico fascista.
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En Latinoamérica la
situación es espeluznante, los presidentes apandillados Chávez, Morales,
Correa, Ortega, Lugo y Kirchner entre otros, usan a los tribunales de justicia
para perseguir a sus adversarios políticos, hostigar a periodistas y medios de
comunicación.
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Cómo alguna vez vociferara
el dictador peruano Oscar Benavides “Para mis amigos todos, para mis enemigos
la ley”. Es así como se han fraguado procesos judiciales kafkianos que a priori
condenan voces disidentes como las del
Diario Universo de Ecuador, pero además deciden sin miramientos la reelección
de Ortega en Nicaragua o legalizan cultivos de hoja de coca amarga en Bolivia,
para permitir la producción de cocaína en cantidades industriales.
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Los organismos
internacionales han consentido que los regímenes neo-totalitarios en
Latinoamérica burlen las leyes en sus propios países y se fortalezcan en el
hemisferio, bajo la sombra de una pretendida autodeterminación, obviando que son
gobiernos surgidos de manipulaciones legales y procesos electorales ventajistas
y amañados.
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La administración Obama o
el gobierno Republicano que lo suceda deberá
enfrentar a los sistemas bajo influencia de gobiernos en apariencia
democráticos, pero que usan las instituciones judiciales como garrotes para
sojuzgar a sus pueblos. Caso contrario el rio de inmigrantes hacia los Estados
Unidos será incontenible y pondrá en riesgo su propia seguridad nacional.
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Es necesario admitir que
en gran parte de Latinoamérica, la pulcra dama ciega encargada de impartir
justicia con igual rasero para todos los ciudadanos, ha dado paso a una
prostituta mañosa, capaz de mancillar derechos y legalizar sentencias inicuas,
donde la igualdad no es más que una entelequia para castigar o premiar según la
voluntad del autócrata que corresponda, enterrando todo vestigio de libertad y lanzando
a sus ciudadanos a las mazmorras o al penoso exilio. Sin dudas, en
Latinoamérica, vivimos el más atroz y flagrante asalto a la justicia.
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