En "Camino de Servidumbre",
Friedrich von Hayek describe por qué los líderes fuertes, que desprecian la
democracia republicana, tienen que rodearse de los peores elementos de la
sociedad.
Preocupado por la visión que tenían los
ingleses acerca del socialismo, y habiendo visto el surgimiento del nazismo,
Friedrich Hayek publicó en 1943, estando exiliado en Inglaterra, su famoso
libro Camino de Servidumbre, en el que muestra los riesgos de caer en un
sistema autoritario cuando se aplica una economía centralizada.
El capítulo 10 de Camino de Servidumbre lleva
el título de “Por qué los peores se colocan a la cabeza”, e, inclusive, lo
inicia con la famosa frase de Lord Acton: “Todo poder corrompe, y el poder
absoluto corrompe absolutamente”.
Ahora bien, en el capítulo 10, Hayek tiene
varios párrafos muy interesantes sobre por qué los peores llegan a los máximos
puestos del poder en un sistema totalitario. En primer lugar el economista
austríaco analiza la etapa previa a la supresión de las instituciones
democráticas y a la creación de un régimen totalitario. Hayek señala que el
procedimiento democrático es más lento en la resolución de los problemas, en
tanto que la gente suele reclamar acción por parte del Estado, es por esta
diferencia de tiempos en la resolución de los problemas que “el hombre o el
partido que parece lo bastante fuerte y resuelto para hacer marchar las cosas
es quien ejerce la mayor atracción” Y agrega: “Fuerte, en este sentido, no
significa sólo una mayoría numérica…Lo que ésta (la gente) buscará es alguien
con tan sólido apoyo que inspire confianza en que podrá lograr todo lo que
desee. Entonces surge el nuevo tipo de partido, organizado sobre líneas
militares”.
Me detengo un momento en estos párrafos para
analizar la actualidad argentina. En rigor, si hoy el kirchnerismo se
vanagloria del “vamos por todo” es porque luego de las elecciones de 2011,
consideran que el 54% implica haber recibido un cheque en blanco que le ha
otorgado la sociedad. Pero Hayek también habla de partidos organizados sobre
bases militares. Si uno observa el discurso del kirchnerismo, tiene bastante de
esto. El kirchnerismo habla del comercio como una guerra: nos defendemos de la
invasión de productos importados. Habla de fusilamiento mediático. De
conspiraciones destituyentes y muchos de ellos se consideran “soldados” de la
causa. Es decir, tienen un discurso bélico, militarista en términos de que la
política no es diálogo sino enfrentamiento. Hay que derrotar al enemigo. Sobre
este punto voy a volver más adelante.
Dice Hayek: “la probabilidad de imponer un
régimen autoritario a un pueblo entero recae en el líder que primero reúna en
derredor suyo a un grupo dispuesto voluntariamente a someterse a aquella
disciplina totalitaria que luego impondrá por la fuerza al resto”. Y casi
inmediatamente Hayek señala las tres características principales de semejante
grupo, y añade que “no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores
elementos de la sociedad”.
¿Cuáles son las tres características para que
este grupo sea conformado por los peores elementos de la sociedad? En primer
lugar, dice el austríaco: “si deseamos un alto grado de uniformidad y semejanza
de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de principios morales
e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos y comunes
instintos y gustos”.
Luego viene “el segundo principio negativo de
selección: será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que
no tienen firmes convicciones propias, sino que están dispuestos a aceptar un
sistema de valores si se machaca en sus orejas con suficiente fuerza y
frecuencia”.
El tercer factor es: “quizás el más
importante elemento negativo de la selección para la forja de un cuerpo de
seguidores estrechamente coherente y homogéneo. Parece una ley de la naturaleza
que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo,
sobre el odio al enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una
tarea positiva. La contraposición del y el ,
parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un
grupo para la acción común”.
