Dicen
que las ratas huyen del barco cuando se hunde. Y éste de rojo velamen,
plagado de filibusteros, granujas, aprovechadores y tunantes, parece
estar haciendo aguas por todos sus costados. Ahora que el trémulo pulso
del timonel (pequeño, pero timonel en fin), abatido, enfermo,
agonizante, ya no sostiene el rumbo con firmeza (Castro Soteldo dixit), y
que la mar se ha puesto turbulenta, no sólo saltan por la borda sino
que, nerviosas, se muerden unas a otras en haciéndolo.
Mire
usted a Aponte Aponte cantando como tenor sus más ocultos secretos, a
ver si así se gana las indulgencias del imperio. Drogas, militares
indignos, jueces espurios. Imagino a las dos Luisas tomando nota en
Carmelitas un viernes cualquiera: el Tirano mandata desde su trono, Jaua
tramita las órdenes, y ellas, obsecuentes, genuflexas, acatan sin
chistar. Aponte Aponte merece el mayor de los desprecios, pero eso no
descalifica lo que dice. Si alguna duda cabía, he aquí la justicia
chavista, sin venda y sin báscula, meretriz de pillos y corruptos,
pisoteando la Constitución y los derechos humanos.
Entonces
ocurre esta orgía patética en la que cada quien demuestra lo que es.
Los diputadillos jefeados por Diosdado se esgañitan el gaznate para
inventarse una taumaturgia en la que los denunciados son los
denunciantes.
¡Pena
ajena! El Aissami, cuyas fraternidades andan comprometidas en dudosas
fortunas en bóvedas suizas, establece conexiones que van del
narcotráfico a una secretaria y de ésta, forzando la barra, a un
gobernador de oposición. Insultan, escarnecen, desmeritan, y sólo
consiguen perderse para siempre: escupen para arriba, dilapidan la pizca
de posteridad que les quedaba.
Pero
si de pena ajena se trata, hay por allí en VTV un personajillo mentado
Pérez Pirela que la provoca sin recato. Con ínfulas de hombre culto que
sólo evidencian su inconmensurable indigencia intelectual, chapoteando a
diario en el lodazal de sus propias excrecencias, mancillando el
lenguaje, pronunciando mal el francés como si de gargarismos se tratase,
confundiendo términos pero con la voz engolada, y todo con una
sonrisita de cínico inefable, este sujeto se vende como el payaso que ni
siquiera llega a ser cuando lo único que produce es náusea y repulsión.
Caerá y correrá. La televisión del partido/Estado prueba en él su
propia degradación que es la del régimen.
Todos
ellos creen poder zafarse de su destino, pero la rueda de la historia
marcha indetenible. La dignidad de todos, incluyéndolos, será
restituida. La democracia tiene su hora: el 7 de octubre. Se hará
justicia.
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