Los
oficialistas fueron rápidos en diseñar una estrategia comunicacional que los
ayudara a digerir la gigantesca participación de los opositores en las
primarias que se realizaron el 12F y que concluyeron en la contundente victoria
de Henrique Capriles Radonsky. Un evento que les infligía un duro golpe en
momentos en que se dudaba que tuviesen ellos mismos candidato presidencial.
Esa
misma noche del 12F asistimos a un ejemplo de compromiso unitario cuando todos
los candidatos que participaron en la contienda electoral celebraron en una
sola tarima el grandioso evento que venía a consolidar los esfuerzos unitarios
que se venían trabajando desde hace unos años.
Al
principio el oficialismo tomó la ruta de descalificar la participación en
cuanto a calidad y cantidad. No les importó que en el proceso atentaran contra
la credibilidad de un ente electoral creado a la medida de los deseos del
liderazgo chavista. El debate por la calidad de la participación y magnitud del
evento lo perdieron ampliamente en todos los escenarios, incluso los propios.
Ante
la imposibilidad de modificar en el colectivo la asombrosa imagen que había
dejado el 12F procedieron a un cambio en la estrategia comunicacional. Para
ello comenzaron a introducir una serie de globos de ensayo con la finalidad de
desmoralizar a la oposición. Por ejemplo, presentaron encuestas en las cuales
el ausente presidente Chávez tenía hasta 33 puntos porcentuales de ventaja
sobre el candidato opositor. Esto vino aderezado con declaraciones de algunos
personeros, presumiblemente de Marte, según las cuales el candidato opositor no
causaba emoción en las masas, que no levanta en las encuestas. Para servir de
adorno al plato se inventaron reuniones en las cuales unos siniestros
personajes de la oposición se disponían a desconocer la voluntad popular y
proponer un nuevo candidato de reemplazo.
No
hubo que esperar mucho por aquellos vectores que desde la oposición le hacen el
juego al oficialismo. Saltaron de las tribunas quienes exigían que Capriles se
montara en un rin con Chávez y se dieran unos guantazos. Quienes decían que el
discurso de Capriles era blandengue, populista, lleno de promesas.
Penacho
erguido, con la mirada distante y hablando en dirección contrario a donde ven,
pontifican y dicen lo que está bien o mal de la campaña. Diagnostican la misma
sin haber asistido a uno solo de los eventos realizados. Proponen cursos de
acción como dueños de una verdad que no ha sido comparada con la realidad de la
Venezuela que ahora vivimos. Algunos, al otro lado del Mar Caribe lanzan un
discurso como que se les acaba de ocurrir. Sin caer en cuenta que están
plagiando la especie que el gobierno ha puesto a correr para generar en la
oposición un estado de confusión.
No
en balde aplauden enardecidos desde la bancada oficialista el corto artículo.
Ellos mismos lo fotocopian, lo presentan a través de todos los medios públicos
corruptamente al servicio del partido de gobierno. Los hacen correr por las
redes sociales. Otros de la misma especie despliegan el plumaje de su cabeza y
le enrostran a la oposición las palabras plagiadas por el viejo editor.
Se
ha aprovechado el oficialismo de la manía que tenemos los venezolanos de ver
las encuestas como una suerte de gaceta hípica. Un instrumento que nos anticipa
un favorito para una carrera. Y el bombardeo del gobierno con las encuestas es
tal que la gente se olvida de revisar si los números que le están dando se
corresponden con la realidad.
El
favorito de esas encuestas no está en su mejor condición para la carrera. Tiene
tiempo que no traquea, cuando sale a la pista luce cansado y fuera de forma. Lo
peor, su gestión no puede ser calificada de otra forma que nefasta. La gente
pareciera hacer caso omiso de todas las dificultades que atraviesa y prefiere
darle validez a unos números que llegan al exabrupto de decir que la oposición
sacaría menos votos que los que obtuvo el 12F.
Se
desea crear una espiral del silencio. Se quiere reducir el debate electoral a
unos números de dudosa procedencia. Para el gobierno no puede ser de otra
forma. En la cadena del 22 de Mayo el presidente sugirió, por las medidas que
tomó que hay un montón de materias que lleva a reparación. Dio dinero para
vialidad, lanzó el enésimo plan de seguridad, volvió a decir que seríamos una
potencia agrícola. El sistema eléctrico es un penoso desastre. Lo cierto es que
al término de catorce años, el gobierno no tiene nada que mostrar que
justifique el haber manejado más recursos que ninguna otra administración en la
historia del país.
Se
quiere crear la idea de una mayoría indiscutida que votaría por Chávez
independientemente de la mediocridad de su gobierno. Y hacer así que la mayoría
de los venezolanos se refucie en el silencio y resignación a este deplorable
estado de cosas.
Las
cacatúas mientras tanto ven en otra dirección. Prefieren atacar a su propio
bando. Quizás porque se siente viudas de la historia. De un momento que ya no
ve en ellos la posibilidad de redención. Y con el penacho erguido y mirada
pontificia desgranan su llanto en contra de quien debieran estar impulsando.
El
voto, al final, es sobre realidades. Hay una persona que recorre el país con
tesón y entrega. Es recibido entusiastamente. Son cada vez más los venezolanos
que ven en él la posibilidad de conquistar la paz que necesitamos para iniciar
la ruta del progreso.
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