Si recorremos el espinel de los funcionarios
del kirchnerismo es bastante difícil, por no decir imposible, encontrar gente
con una sólida formación académica, más bien veremos funcionarios con discursos
de barricada, con mucho golpe de efecto y poca profundidad de análisis. Esto,
siguiendo el razonamiento de Hayek, es obvio porque nadie con una formación
intelectual sólida tiende a someterse a los dictados de un líder sin ningún
tipo de cuestionamiento. Seguramente mi visión de la economía difiere bastante
del pensamiento de Roberto Lavagna, pero debo reconocer que, posiblemente, haya
sido el funcionario público de mayor rango intelectual que tuvo el kirchnerismo
y por eso duró muy poco en su cargo.
Sobre el segundo punto que hace Hayek, los
seguidores sobre los que si se machaca en sus orejas insistentemente están
dispuestos a aceptar un sistema de valores, podemos referirnos al staff de
aplaudidores que, con fervor, aplauden entusiastamente los discursos de Cristina
Fernández y pueden aplaudir un anuncio de suba de retenciones a las
exportaciones de carnes como una baja de las mismas en forma indistinta. Lo que
dice el líder es palabra santa. No se cuestiona.
Pero es el tercer punto el que mejor describe
al kirchnerismo o cristinismo. Esa constante contraposición del “nosotros” o
“ellos” al que hace referencia Hayek, es una de las características relevantes
del oficialismo, como también lo es el de ponerse de acuerdo en un programa
negativo en vez de una tarea positiva. El kirchnerismo tiende a destruir más
que a construir. A perseguir en vez de a dialogar. Para ser suave, desprecio
por la libertad de expresión, confiscaciones, consumo del stock de capital para
financiar el populismo e infinidad de otros ejemplos muestran a una fuerza
política más concentrada en un proyecto político negativo que positivo.
Agreguemos al enfrentamiento con España por el tema YPF, los conflictos con
nuestros socios del MERCOSUR, Malvinas, revolver en forma arbitraria lo
ocurrido en los 70, etc. es parte de un discurso que destruye y no construye.
Que confronta y no dialoga.
El escaso respeto a las instituciones,
ignorar los fallos de la justicia y las arbitrariedades del secretario Moreno,
son solo algunos de los métodos que ningún profesional formado en los
principios republicanos puede compartir. La gente más capacitada para
administrar el país no comparte este tipo de políticas, por lo tanto, termina
siendo inevitable que el kirchnerismo solo pueda reclutar gente de mediocre
preparación para la cosa pública. El solo hecho de aplaudir discursos sin
contenido y obedecer ciegamente los dictados de la presidente determina un
perfil muy claro de quienes pueden acompañarla en su “proyecto”.
Y aquí viene el tema de fondo, ese ponerse de
acuerdo para destruir en vez de construir solo puede derivar en un creciente
deterioro económico, tal cual lo estamos viendo. A su vez, el deterioro
económico es, desde mi punto de vista, lo que le quita el respaldo al hombre o
partido fuerte como lo denomina Hayek. Dicho en otras palabras, el apoyo
político del oficialismo depende de si puede mantener la fiesta de consumo. Si
esa fiesta artificial se termina, entonces el partido fuerte pasa a ser débil,
salvo que utilice el aparato estatal para coartar las libertades individuales y
sostenerse mediante el monopolio de la fuerza, que justamente esto es lo que
trata de demostrar Hayek en Camino de Servidumbre.
Dadas las características de organización
vertical y militarista del kirchnerismo, que solo se rodea de soldados de la
causa para enfrentar a “ellos”, no podemos esperar que seamos gobernados por
los mejores, sino por los más mediocres en su formación intelectual. Y un país
gobernado por los mediocres, nunca puede ser exitoso. El fracaso llega más
tarde o más temprano o, en el peor de los escenarios, la democracia deriva en
dictadura para imponer los deseos del líder apoyado en los peores elementos de
la sociedad.
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